Los Secretos de la Familia Barrie #1

PRÓLOGO – RENATA BARRIE

PRÓLOGO – RENATA BARRIE.

“El cuchicheo”

 

Sin duda, este era mi sueño.

La gente que te admira y te alaba me hace sentir poderosa, viviendo en una mansión con un marido muy guapo y miles de billetes en la mano. Sí, quien no querría vivir así.

Autos de lujo, colección Balenciaga, lentes Gucci, perfumes Dolce Gabana, mansiones de playa, hoteles que realmente te pertenece y mucho más, creo que estoy presumiendo mis cosas.

Mejor hablemos del cuchicheo de la gente: impone mi apellido, mi glamur, mi belleza en alto y yo no les doy nada a cambio. Siempre que salgo de casa, las hay; cuando me presento escucho ese ruidito odioso a tu costado hablando de ti.

—Me voy a trabajar —habla mi esposo, William, vestido de terno marrón, un maletín del mismo color.

—Ok, cuídate

—Ajá —se retira de mi vista

Me levanto del sofá crema, subo por las escaleras, ignorando a la sirvienta que limpia el piso y me encuentro con un pequeño muy hermoso, Teodoro. Mi hijo más hermoso de Beverly Hills, el niño de ojos marrones claros y un cabello muy lacio.

—Hola pequeñito, ¿Cómo se encuentra mi niño hermoso? —agudo mi voz y Teodoro sonríe

—Señora Barrie, hay personas esperándolas abajo —miro el reloj de mano y levanto la vista a aquella joven con los ojos azules y pelo rubio, —Dicen que es urgente para usted

—En cinco minutos estaré ahí, tú ve sirviendo un par de cafés y que no se vayan del salón de invitados

—Ok señora, no hay problema —responde y se va, miro a mi hijo y le doy un beso en la frente

—Nos vemos luego niño hermoso

 

****

 

Aquella fiesta relucía con elegancia mi vestido Versace, de color negro con algunas estampillas de color plateado, un par de tacones y una cartera del mismo color. A mi lado, William estaba con una postura recta, observando cada una de las esquinas que se habitaba aquella fiesta, podía decir que estaba viendo a su amante, pero dudo que él sea así… él no era así.

Una señorita de vestido rojo se acercó donde estábamos. Se podía ver aquellos ojos iluminados por vernos al frente de ella, disimulé mi incomodidad cuando comenzó a sonreírme y agarrarme mi hombro. Por otra parte, William sacaba esa preciosa sonrisa de la que me había enamorado en la universidad y como si fuera obvio, dejo de reír. No era que no me gustara su sonrisa, solo que no me gustaba que lo sacara a otra mujer cuando yo esté presente. Sabía cómo eran las mujeres como ellas —de lanzadas —, y no podía hacer otra cosa que solo mandar a mi marido.

Dejó mi hombro para agarrar un champán que había pasado por su lado, nos dijo unas cuantas cosas del cumpleaños de Samanta, la cumpleañera de la fiesta y se fue. Estuvimos conversando con unas cuantas personas de la reunión, pasando de lo bien hasta que mi marido quiso ir al baño, por un momento pensé que era algo urgente y sospeché como el día que di a luz a Teodoro.

—Renata Barrie, un gusto ver a la belleza pura en esta fiesta —dijo Guido, el hombre estaba bien vestido que solo sonreí ante su halago. Aquellas personas que se vistan mal, siempre los ignoro

—Muchas gracias, ¿Y tú esposa, Guido? ¿Se cansó de ti y tus halagos hacia otras mujeres? —respondí, aquel hombre de buen vestir me miro de mala cara y comenzó a acercarse hasta quedar centímetros de mis labios carnosos.

—Mi mujer no es gran cosa comparado contigo, tú eres distinta… eres hermosa, mujer

—Qué pena, tengo esposo y tengo un hijo recién nacido. Somos el uno para el otro y no quiero un cuarto más, a menos que sea un hijo —retrocedí y caminé hacia la pista de baile. Busqué con la mirada a William y lo vi saliendo del baño, algo desarreglado y simplemente fingí mi sonrisa, —William, amor, estoy aquí —grité, a lo que escucho y sonrió.

Está distinto, Renata

Sí, lo estaba como ese día… pero no importaba, siempre estaría conmigo en las buenas y en las malas… ¿no?

—Sí esposa querida

—Estás desarreglado… ¿pasó algo que no sepa? —pregunté

—No, nada. Aquellos hombres solo estaban molestando mi tranquilidad y me molesté, eso es todo madama hermosa

—Ah… ¿bailamos?

—Como el primer día, mi vida

Y así fue como baile con mi querido esposo, de la mano y abrazos, me pregunto muchas veces que hubiera sido si no conocía a William, ¿sería igual?

—Voy a llamar a la sirvienta que descanse, hoy la vi limpiando mucho los pisos —dijo en mi oído mientras bailábamos tango, que por cierto era muy favorito de William

—No, ya tiene su descanso. La eche de la casa justo en el momento que me quería robar

—¿Cómo? Hay que denunciarla —murmuró angustiado

—Descuida, yo me ocupe de eso

—Tenemos que llevarla…

—Ya me ocupé mi vida —declaré cortando lo que decía, abriendo mis ojos marrones redondos hacia él




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