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Desde que salieron de Tessia, Cédric ha mantenido una expresión desganada por la simple idea de tener que viajar con su padre, era otro de sus intentos de "educarlo" y moldearlo a su imagen para ser el próximo duque. Heredar el ducado no es algo de lo cual se sintiera atraído, no si tenía que continuar con los sucios negocios de su progenitor.
Parecían estar en un punto ciego del desierto, no estaba seguro del lugar al cual se dirigían, pero algo en su mente le decía que aquel conjunto de carpas que se podían ver a lo lejos, era el lugar de su destino.
—... Noah, despierta, creo que hemos llegado —murmuró al pequeño niño que mantenía su cabecita recostada sobre sus piernas.
Fueron largas horas de viaje, y un Cédric de 11 años de edad junto con un pequeño Noah de 8 años, se mantenían juntos mientras bajaban del carruaje. El menor se mantenía cerca del joven pelirrojo, agarrando su ropa con la mano en lo que se acercaban a la carpa más grande del conjunto.
—Que ese mocoso se quede en el carruaje, no lo quiero en la reunión —dijo Raphael mientras señalaba a Noah.
Cédric no recibió muy bien esa orden.
—Creo que dejamos muy en claro las cosas acerca de Noah. Decidí traerlo conmigo, y el trato fue que no tenías voz ni voto en mis decisiones, así que no te metas...
Aún si no se encontraban en un lugar cerrado, aquel sonido pudo resonar como un eco. Los caballeros que los acompañaban hicieron de la vista gorda con incomodidad cuando el duque abofeteó a su propio hijo; Noah supo que esto se debía a su presencia, pero el disgusto por la agresión en contra de Cedric fue inevitable, y estaba a nada de lanzarse contra Raphael, pero fue detenido rápidamente por su hermano.
—Maldito niño ingrato... —escupió Raphael.
Cédric sonrió ante las quejas de su padre, llevar la contraria a sus órdenes era su deporte favorito, pero en ese momento no lo desobedecía por capricho, la seguridad de Noah siempre estaba en juego por culpa de su padre. Se negó a dejarlo en la mansión, porque sabía que la mayoría de sirvientes eran igual de crueles que Raphael y no dudarían en maltratarlo; lo mismo se daba en ese momento, no confiaba en los caballeros para que cuidaran de Noah mientras estaba ausente, así que ahí estaban, caminando los tres juntos hacia aquella carpa.
—Así que al fin llegaste, Raphael, pensaba que tu grupo se perdió en el desierto —habló aquel que parecía ser el líder de todo el grupo de gente que habitaba en ese terreno lleno de carpas—. Así que este es tu hijo, finalmente puedo conocer al futuro heredero del ducado, pero... ¿quién es ese otro niño? No me dijiste que tenías otro hijo.
—Algo así. No le prestes atención, es más como la mascota de Cédric —dijo sin mucha importancia, cosa que disgustó mucho al niño pelirrojo—. Ahora... hablemos de negocios.
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Mare y Émily observaban con disgusto cómo Cédric y Zia enfrentaban a los bandidos junto a los caballeros. La que de alguna manera se sentía más inquieta era Mare, ya que nunca había visto una reacción tan agresiva por parte de Cédric, comenzaba a pensar que este viaje le estaba afectando más de lo que él quería aparentar; todo empeoraba con las palabras que ese hombre le estaba dirigiendo.
—Es tan nostálgico verte de nuevo, muchacho, me recuerda a los tiempos en que tu padre te traía a nuestras reuniones —comentó el hombre de cabello castaño y largo hasta los hombros mientras se acercaba e intentaba revolver el cabello ajeno.
Cédric golpeó la mano que intentó tocarlo.
—Hazem... creí que estabas muerto después de que estalló el golpe de estado —respondió Cédric con hostilidad, haciendo que el hombre en frente volviera a reír.
—¡Tan mordaz como siempre, tus expresiones son las mismas! —exclamó maravillado—. Entonces, ¿qué te trae por estos rumbos? ¿Vienes a proponernos algún trabajo?
Y ahí estaba nuevamente la comparación, esa molesta espina que le causaba molestia.
—Mis asuntos son con otras personas más importantes, sólo estamos de paso —soltó rápidamente.
—Mmm eso es entendible, pero creo que vas a tener dificultades —respondió sonriente—. Todo el trayecto de estos arcos de roca son ahora nuestros territorios. No puedes pasar sin antes darnos algo a cambio.
Cédric frunció más el ceño, siempre le había resultado desagradable las negociaciones con este tipo, y eso que sólo estaba presente en las reuniones, pero su padre solía tener diferencias Hazem de forma muy frecuente.
—¿Crees que tengo ganas de negociar contigo? —respondió, volteando la mirada justamente hacia los bandidos que intentaron moverse hacia los carruajes, estos se quedaron quietos—. Además, como ya te había dicho, creí que llevabas tiempo muerto.
—No hay forma de que me maten tan fácil... ahora responde a mis preguntas —exigió, antes de posar su mirada en la gente que acompañaba a Cédric, identificando al instante los orígenes de Zia—. ¿Te diriges a Rúmir? Si querías retomar el transporte de esa gente, sólo tenías que decirlo.
—Esos negocios dejaron de existir hace mucho, a la gente de Rúmir no a vuelven a tocar —aclaró con ferocidad.