Los Secretos de la Familia Barrie #1

32. WILLIAM BARRIE

 

CAPÍTULO TREINTA Y DOS – WILLIAM BARRIE

"Teodoro Creció"

 

Quiero celebrar el cumpleaños de Teodoro de nuevo. Quiero que salga una foto donde sólo mi familia se vea feliz, sólo eso. Era lo que pedía y no se cumplió. Estaba celoso, furioso, tenía la sangre caliente al ver al invitado especial por parte de Renata: Alonzo, nuestro querido vecino.

Era martes, un día especial, un día en que las cosas se estaban calmando en Beverly Hills, no, nadie era inocente y eso todos lo sabíamos.

—Al parecer Bianca todavía no te perdona

—¿A qué te refieres, William?

—Los vecinos cuchichean las cosas que dices, ellos se encargan de que la revista de Lizzy sea novedoso y exitoso, ¿Acaso no sabía de eso?

—No, no sabía eso. Lo primero que vi al comprarme una casa fue las reglas de "Los Barrie" —dijo moviendo sus dedos al momento de decir mi apellido

—Para que sepas, somos importantes. Somos Los Barrie y eso nadie lo va a cambiar

—Tienes razón, la familia Barrie que posee secretos. Un marido que es el más mentiroso, una esposa que quiere lo mejor para sus sentimientos y un hijo que todavía no sabe que camino elegir. La perfecta familia Barrie.

—Vete a la mierda, largo de mi casa

—No puedes botarlo en la fiesta de Teodoro, ya falta poco para que cumplieran sus tres años.

—Me importa una mierda los invitados y te lo dije, Renata —actué furioso, parecía un verdadero tóxico

—Cálmate

No podía, tenía que largarse de nuestras vidas porque no sólo quería algo, sino varias cosas de mí y de mi familia... algo que en su mirada hacia Renata mostraba: amor y tracción.

Maldito cumpleaños de Teodoro, a la mierda todo. Renata sólo es mía y sólo mía como el día que la conocí.

 

****

 

—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños Teodoro, feliz cumpleaños a ti

Mi pequeño y bonito hijo miraba por todos los lados de los invitados, para luego soplar de golpe. Me alegraba que al menos tuviéramos una foto de la sonrisa de mi pequeño y brillante hijo mío.

Era pasar en alto las miradas de Alonzo hacia Renata con solo tomar varias con un niño riendo. Amaba tanto a mi familia que nunca dejaría a un lado como lo hice en alguna vez por mi ex.

—Renata debemos hablar

—No quiero hablar contigo, William, ahora no por favor —dijo con un plato de torta de color celeste

—Maldita sea. Alonzo tiene algo contra ti, te lo digo porque lo presiento —Miento. No tenía nada malo contra él, sólo quería que el maldito hijo de puta se fuera de mi vida y la de mi familia.

—William, quiero el divorcio —se volteó, eso era inesperado —Pido el divorcio, esto no es... amor, aunque te quiero bastante como una persona que...

—No.

—¿Qué? —dijo frunciendo el ceño

—Que no, no me divorciaré de nuevo y menos con alguien a quien amo. Así que no.

—William Barrie, no te das cuenta de que cambié. Soy aquella chica real y no la que conociste para...

—No lo digas, esa parte quedó en el pasado. Renata Campbell serás siempre, Renata Barrie es la egocéntrica, la tóxica, la venenosa, la posesiva... serás siempre esa persona y no cualquier cosa que "cambié, soy la real".

—No lo entiendes, William. Yo...

—No me quiero divorciar y en este mundo los hombres tienen el poder de decidir que si o que no ¿entendiste?

—Definitivamente esto no era la persona de la que me enamoré. Cambiaste William y como Alonzo lo dijo: "Eres el más mentiroso de la familia"

—No lo soy, déjate de tonterías... —quedé paralizado al ver a Bianca entrar con Alonzo, no era real que ella estuviera aquí después de... llevarla a Canadá.

—Me dijiste que no sabía nada de Bianca y mira, aquí está viva y feliz de haber vuelto con una persona que la quiere. ¿Por qué me mentiste, William? ¿Por qué no me dijiste que tenías a Bianca en Canadá? ¡En nuestra casa de playa! ¡Maldito seas, William!

—Yo no fui, yo no he visto a Bianca desde que desapareció —mentí y me lamenté por dentro por mentirle en su cara, mirándola a los ojos

—Te vi ingresar y salir de Canadá, te vi en nuestra casa, en esas paredes que no querías que viera. Ahí estaba ella atada, ¿la iba a matar? ¿no?

—No.

—Mentira. Me mientes en mi propia cara, qué mal que me diera cuenta a esta edad, en el cumpleaños de Teodoro.

—Teodoro creció, vivirá con su familia no dejaré que te vayas de nuestras vidas. Amor, cariño, madama... —dejé de hablar al sentir sus dedos golpear mi cachete.

—Quiero el divorcio y esta vez no habrá una segunda oportunidad

 

 

 

 




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