Los Secretos de la Familia Barrie #1

21. WILLIAM BARRIE

 

CAPÍTULO VEINTIUNO – WILLIAM BARRIE

“El Peor Día”

 

Mierda. Mierda. Mierda.

Eso no podía ser real, si esto fuera real, justo en este momento Renata se iría y no lo hace… bueno ya lo hizo.

Algunas mentiras no sabía pero no me interesaba saberlo, aunque una me daba una pequeña curiosidad, ¿cómo que Renata me acosaba desde la secundaria? Ella era de otra parte de USA, mientras yo vivía aquí con Sandra y nuestras propias familias.

Salí corriendo, no podía quedarme ahí viendo a cada invitado mirándonos con miedo, estaba claro que los malos no éramos nosotros, sino Misterio por revelar secretos que había sido olvidado.

—¡Renata! ¡Renata! ¡¿Dónde estás?!

Caminé por todas partes, no me importaba nadie más que Renata, mi esposa. Era raro decirlo decirle como antes pero, tenía que acostumbrarme.

Me detuve viendo como estaba llorando en un cuarto, se encontraba sentada en la silla y al lado estaba… Alonzo. Re-Mierda.

—Lárgate, vete de nuestras vidas

—¿En serio, William? ¿Lo dices enserio? —dijo relajado, —No sé donde diablos esta Bianca, Miriam desapareció. ¡Desapareció las dos por tu culpa!

—¿Ahora me culpas que soy el culpable de la desaparición de mi ex? —dije, ya levantado ruedo los ojos.

—Lo dices tan fácil, se te reveló tus horribles y macabros secretos. Te lo dejare claro, no me iré sin Renata, no confió en ti

—Ella también tiene cosas macabros, así que no me culpes

—La diferencia entre ella y tú, es que ella tuvo un pasado horrible y pensó que estar con alguien que ella amaba la iba a salvar de lo que era antes. Al cambio tú, solo mientes, escondes secretos porque no te conviene revelarlo.

—Largo

—No. ¿Sabes qué? Bianca me advirtió y no le hice caso, desapareció y ahora soy el siguiente ¿no?, pues no me iré. Me quedaré al lado de Renata mientras las busco.

Mierda.

—No creí que de toda la Familia Barrie, tú, el más callado, fueras el más mentiroso —se burló, —Nos vemos más tarde, Renata. Piensa lo que te dije.

Se fue sin mirar atrás, estaba tenso, estaba furioso y no podía estar más allí, —Debemos irnos Renata, vamos

—Déjame sola, no quiero, no puedo irme. Déjame

—No seas tonta, Renata, vamos

—¡Déjame!

—¡Maldita sea! ¡No quiero estar aquí! ¡No quiero que estés con esa maldita cara que da pena! ¡No quiero verte así! ¡Hazme caso!

De un momento a otro, Renata me observó con una mirada que jamás le había visto, me callé al darme cuenta que había dicho algo horrible.




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