Los secretos de Nova.

CAPÍTULO 2.

PEOR ERROR.


Tres días han pasado en donde rumores de mi supuesto castigo lo exageran diciendo que es porque amenacé a un profesor.

A veces me divierten los rumores, descubro cosas de mi misma que ni yo sabía que había hecho.

Hacerme la de oídos sordos es lo que me mantiene en paz. Llevo años en Belmont, y los que me conocen saben de lo que soy y no soy capaz, obviamente jamás y nunca me atrevería a alzarle la mano a nadie, no caería bajo.

Vuelvo a ponerme de puntilla ignorando el hecho de sentirme observada, la biblioteca está sola y aun así siento que me vigilan. Me acomodo la falda antes de colocar a Romeo & Julieta en su lugar, sin embargo, gracias a la genética de mi madre no llego.

Observo el carrito que me ayuda a trasladar los libros, y lo que posiblemente sea el peor error que se me haya podido ocurrir en lo que va de semana me viene a la cabeza.

Con mucho esfuerzo mantengo el equilibrio encima de este. Vuelvo a ponerme de puntilla y por fin dejo el libro en su lugar.

—Lindas piernas.

Tambaleo del susto y las mismas manos que me asustaron sostienen el carrito para que no me caiga.

Miro a Brayden McCarthy y la sangre empieza a hervirme cuando él se me queda viendo las piernas.

—Deja de mirarme.

Se aparta enseguida.

Este sería un buen momento para darles la introducción de quien es este ser:

Como salidos de un perfecto cuento de hada, los hermanos McCarthy solo llevan dos meses desde que se inscribieron en Belmont High. Su hermana menor, Diana, es la que más llama la atención pareciendo una muñeca de porcelana, rubia de ojos azul grisáceo y facciones delicadas, nunca se queda quieta corriendo de aquí para allá.

Este es otro que no deja de llamar la atención.

Ambos son igual de escandalosos.

—Me llamo Brayden —Lo ignoro.

Ya lo sé.

Bajo del carrito con cuidado de que no se me levante la falda y me doy la vuelta dispuesta a irme.

Siento su mirada clavada en mi trasero y me detengo por lo que parece ser un desafío no muy inteligente de su parte, miro por encima de mi hombro cuando oigo el impacto de algo caerse seguido de otro libro.

Termino de encararlo, su cabello rubio cae encima de su ojo izquierdo mientras finge leer un libro, lo tira al suelo y agarra otro repitiendo el acto. Esta vez me observa con ¿diversión?

Sonríe como si esto fuese un juego.

Camino con los puños apretados, resistiendo las ganas de rebajarme a su nivel. Recojo los libros que había tirado y al acomodar el último lo miro a los ojos.

—Tienes lindos ojos —expone.

Hago un cálculo de cuantas neuronas puede tener. «Muy pocas.»

Me doy la espalda y vuelvo a escuchar la misma caída.

Sonrío ante su audacia.

Debe de tener los cojones grandes.

—Recógelo —digo pausadamente.

Él me mira atónito. Por un momento parece estar sorprendido por mi reacción. Lo veo inclinarse a recogerlo, pero a no mucho de tocar el libro vuelve a su postura, riéndose de forma estrepitosa en mi cara. ¡En mi cara!

— ¡Pero por supuesto que no!

— ¿Qué?

¿Me dijo que no?

—Es tu castigo ¿no?

Ah, y de paso respondón.

—Mi castigo es ordenar la biblioteca, no tu berrinche. Así que hazle honor a tus bolas y recoge tu mierda.

Su cara se contrae por unas milésimas de segundos. Cierra los ojos y con una sonrisa, igual a la de un niño travieso, tira la mitad de la hilera que acabo de arreglar haciendo eco por toda la biblioteca.

La rabia hace efervescencia y comienza la tonada de tiburón.

Rápidos taconazos se empiezan a escuchar por la madera. Ahí viene Ana. Vuelvo a mirar a Brayden que tenía las intenciones de escapar, pero antes de que diera otro paso lo sujeto de su chaqueta de jean obligándolo a quedarse.

—Pero ¿qué...?

— ¿¡Qué es este reguero?! —Reclama Ana—. ¡Nova!

McCarthy agranda los ojos, sorprendido, casi con terror.

Tal parece que su pequeño cerebro reconoció mi nombre y lo relacionó con los rumores.

— ¡Tenías que acomodar los libros!

—Brayden los tiró —no me molesto en dar detalles. Nos mira aún más seria que antes.

Para empezar, la biblioteca está cerrada, nadie además de mi debería estar aquí. Cumplí mi parte, que se pudra él.

—Los dos, a la sala de castigo —señala la salida.

— ¿Perdón?

Ella inevitablemente dio un paso atrás cuando yo doy uno al frente.

—¿Cómo que los dos? —inquiero—. ¿Dónde estabas tú que lo dejaste pasar, Ana?

Vuelve a retroceder.

—No-no me intimidas, Nova —balbucea.

Por supuesto que sí.

—Llama-mare a Ricardo si no... no vas por las buenas.

Siento como mis uñas se clavan en la palma de mi mano intentado mantener la compostura. Brayden guarda las suyas en los bolsillos y sonríe sin importarle que Ana nos esté escoltando hasta el salón del profesor Ricardo.

El hombre despega la vista de su teléfono y nos mira esbozando una risa socarrona.

— ¿Tres veces en una semana, Thompson?

Ruedo los ojos, dándome cuenta que Brayden mira sin disimular mi falda.

Corrijo, mi peor error es no haberme ido antes de haber cruzado palabras con Brayden McCarthy.

Un error que pague durante dos horas de mi vida desperdiciadas sin hacer nada, solo pensaba en que llegare tarde para la academia de baile.

Algo que empezó como un desafío para demostrar que yo si podía, terminó siendo mi pasión y método anti estrés.

Ahora que recuerdo, se avecinan las nuevas inscripciones de la academia. Cada año, el instructor Carlos les hace hacer a los novatos una especie de trabajo sobre los pasos de baile que le tuvieron que haber enseñado en orientación.

Hace un año las tuve que presentar y la orientación eran dos meses antes de la prueba, para esta temporada ya no soy una novata, lo que implica ser tutora de uno de los nuevos.



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En el texto hay: romance, secretos, drama

Editado: 27.04.2024

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