CAPÍTULO TRES - WILLIAM BARRIE
"Miriam. Princesa"
En el diario había salido nuestra presunta no tan presunta planes de divorcio, estaba hecho, no había vuelta atrás. Por fin iba a ser un hombre que esté amado... o digamos que fue amado en poco tiempo.
Miriam estaba feliz de nuestra relación, aunque para Renata, lo que le importaba era saber quien era la presunta chica que le había robado el corazón a su esposo... o bueno exesposo.
Estábamos en el juzgado, Renata vestía con unos de sus trajes más elegantes y un mechón ondulado —hecho por la maquina de planchar —, que se le notaba lo hermosa que era... aunque para mí, solo era como una amiga.
—Renata Barrie, si se divorcia de William Barrie perderá el apellido que tiene en estos momentos —dijo un hombre canoso de unos cincuenta años. Para Renata tener mi apellido, era como tener fuerza, poder... ya que, sin ellos solo era una chica huérfana que tuvo una familia adoptiva millonaria.
—Acepto quitarme el apellido sin ninguna protesta
Renata había dicho mil veces no a divorciarse de mí, la había convencido que tanto su felicidad como la mía era importante, ella recibía cariño pero ella no me daba alegría. Así que, tomo conciencia para divorciarse de mí y por fin ser feliz con alguien de amé con locura.
—Ok, está hecho. William Barrie y Renata Campbell quedan totalmente divorciados ante la ley —el hombre canoso se levanto para retirarse con otros dos hombre que estaba cerrando sus máquinas de escribir.
—Listo William, esto es lo que querías. ¿Feliz? —dijo Renata seria como si fuera una piedra, no podía estar más feliz...
—Sí, muy feliz. Renata espero que consigas a una persona mejor que yo, tal vez hemos discutido por gusto pero...
—No quiero irme de Beverly Hills, si tu te quieres ir a otro lado, adelante. Por lo tanto, la casa con Teodoro van a ser mío, te di la felicidad que tanto quieres... ahora dame una vida aquí
No podía decir que no, aunque fuera mi casa.
—Claro, quédate con la casa. Visitaré a Teodoro, de eso no te preocupes.
—Ajá —se fue con los brazos cruzados, seria y mirando un punto fijo
—Buena suerte —dije sonriendo
—Ajá.
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Hace días atrás había comprado una casa en Beverly Hills para vivir con Miriam, cuando llegué a mudarme, el olor a pintura me recibió. Miriam salió de la cocina con un mantel de cupkate y sonreí al verla sonriendo.
—Hola Will —dijo abriendo los brazos
—Hola Princesa, te he extraño mucho
—Yo igual, amor —la abrace como si fuera el último día de vida, estaba tan feliz de tenerla por fin en mis brazos.
—¿Qué cocinas? —sonreí, —Huele delicioso
—Tu favorito
—Nooo, Princesa, no me digas que...
—Sí, es ese —caminé hacia la cocina y me encontré con unos platos llenos de sushi y Moussaka
—Come, espero que estén delicioso como el aroma
—Eso sin duda, Princesa