Los Secretos de Marina

Cap. 35 "Una sencilla explicación."

 

(Marina)

 

Alejandro llega a mi lado y se inclina y me da un beso en la frente.

-claro que sí, lo hablaremos en privado, y aun tienes algo que explicarme recuerdas?- me dice Alejandro mientras toma uno de los tazones de la bandeja, llevándose un poco de la fruta a la boca.

-eso es simple, ya sabes que muevo cosas con la mente, no?

-sí y que con eso?

-bueno, pues parece que también puedo producir y controlar el fuego y el hielo, - dije sencillamente mientras seguía desayunándome la fruta y tomando una taza de café.

-entonces eso fue lo que paso?- pregunta Alejandro sin dejar de comer, como si verme en llamas o congelar un muro fuera cosa de todos los días.

-SIP- digo mientras dejo el tazón en la bandeja y tomo mi taza así como una rebanada de pan tostado con mantequilla

-pero que lo provoco? – me pregunta curioso

-bueno, pues… lo que lo provoco fuiste tú- le respondo; mientras veo a Aytana dejarme unos jeans azul con detalles de cristales en la cama y regresar al vestidor.

-Yo!!!, pero como lo provoque?- pregunta Alejandro asombrado, dejando el también el tazón en la bandeja y tomando una rebanada de pan

-creo que el no poder desahogar mi coraje anoche, me dio fiebre, por lo que se desato el fuego en mi mano, y el choque que sentí con el agua helada de la ducha al tratar de bajar la fiebre desato el hielo. Le explique sencillamente, viendo que Aytana regresa del vestidor con unos blusones en las manos, me los enseña poco a poco y asiento al uno muy bonito en color rojo, y regresa al vestidor.

 

Alejandro no deja de verme asombrado y voltea a ver a Aytana que en ese momento regresa con unos botines negros en la mano y los deja junto a la cama, Alejandro se acerca a ella y le pregunta:

-eso es cierto?, es lo que esperabas que pasara?, por eso me dijiste que debes protegerla?, dime esto es lo que dice la profecía que mencionaste?

 

Aytana lo observa y después dirige su vista a mí, al ver mi rostro, se altera y viene hacia mí, arrodillándose ante mí diciendo:

-alteza, perdóneme, no debí hablar de más, pero estaba preocupada por usted, no sabía que esto pasaría.- Y volviéndose hacia Alejandro se levanta y acercándosele le dice muy seria:

-usted deberá jurar guardar silencio sobre lo que vio, ya se lo prometieron a su majestad, pero deberá volverlo a jurar, o de lo contrario tendré que actuar.- lo amenaza sacando un peligroso puñal de debajo de su manga

-Aytana, detente.- le ordeno, pero ella me ignora

-¡¡¡Júrelo!!! Ahora!!! – le exige a Alejandro sin retirar el puñal de su pecho

-Yo no diría o haría nada que le hiciera daño a marina, ya lo he dicho.- le contesta este, mirándola a los ojos.

-si lo dijo, pero anoche la lastimo, ella estuvo llorando; si no hubiera sido una tontería, si usted la hubiera tocado; ya estaría en una celda en la isla

-yo, actué llevado por los celos, sé que la lastime, pero nunca le haría un daño real, nunca le levantaría una mano, quien demonios crees que soy. – le contesto Alejandro alterado

-un hombre; es un hombre, y como tal es violento y traicionero, y no voy a permitir que la vuelva a lastimar, ni física ni mentalmente, hice un juramento de protegerla y eso hare, aun a costa de mi vida.- Aytana está muy seria, aun sostiene el puñal en su mano, pero ya no apunta al corazón de Alejandro.

-Aytana, por favor cálmate y acércate. –le pido ella obedece y se acerca

-Alteza, le pido perdón por mi exabrupto, pero debía dejarle esto bien claro a su… al caballero.- se muestra apenada, mirándome a los ojos, mientras esta frente a mí con una rodilla al piso, ha guardado el puñal nuevamente en la muñequera de su brazo izquierdo; su actitud me recuerda una escena de una vieja película de caballería medieval, de esas de caballeros y damiselas en peligro.

-Está bien, y te agradezco que me protejas, pero hay cosas de las que no puedes hacerlo y una de ellas son mis propios sentimientos.- le sonrió amablemente esperando que comprenda mientras tomo su mano

-lo sé, pero eso no evitara que no intente hacerlo.

-y yo te lo agradeceré siempre, pues ya no serás mi guardaespaldas.

-cómo?, alteza no puede separarme de usted.- me interrumpe.




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