Lobo feroz.
Llegamos a la fiesta.
La casa McCarthy no era una mansión de ricos como pensaba, era solo una simple casa de dos pisos con una muy linda decoración, claro, linda de no ser por los hormonales con instintos primitivos, vasos regados por el jardín y una mezcla de cigarro, alcohol y vomito que me dan deseos de volver.
De inmediato reconozco a los dos hombres que resguardan la entrada como los hombres de negro, son los tíos vagos y buenos para nada de Rafa Wells.
—Nova —me mira con lascivia uno de ellos—. Igual de preciosa.
Me abstengo de responder lanzándole la invitación por la cara cuando los demás entran, y le saco el dedo al otro cuando presiento que voltearon a verme.
Cuando se corrió la noticia que nos sobraban entradas pude comprobar que costaban un ojo de la cara.
Entramos y parecía un portal a otro mundo, no era nada parecido a lo de afuera. Una opaca gama de colores negro, verde y dorado eran los que decoraba la casa. Los adornos eran muy sutiles, el Halloween y los dulce dieciséis de una Barbie estaban muy bien combinados.
Monstruos, princesas, alíen, cosplay y hasta animales nos rodeaban. El paraíso de Jess sin duda.
Que, hablando de ella, ya había superado a su ex con un chico vestido de diablo. Creo que no hace falta mencionar a los depravados príncipes negros que para llamar mi atención pisaban "accidentalmente" mi capa o mínimo venían a preguntarme si me protegerían del supuesto lobo.
¿Quién sería tan estúpido para disfrazarse de hombre lobo en estos días?
Saliendo de mis pensamientos, me doy cuenta que he perdido a la cuerda de raritos, me dirijo al patio trasero ya que es el único lugar que me falta por explorar.
En cuanto cruzo por la puerta de cristal alguien me sujeta por las caderas e impacto contra un pecho duro. Me pongo en modo ataque y lo primero que me pasa por la cabeza es meterle un codazo, el sujeto lo atrapa igual de rápido y fácil como me pasa un brazo alrededor de la cintura y el cuello.
Estoy de espaldas a él, contra su pecho y con una mano me tapa la boca para que no grite. Vuelvo a luchar, atinándole un golpear en la costilla que por segundos me suelto, pero aun así me arrastra hasta la cocina.
Me arrincona en el espacio hueco de la nevera y el estante de madera, y es cuando me giro metiéndole un puñetazo al cretino vestido del Zorro.
—Esperaba un "gracias" por crear el mejor chisme de la vida, no que me voltaras la cara—relaciono su voz con la de los audios y solo por eso me calmo.
—¡Agradece que no fue en las bolas! —le empieza a sangrar el labio y este lame lo poco que le brota.
—Y yo emocionado porque por fin estaríamos cara a cara.
—¡¿Secuestrándome!?
Sonríe el enfermo mental.
Sus manos enguantadas suben a deslizar la venda negra hacia arriba y ni en mis más locos pensamientos pensé ver a un chico atractivo de ojos oscuros y cabello marrón, pómulos y barbilla marcada, acompañado de una altura favorable que se yergue sobre mi evitando que otros me vean.
—Taraa.
—Tarado querrás decir.
Me cruzo de brazo.
—Siempre quise estar a esta distancia de la hermosa Nova Thompson —me jala de la cintura, pegándome más a él.
—Y ya sabes lo que dicen de mí.
—Si.
— ¿Y también sobre lo de jugar con fuego?
—Soy pirómano —Me lanza una sonrisa psicópata.
— ¿Y el pirómano de verdad creía que no me iba a dar cuenta que me utilizó? Te aprovechaste que mande a ensuciar la reputación de Diana para cobrártelas de Ethan, vaya a saber por qué.
Eso lo sorprendió.
—Chica lista.
—Como no tienes idea, Garreth.
Se le bajan los colores.
Se le borra la sonrisa al instante. Su expresión se contrae, da un paso hacia atrás sin poder creer que dije su nombre.
—Sí, se todo de ti. Ultimo año, viviste en Londres y regresaste por tu hermanita la comatosa.
—¿Qué...? —intentaba formular, pero solo balbuceaba.
— Meter la mano en el fuego sin protección es estúpido, deberías saberlo si tanto te gusta jugar con él.
Bufó molesto, desviando su mirada, sin encararme, me gustó haber cambiado los roles.
—Sí que eres una perra.
—¿No sé por qué aún se sorprenden?
Mando a desalojar la cocina al grupo ebrio que preparaba un beso de tres.
Salgo del escondite notando que ahora él está a la defensiva.
—Creías conocer todo de mí. Aceptaste el trato con la idea de intimidarme y seguramente chantajearme con decirles a todo que fui yo la que inventó el rumor, pero terminaste cagandote en los pantalones —sonrío para mis adentros cuando no lo niega.
» Nadie sabe tu identidad y si lo hicieran te tirarían del techo por todo lo malo que te han mandado a hacer. Así que, me guardaras el secreto con respecto a Diana y a toodo lo que haga a partir de ahora, y yo guardo el tuyo.
Mi descaro le tensa la mandíbula.
—Tranquilo, que si tú no me fallas yo tampoco. ¿Cuates?
Me mira la mano y el odio que chispea de ellos me divierte.
—¿Qué mierda quieres? —estrecha mi mano.
—Por ahora nada —mire a la cumpleañera bailando en la sala—. Pero sí que me investigues a McCarthy.
— ¿A cuál?
Era obvia la respuesta:
—A ambos.
—Bien —escupe, volviendo a ponerse el antifaz.
—¡Que disfrutes la fiesta!
Se da la vuelta alzándome el dedo medio.
Que buen sujeto.
Salgo al patio trasero donde todos se dan cuenta de mi llegada por culpa de Jess.
— ¡Nova!
Esquivo a quienes bailaban y los que se habían pasado de copas. Sentía una mirada siguiendo cada uno de mis movimientos. Preferí ignorarlo.
— ¿Dónde estabas? Se supone que no te separarías de nosotros.
Preferí no decir nada.
En cuanto me siento, Necio de Romeo Santos empieza a sonar agitándome cada fibra. Desde la primera vez que la escuche, la bachata es lo único que me hace sentir viva. Me sobraran las ganas de bailar, pero no tenía con quien. No se me antoja con alguien que me esté pisoteando los pies.
Editado: 27.04.2024