El timbre de la escuela resonó por los pasillos como un eco familiar que anunciaba el final de otra jornada. En la biblioteca, sin embargo, el tiempo parecía congelado. Allí, entre estantes polvorientas y el aroma inconfundible de papel antiguo, estaba Emma Rodríguez, una chica de dieciséis años que se había ganado el apodo de "la nerd" con más orgullo que vergüenza.
Emma tenía el cabello castaño oscuro, recogido siempre en un moño desordenado, y unas gafas de marco horrible que amplificaban la intensidad de sus ojos verdes. No le importaba ser la última en abandonar la escuela cada día; Ese rincón entre las novelas clásicas y los manuales de física avanzada era su refugio.
Mientras hojeaba un libro titulado "Teorías de lo Incognoscible" , algo llamó su atención. Una página estaba marcada con un pétalo seco de rosa, y en el margen había una nota escrita a mano: "La verdad está en los números, pero las respuestas están en los ojos de quien busca".
Emma frunció el ceño, intrigada. Aquella frase no pertenece al texto original. Al examinar más de cerca el pétalo, notó que tenía grabado un número microscópico en uno de sus bordes: 3.1416 . Sus labios formaron una sonrisa casi imperceptible. Pi. Solo alguien como ella podría emocionarse por un misterio envuelto en matemáticas.
—¿Te quedadas hasta tarde otra vez, Rodríguez? —preguntó Samuel, el bibliotecario, un hombre de voz rasposa y actitud severa, pero que en el fondo apreciaba la pasión de Emma por los libros.
—Solo un rato más, señor Samuel. Prometo no cerrar la escuela otra vez —respondió Emma, recordando aquella ocasión en la que se había quedado encerrada por accidente.
Samuel se encogió de hombros y se marchó, dejándola sola en el santuario de palabras. Con el pétalo en la mano y la nota rondándole la mente, Emma decidió investigar más. Fue hacia la sección de matemáticas avanzadas, buscando conexiones, cuando su atención se desvió hacia un libro que nunca había visto antes: "El Legado de los Invisibles" .
Era un ejemplar viejo, con la portada desgastada y sin registro en el catálogo. Cuando lo abrió, encontró algo sorprendente: las páginas estaban llenas de ecuaciones incompletas y mapas dibujados a mano. En el centro, un mensaje subrayado: "El Club del Lirio aún vive".
Emma sintió un escalofrío. El Club del Lirio era una leyenda urbana de la escuela, un supuesto grupo secreto formado hace décadas por estudiantes brillantes que desaparecieron misteriosamente tras un incidente nunca aclarado. Algunos decían que habían descubierto algo tan valioso que tuvieron que esconderlo del mundo; otros creían que simplemente era una broma elaborada.
Pero ahí estaba la evidencia. Y estaba claro que alguien quería que ella la encontrara.
Decidió llevarse el libro, a pesar de que técnicamente no podía sacarlo de la biblioteca. Lo escondió en su mochila y salió apresurada, mirando por encima del hombro, como si de repente todos los ojos de la escuela estuvieran sobre ella.
Esa noche, en su pequeña habitación decorada con pósteres de constelaciones y fórmulas matemáticas, Emma revisó cada página del libro bajo la luz de una lámpara de escritorio. Cada ecuación parecía una pieza de un rompecabezas que aún no podía resolver. Pero lo que más le inquietaba eran los mapas: mostraban partes de la ciudad y de la escuela que ella reconocía, pero con símbolos marcados en puntos específicos. Uno de ellos estaba en la torre del reloj, un lugar al que los estudiantes tenían prohibido acceder desde hacía años.
Antes de apagar la luz, algo más llamó su atención. En la contraportada del libro había un sobre sellado con cera roja. Lo abrió con cuidado y encontró una pequeña plateada y una carta escrita con letra temblorosa:
"Emma, si estás leyendo esto, es porque eres la elegida. No confíes en nadie. El tiempo corre."
Su corazón se aceleró. ¿Elegida para qué? ¿Y cómo sabían su nombre?
Sin saberlo, Emma había abierto una puerta que cambiaría su vida. Los secretos de la nerd estaban a punto de revelarse, pero también lo estaban los peligros que acechaban en la sombra.