Los secretos de Nova.

CAPÍTULO 22.

Decisión final.

— ¿Qué hay entre tú y Brayden? —dice Jess entusiasmada, y la miro con la cuchara de helado a medio camino

«Brayden y tú.» Me molesta cuando utilizan mal la gramática.

Y ahora me molesto más conmigo mismo por molestarme por eso y no por el contexto.

—No hay nada entre él y yo.

Me levanto buscando a Beta desde el rincón y me tiro en la cama con el conejo en brazo.

— ¿No son novios?

— ¡No! —Respondo con asco— ¿Por qué lo dices?

—Porque es lo se dice. Aparte que se han visto juntos últimamente en el colegio.

Mis ojos se abren aterrada, pero más que todo sorprendida.

—Ya no es un secreto que ambos están juntos en la academia esa de bachata y que él es tu compañero.

Ruedo los ojos.

—Solo dice que está "enamoradísimo" de mí—hago comillas con mis dedos y arrugo la nariz.

Jess suelta otro de sus dramáticos gritos emocionada, interrumpiéndome completamente mientras las galletas son arroja por la emoción.

— ¿Y lo dices así? ¿Cómo si nada?

— ¿Qué esperabas? ¿Qué me pusiera a saltar en la cama como lo que acabas de hacer?

—Algo así—afirma, sin bajarle el volumen a su tono—. ¿Y qué harás con respecto a eso?

— ¿Cómo que qué haré con respecto a eso? Nada. Ignorarlo. Tampoco es que le daré mucha importancia. Él no me gusta.

Poco a poco se fue sentando nuevamente en la cama, frente a mí, con una expresión afligida. Me miraba fijamente esperando a que dijera algo, más nada salió por mi parte.

—No deberías tratarlo así—me acusa, haciendo una especie de puchero—. Él no tiene la culpa.

—Es mi problema el cómo lo trate. No es a ti a la que acosan ni tiene un chicle pegado en el culo.

Vuelvo a darle un trago a la botella de refresco, y me ahogo después de su "consejo".

— ¿Y si intestas superar a Adrián?

Se tuvo que pasar la sabana por la cara cuando gran parte del refresco que escupí cayó en ella, graciosamente también borrándose accidentalmente una ceja al limpiarse. Tarde segundos en controlar la tos que el casi ahogamiento provocó. La miro enojada y su expresión cambia a una aterrada.

Le lanzo patada que hace que se termine cayendo de la cama.

—No quiero involucrarlo y que luego termine lastimado.

Su risa para y apoya sus brazos en la cama.

— ¿Te importa lo que piense? —susurra, más como una afirmación que como una pregunta.

— ¡Por supuesto que no!

—Noo, claro que no. Porque estar esparramada en tu cama y tomando una botella de refresco como cerveza mientras me dices que no quieres lastimarlo, no significa que te importe.

Me inclino para hacer como que la pateare de nuevo, pero ella se separa de la cama y pone sus brazos en X tapando su rostro.

—Solo no quiero involucrarlo—me enderezo, y abro otra bolsa de frituras.

Brayden no me importa, solo no quiero que nadie sepa lo que pasó y mucho menos termine lastimado cuando el momento llegue.

Además...

—Me está empezando a agradar.

—No... —vuelve a sentarse en la cama y pone su mano en mi pierna, me mira compasiva y con una leve sonrisa dice lo que temo—, ya lo involucraste.

Puede que sea un problema. Uno grande.

Miro a Beta que olfateaba las frituras.

— ¿Qué hora es? —extiendo mis brazos hacia arriba y estiro la espalda.

—Son las cuatro.

Me levanto dejando claro que hasta aquí se acabó el tema y me dirijo a mi armario quitándome la ropa en el camino.

— ¿Qué ocurre?

—Me tengo que ir a la academia. Ten—le tiro las llaves—, quédate aquí y cuida a Beta. Solo serán dos horas. Si llega mamá ya sabes qué hacer.

—Hacerle compañía.

—No molestarla —repito.

Me puse los pantalones y apenas salgo de la casa un auto gris se estación en mi porche.

— ¡Nova, te llevo!

Me quedo de pie, a unos metros de Brayden.

Lo miro sin saber que pensar, se encontraba en el porche de mi casa, no como en las películas sentado en el capo de su carro con campera de cuero, no. Está sentado dentro de en su auto y como los vidrios no eran precisamente ahumados se podía ver a la perfección su postura relajada esperando mi respuesta.

El "Te llevo" había sonado más a una orden que a sugerencia.

Respiro hondo.

Aceptando.

Tengo flojera.

Camino hacia él y abro la puerta copiloto sentándome. Brayden esboza una sonrisa triunfal y el auto se mueve en vía a la academia.

Sin nada más que hacer aprovecho de inspeccionar cada detalle. Todo es de un color crema, sorprendentemente ordenado, limpio y huele a papas fritas. Me detengo en el portavaso donde había un paquete de ellas.

—Si quieres lo agarras—se lleva una a la boca y yo igual—. Ah, claro, también puedes agarrar papitas.

Una risa malpensada salió de mí de forma involuntaria.

El carro entra en curso y Brayden tuvo que frenar de golpe.

—¡IMBECIL! —le grita Brayden, a la camioneta que casi le vuela el retrovisor—. ¿Estás bien?

Asiento un poco ida.

—¿Podríamos irnos en bus?

—¿Qué? ¡no! Vamos en mi carro, no creo que tu vecino se nos vuelva a atravesar.

Ese no es mi vecino.

—Conduce con cuido, por favor —fue lo único que logre decir.

—Tranquila —me ve poniendo el cinturón de seguridad—. Sera que se estaba cagando para conducir a esa velocidad.

Apoyo la cabeza en la ventana. Por unas calles nos mantenemos en total silencio hasta que llegamos.

Salimos del auto y automáticamente me quedo estática cuando entro a la academia, viendo como las niñas de ballet se contorsionaban de una forma anormal.

—Auch—escucho a mi espalda. Brayden al igual que yo veía como la profesora Fiby se estiraba junto con las niñas.

Cuando llegamos al segundo piso nos dimos cuenta que el ambiente era un tanto diferente, las personas, sus miradas y sus incesantes murmullos no eran normales. Algo pasaba. Carlos estaba sentado en su escritorio con su teléfono en manos como si nada.



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En el texto hay: romance, secretos, drama

Editado: 27.04.2024

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