CAPÍTULO VEINTINUEVE – RENATA BARRIE
“Dos caras”
Estaba frustrada de las tantas llamadas hacia mi persona, llamadas de la televisión o aquellos murmullos falsos. Mi vida de pobre cambió cuando una familia me adoptaron, tanto cambió que ahora sólo vivo de dos caras: Una, la chica real que se mostraba solo con Alonzo: la otra, la falsa, la que mostraba que todo estaba bien en mi familia, la que era fuerte y poderosa con un apellido que sabe que es de gran peso que el de tu nacimiento. En otras palabras, una chica fingida, posesiva y sobre todo, egocéntrica.
—William debemos que hablar —dije entrando por primera vez a su oficina, nunca me había importante visitarlo en esa parte de la casa y al verlo, me daba cuenta que mi vida sólo dependía de mí y solo de mi
—Adelante, siéntate, Renata
—¿Por qué visitas a Miriam? —cuestioné hastiada , no soportaba a esa mujer
Y... por más real que quiera aparentar con William... siempre saldría esa falsa, fingida y posesiva de Renata Barrie.
—Tiene un hijo mío ¿para qué más puedo visitarla?
—Las noticias no muestra eso. ¡Eres mi esposo, William!
—Okay, perdón. Tienes razón, ¿nada más? Tengo trabajado que hacer
—¿Sabías la ubicación de Miriam, no?
—¿De qué hablas mujer? —se froto el cabello con la mano
—Tú sabías donde se encontraba... tú...
—En Los Ángeles trabajando, obvio, ni modo que dándose el año libre sin trabajar
—Ella se fue con Bianca y tú sabes algo, ya no me escondas más secretos, William
—Okay, miento. Sólo una vez me acosté con Miriam y te pido perdón, no volverá a pasar. Te amo —se fue acercando donde estaba, me encontraba sorprendida con la actitud que lo dijo, tan natural.
—Eres mío, no vuelvas a hacer lo mismo si no te vas a arrepentir
—Renata quiero que entiendas una sola cosa. Yo quiero puedo acostarme con muchas mujeres, pero a la única, a la que voy a querer con locura, serás tú. Sino ahora no me tendría ese anillo contigo. Deja de ser muy posesiva, esposa mía.
—Cuido lo que es mío y de nadie más
****
ANTERIORMENTE... (capítulo 23, final)
Ver a mi familia me dio un golpe en el pecho, no como te rompen el corazón, sino algo mucho más fuerte que lazos de una familia... mi familia. Dejé los cuerpos intactos luego de estar unos minutos llorando, me levanté enseguida para salir.
Al encontrarme afuera de aquella casita de madera sucia, me encontré con el único lazo que estuve al tanto: Nicolas, el pequeño niño de la zona.
—Hola Nico —despeiné su cabello como forma de diversión
—Hola Nenata
Nico no sabía decir muy bien la "r", en la escuela lo fastidian, sus padres son los únicos buenos, los únicos que quieren crecer como familia y que su hijo tenga un buen futuro. No como mi padre, no como los vecinos que se preocupan en ellos mismo criticando de la gente rica.
—¿Y tus padres? —pregunté
—Mamá me dejará cuidando a la abuela si voy
—¿Y tú no quieres a la abuela? —pregunté por segunda vez
—Sí, pero se duerme rápido y me aburre
—A esa edad hay gente que lo único que hacen es dormir, hay otros por los que su mente no las deja su cerebro se duerma y prefieren entretenerse hablando de historias que vivieron en su época
—¿Te quedarás conmigo si voy?
—No puedo, Nico. Tengo que hacer, sólo pasaba por aquí... a visitarte, a verte como te encontrabas
—¿Sabes que te quiero, no?
—Sí, como yo a ti. La próxima no te ensucies la ropa jugando, a tu mamá no le gusta y lo sabes
—Tuve cuidado pero fallé, prometo ser más cuidadoso en eso
—Así se habla, debo irme. Chau, Nico
—Chao Renata, te quiero hasta el mil del mundo
—Hasta al mil del mundo, hasta el fin del mundo Nico
Caminé con la cabeza agachada, de mis ojos botaban lágrimas que no pude aguantar. Estaba tan agotada, frustrada y lo único que pedía Renata Taylor era paz por primera vez.
—Perdón —dije a la persona encapuchada. Voltee a verla por reacción a mis sinceras intensiones de disculparme, pero la persona siguió caminando, volví a mi camino sin mirar atrás.