—Disculpe mi señora, el duque de Tessia acaba de llegar —dijo el mayordomo mientras se inclinaba.
La señora de la casa miró sorprendida a su mayordomo, antes de dirigirse a la sala principal para recibir al invitado. Cédric se encontraba sentado en el sofá en lo que esperaba, y no tardó en sonreír al ver a Émily Ramiry, una noble de cabello corto y brillantemente rubio como el sol, la esposa de Zia Merjal y condesa de los territorios de Solan.
La relación con su familia fue muy complicada, y Zia tuvo numerosas dificultades desde el día en que se enamoró de ella; al ser uno de los mayores afectados y participantes en la última guerra, no era visto con muy buenos ojos hasta que demostró ser alguien que siempre velaría por la salud de Émily y que la protegería de cualquier cosa.
—Bienvenido, duque Cédric, es una sorpresa verlo por aquí, ¿está buscando a mi esposo? —preguntó con un tono amigable y refrescante.
—Buenas tardes, Émily, es un gusto saludarla, y disculpe las horas horas las que me presento —saludó mientras hacía una respetuosa reverencia hacia la dama—. En efecto, estaba buscando a Zia; necesito... hablar de algo muy importante con él, y si fuera posible... también requiero de su presencia, Émily.
—¿Mi presencia?
Con eso dicho, de alguna manera comenzaba a preocupar a Émily, porque en reuniones pasadas no era necesario que estuviera al lado de Zia, generalmente respetaba la privacidad que conllevaba todas esas charlas entre su esposo y el duque y no le preocupaba no estar ahí, porque confiaba en esos dos, y porque sabía que cualquier cosa que haya ocurrido anteriormente estaba donde debería estar: en el pasado.
Esperaron unos minutos hasta que Zia se desocupó. Recibió a Cédric como el gran amigo que consideraba, y lo primero que preguntó fue que pasó algo con Mare, cosa que el pelirrojo negó de inmediato.
—Mare se encuentra muy bien, gracias a ti, su recuperación es excelente; es por otro asunto que he venido.
—En ese caso, pasemos a mi oficina; ¿podrías decirle a un sirviente que nos lleve aperitivos, por favor? —preguntó Zia a su esposa.
—Lo haré con mucho gusto, aunque... el duque Cédric también solicitó que esté con ustedes...
—... ¿en serio?
Ahora no sólo era Émily la que se mostraba inquieta, Zia también parecía intrigado por lo que sea que Cédric tuviera que decirle. Después de que los sirvientes acomodaron todo en la oficina de Zia, finalmente era el momento de ir al grano.
—Entonces, duque Cédric... ¿qué es tan importante como para que incluso yo, tenga que escucharlo? —preguntó Émily estando al lado de Zia.
Cédric bebió un poco de té, antes de sacar un sobre de su chaleco. Los dos dueños de la mansión no entendían lo que ocurría, hasta que el pelirrojo empujó dicho sobre hacia ellos; Zia fue el primero en echar un vistazo, y con el simple hecho de ver el sello colocado en el papel, su rostro se tornó un poco pálido.
—Cédric, este sello es de la familia real de Rúmir, ¿cuándo obtuviste esto? —interrogó Zia.
—Tratando de encontrar información sobre el origen de Mare, me di cuenta de que eso es muy limitado aquí en Tessia; incluso en el tiempo en que esperaba una respuesta de Rúmir, traté de encontrar datos en la capital, pero no tuve mucha suerte.
—... ¿por eso te pusiste en contacto con la familia real? —hizo aquella confirmación disfrazada de pregunta—. Creo que entiendo lo que deseas conseguir, pero la relación con Rúmir es...
—Lo sé... entiendo de sobra esa situación, pero también caí en cuenta de que la información no es lo único que quiero conseguir.
La reunión de por sí, ya era tensa, pero más tenso era el no poder saber qué mismo era lo que Cédric planeaba; mejor dicho, Zia tenía una idea de lo que le iba a decir, después de todo... Rúmir es su tierra natal.
—... quieres obtener un tratado de paz —dijo como si fuera la respuesta más obvia.
No conoce a Cédric el mismo tiempo en que lo hace Noah, pero el haber compartido el campo de batalla en el pasado fue más que suficiente para acostumbrarse a varias de sus facetas. Cédric sonrió ante las intuiciones de Zia, no había duda de que logró rodearse de aliados fuertes y confiables que llegaron a ser capaces de leerle la mente en situación importantes.
—No creas que estoy usando el problema de Mare como excusa; al contrario, siento que todo lo que ha ocurrido desde que ella llegó, son un montón de señales en mi vida, y ahora siento que el conflicto con Rúmir ya duró demasiado.
—Yo comprendo eso, pero hasta ahora ni siquiera el emperador ha podido —comentó Zia antes de soltar un suspiro lleno de agobio, mientras que sus mostraban una ligera tristeza—. No sé qué esperas conseguir llevándome a Rúmir... sabes que renuncié al campo de batalla desde que todo terminó...
Émily se sentía inútil al no poder hacer otra cosa por Zia más que abrazarlo y sujetar su mano, ya que entendía la presión que ejecutaba el regreso a Rúmir sobre sus hombros, pero al final de todo, la decisión final la tenía su esposo. Cédric sabía que el ajeno deduciría con facilidad sus intenciones, aunque estaba equivocado en algunos detalles.
—Te estás equivocando, Zia —aclaró de inmediato, notando al siguiente segundo la confusión ajena—. Si te llevo conmigo a Rúmir, no es para meterte en una batalla. Tu tarea allá será completamente diferente...