Los secretos de la esclava

26. Déjame ir contigo

◤ ◥
◣ ◢

Ducado de Tessia - dos días antes del viaje a Rúmir

Lo que había escuchado de los sirvientes la dejó completamente shockeada, había sabido que Cédric haría un viaje, pero no sabía que el destino era un lugar tan peligroso para él; lo peor de todo recae en que esto es por ella, por los problemas que tenía en su vida y que ahora compartía con toda la familia Pheriam.

Esa misma noche en que se enteró de todo, Mare se la pasó torturándose en sus propios pensamientos, la mayoría tenía mucho que ver con que Cédric se estaba exponiendo al peligro por ayudarla. No conoce el pasado que haya tenido con ese país, pero sabe que la situación es muy tensa, y el hecho de que se diera la orden de que ella no se enterara sólo confirma esa posibilidad.

«¿Qué debería hacer? Todos ya han hecho mucho por ayudarme, se han expuesto a muchas situaciones complicadas por mí, ¿y yo? ¿Qué he podido hacer para ayudar? Soy el principal problema en esto, debería de participar en todo, pero su alteza Cédric lo evita»

Mientras más lo pensaba, más intranquila se sentía, no dejó de dar vueltas por la habitación, incluso sentía ganas de llorar por la impotencia, pero se había prometido no volver a derramar lágrimas, porque estaba decidida a ser más fuerte, no sólo por ella misma, sino por las personas que le habían extendido la mano para sacarla del hoyo en el que se encontraba.

Volviendo a analizar todo, ahora se sentía un poco molesta; o sea, no puede permitir que la dejen fuera de esto, no esta vez. Cédric por puede hacerla a un lado por más duque que sea.

—... yo iré a ese viaje...

◤ ◥
◣ ◢

Las cosas parecían estarse calmando en el campamento. Un par de guardias habías seguido a Cédric para ayudarlo con el carruaje mientras que Zia y Émily mantenían el control en lo demás; tras revisar profundamente la zona, se confirmó que no había ningún enemigo cerca, ni siquiera animales que los pudieran atacar.

—¡El duque Cédric regreso! —avisó uno de los caballeros que se quedaron en el campamento.

Zia fue el primero en acercarse para saber si todo estaba bien, pero su rostro se distorsionó de alguna manera al ver quién venía al lado de Cédric en el asiento del cochero, mientras que Émily no entendía del todo lo que pasaba, pero por palabras de su esposo parecía reconocer a aquella mujer que se suponía, no debía formar parte de los integrantes del viaje.

—...¡¿s-señorita Mare!? —exclamó Zia, evidentemente horrorizado.
—Oh, así que ella es la paciente de la que me has comentado tanto... es muy bella —comentó Émily mientras admiraba la belleza de Mare.

—... se suponía que no debería estar aquí, Cédric se ve molesto —murmuró Zia algo preocupado.

Cédric bajó a Mare con cuidado una vez que ya estaban todos a salvo, esta vez se aseguraron de que los caballos no pudieran salir corriendo de nuevo, y al final estaban todos sentados y algunos de pie observando a Mare. La chica no levantaba la mirada y agarraba su vestido con nerviosismo porque desde hace un momento veía la mala cara del duque.

—Mare... ¿ya me vas a explicar por qué estás aquí? No entiendo, ¿cómo es que nadie más la vio? —preguntó a los soldados presentes, y estos se mostraban culpables por esta negligencia—. No puede ser, estaba tan convencido de que el secreto se había mantenido bien, y resulta que tú estás aquí, ¡no se supone que debas estar acá!

Al ver que Mare cada vez bajaba más la cabeza por los regaños, Émily decidió intervenir para calmar las cosas.

—Es mejor que nos tranquilicemos un poco. La señorita Mare está aquí y ya no hay nada que hacer para remediarlo —dijo Emily, pasando a acercarse a Mare con una sonrisa—. Es un gusto conocerla finalmente, señorita Mare. Mi nombre es Émily Ramiry, soy la esposa de Zia, el doctor que te ha atendido durante estos días.

Mare se sorprendió ante tan información, ya que no esperaba que Zia estuviera casado, pero reaccionó rápido para levantarse y hacer un saludo respetuoso.

La interacción entre las dos pareció suavizar a Cédric, ya que soltó un suspiro lleno de resignación; Émily estaba en lo cierto, ya no había nada que hacer.

—¿En qué momento te metiste al carruaje, Mare? —preguntó, estando ya más tranquilo, le era imposible estar enojado siempre con Mare.

—... en la mañana en que alistaban el equipaje, por un momento el carruaje se quedó sin vigilancia, entonces aproveché y entré; me aseguraba de salir cuando hacían las paradas para que no me vieran explicó.

—Lo que hiciste fue completamente inaceptable, mira lo que acaba de suceder, corriste un gran riesgo —volvió a regañarla, pero esta vez siendo un poco más suave—. Además de eso, no deberías estar aquí, el lugar al que vamos es aún más peligroso.

Al pronunciar esas últimas palabras, fue como si hubiera presionado un botón para Mare, ya le hizo recordar la razón por la que se involucró en el viaje sin decirle a nadie. La peliazul levantó la mirada, manteniendo ojos fulminantes en dirección a Cédric, el cual se mostró sorprendido porque Mare nunca antes lo había mirado de esa forma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.