Los secretos de la esclava

28. La carga

Tras mantener un ritmo constante en el viaje, lograron llegar a los arcos de roca antes de que llegara el mediodía junto con la temperatura más potente que el sol podría otorgarle al desierto. Teniendo más sombra a la disposición de todos, avanzaron unos cuantos kilómetros antes de volver tomar un receso para descansar.

Un par de soldados reunieron a todos los caballos para alimentarlos y darles agua, mientras que los demás se acomodaban fuera de los carruajes esperando disminuir un poco el calor. Mare se acercó a Cédric cuando este sacaba algunas cosas del equipaje.

—... duque Cédric, yo-

—Ah Mare —interrumpió rápidamente—. Logramos recolectar mucha agua antes de llegar al desierto, puedes ir con Émily si deseas asearte, ¿está bien?

—Pero...

—Zia, ¿cuántos kilómetros nos separan de Rúmir? —preguntó al castaño mientras se alejaba de Mare.

La peliazul se quedó callada luego de ver como el pelirrojo se alejaba rápidamente de ella, ante esa situación no podía sentir otra cosa más que una gran impotencia, ¿cometió un error al preguntarle sobre lo que pasó con Rúmir? Comenzaba a pensar que sí, y ahora eso le estaba costando cualquier lado con él.

Émily estaba a cierta distancia y parecía haber presenciado todo, no sabe con exactitud de lo que hablaban, pero la expresión de Mare era más que suficiente como para acercarse a ella.

—Mare —llamó, pasando a tomar sus manos cuando estuvo a su lado—. ¿Puedes acompañarme, por favor?

—... sí, señora Émily, con gusto —respondió con una ligera, pero triste sonrisa.

Cédric las vio alejarse para tener más privacidad, manteniendo sus ojos específicamente sobre Mare, el hecho de haberla de la forma en que lo hizo le dejó un sentimiento de culpa; ni siquiera vio venir su propio comportamiento, parecía ser alguna especie de mecanismo de defensa.

—Tienes una expresión de que se te va a caer el mundo entero —comentó Zia mientras entrecerraba los ojos—. ¿De qué hablaste con la señorita Mare? Ahora de la nada te volviste cortante y ella también se ve afectada por eso.

—No es... a propósito —respondió con la mirada baja, soltando un suspiro de paso—. Ella quiso saber lo que pasó con Rumir, y yo le conté todo lo que mi padre hizo con los ciudadanos... ella deberá juzgar la situación según como le parezca.

—Bueno, no es malo que se lo contaras, pero... Cédric, ¿a qué te refieres con juzgar?

—Soy el hijo del mayor invasor de Rúmir, es normal que en mí vean todo lo que él fue —aclaró, dejando sorprendido a Zia.

Zia sabía que Cédric tiene este problema desde la niñez. Odia ser comparado con su padre, pero al mismo soporta la presión social que los nobles ponen sobre él al ser el heredero directo del ducado, y no ayuda que en apariencia sea un retrato directo de Raphael; sin embargo... esto no debería de tener nada que ver con haberle contado todo a Mare, evidentemente aquí pasaba otra cosa, y de alguna manera, Zia sospechaba qué era.

—Cédric... ¿tanto miedo tienes a que la señorita Mare te compare con tu padre? —preguntó sin esperar algún tipo de respuesta—. Ella no haría eso... y tú lo sabes.

—... jaja —se rió—. Supongo que... soy demasiado cobarde como para averiguarlo...

--

Mare brincó al sentir la toalla fría en su espalda, dicha reacción hizo reír un poco a Émily.

—Me disculpo por eso, ¿te sorprendí? —preguntó con una sonrisa.

—Un poco, pero estoy bien, gracias por ayudarme —respondió—. Con el calor de este desierto, fácilmente me acostumbro al agua fría...

Émily continuaba viendo el desánimo de Mare, y eso la entristecía un poco; duda mucho que hubieran discutido por algo, ya que se suponía que el haberse colado en el viaje, era un tema que se había hablado y solucionado. Si se ponía a pensar... Cédric parecía huir de ella por alguna razón, ni siquiera la dejaba hablar.

—... ¿sabes, Mare? Yo no conozco al duque Cédric tan bien como lo hacen Zia o Sir Noah, pero con todas las ocasiones en que hemos podido hablar, me he dado cuenta de que es el tipo de hombre que se guarda todas sus emociones y miedos —comentó, intentando sonar lo más casual posible mientras limpiaba la espalda de la peliazul—. Te digo esto porque... Zia era así de alguna manera, le avergonzaban muchas de las cosas que vivió en su juventud, y sentía que no estaba a la altura de una mujer como yo, esas fueron sus palabras el día en que lo confronté.

—¿Usted se refiere... a cuando fue un prisionero de guerra? —decidió preguntar, dándole a Émily los datos que necesitaba—. Yo quise saber la historia entre Rúmir y Tessia. El duque Cédric me contó todo, pero... es verdad que son acontecimientos terribles, pero hubo algo que no me gustó...

—... ¿Mare?

Justo en ese momento, Mare comenzó a temblar un poco mientras pasaba a cubrirse el rostro con sus manos. Émily pudo darse cuenta de que ella sollozaba suavemente.

—... él... él se culpa por todo lo que pasó, se siente responsable y eso no está bien, porque el duque Cédric no tuvo la culpa de la invasión a Rúmir —confesó, intentando controlar lo mayor posible que las lágrimas no escaparan más de sus ojos—. Está tan convencido de que debe llevar el peso de los crímenes de su padre. Yo intenté decirle que no tenía que hacerlo, pero... mis palabras no le llegaron, y eso de alguna manera... me molesta, es frustrante porque no puedo ser lo suficientemente fuerte como para ayudarlo; aunque... también pienso que me estoy entrometiendo demasiado, creo que me estoy tomando atribuciones que no me corresponden...




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