Cabalgando bajo la intensa luz del sol, el rey de Rúmir, Akeem y su hija, la princesa Soraya. Al final no hubo necesidad de tratar de convencer a Akeem para ir a buscar al duque de Tessia, el mensaje de emergencia que les había llegado fue una razón más que válida para movilizar a un número considerable de soldados; estando ya algunas horas atravesando el inmenso desierto, fue Soraya la primera de divisar cierta anormalidad en las lejanías.
—... ¿qué es eso? —preguntó la castaña al ver una gran nube de arena—. Eso es extraño, no se predijeron tormentas de arena en las últimas semanas.
—¿Qué tan lejos estamos de los arcos de roca? —preguntó Akeem a sus soldados.
—Llegaremos a los arcos de roca una vez que pasemos las dunas que se ven al fondo, su majestad —aclaró uno de los soldados.
Akeem analizó un poco la situación ante la respuesta que le dieron.
—... eso significa que toda esa nube de arena proviene de los arcos, hay que apresurarnos.
Como si la nube de arena no fuera suficiente, mientras más se acercaban, más escuchaban potentes estruendos que todos pudieron reconocer muy bien. Soraya comenzaba a sentirse nerviosa, su principal intención era poder encontrar y escoltar de forma segura a los representantes de Tessia, pero ahora estaba preocupada de no poder encontrarlos.
—Padre...no podemos permitir que esa gente muera —dijo Soraya con insistencia, la cual su padre fue capaz de percibir.
—No lo haremos, hija... la familia real de Rúmir es muy responsable con los visitantes —respondió Akeem.
Llegando a las dunas anteriormente mencionadas, la familia real finalmente fue capaz de ver todo el desastre que se esperaba y aún faltaba por terminarse. Los presentes no podían creer que, aquellos arcos de roca que han conocido por años, ahora se estuvieran desmoronando hasta volverse nada más que un montón de escombros.
No se lograba ver nadie, por los sonidos que llevaban escuchando desde hace un rato, les deja claro que alguien ocasionó las explosiones; seguramente fue obra de bandidos, y era más que seguro que el intento de robo fue dirigido hacia la gente de Tessia. Soraya, comenzaba a desesperarse en lo que buscaba algún rastro de sobrevivientes, pero no veía nada más que polvo y rocas.
El ruido del derrumbe aún persistía, especialmente cuando veían el último arco destruirse. Rocas inmensas cayeron, pero en medio de todo eso, como si fuera una escena en cámara lenta, pudieron ver cómo un hombre salía entre los escombros; por cómo se veía todo, parecía ser el que rompió las rocas y le abrió paso a los carruajes que venían con él. Soraya sintió que el aire que se le había quedado en los pulmones por los nervios, finalmente pudo escapar, ya que un instinto en ella le decía que aquellas personas eran las que estaban buscando, y todo se confirmó con el vistazo de Akeem con la ayuda de un telescopio; ese cabello rojo que brillaba bajo los intensos rayos del sol, eran prueba suficiente para él.
—... son ellos... —confirmó Akeem.
—Pero, ¿qué es lo que ha pasado aquí? Todos los arcos han caído —dijo Soraya sin comprender nada.
—Ahora lo vamos a averiguar.
Akeem tiró de las riendas de su caballo, y este en respuesta se levantó sobre sus patas traseras mientras soltaba un relinchido, con eso fue más que suficiente para llamar la atención del duque de Tessia y el resto de su gente.
—El peligro aún podría estar presente, que los caballeros monten vigilancia en los alrededores, y que los médicos se dispongan a tratar cualquier herida en los representantes de Tessia —ordenó Soraya.
Los soldados obedecieron las órdenes, y todos comenzaron a descender por las dunas en lo que seguían a sus soberanos. Zia se bajó de la parte superior del carruaje y prosiguió a ayudar a que Emily y Mare bajaban también.
El único que avanzó para llegar al encuentro con el rey de Rúmir fue Cédric, siendo el duque de Tessia, le correspondía esa responsabilidad. Al estar cara a cara, ambos estuvieron callados, pero el pelirrojo fue el primero en asentar su rodilla sobre la arena en señal de saludo y respeto, siendo imitado segundos después por los demás.
—Saludos a su majestad el rey —dijo Cédric.
—... pueden levantarse —respondió Akeem, haciendo una señal a sus médicos para que atendieran a los afectados—. Se ha hecho un gran desastre por aquí, ¿qué fue lo que pasó?
—No fue nuestra intención que esto ocurriera, nuestro camino se vio obstaculizado por un grupo grande de bandidos —respondió Cédric mientras se ponía de pie.
El pelirrojo mantenía la prudencia ante el rey, pero de todas formas lo miraba de frente para explicarle la situación; por otro lado, la mirada del rey era... fría, y Cédric sabía muy bien a qué se debía eso, no necesitaba que alguien se lo dijera, ya que era algo con lo que ha vivido prácticamente toda su vida.
—... eso parece ser —respondió con severidad, antes de darle la espalda—. No creo que el hijo de Raphael Pheriam arruine sus propios planes de esta manera.
«Ahh eso sonó muy desagradable», pensó Cédric con una mueca, y justo después de eso se acercó la princesa de Rúmir.
—Saludos, duque Pheriam, soy la princesa Soraya —saludó con amabilidad.