Los secretos de Nova.

CAPÍTULO 48.

Bajo la luna.
Parte II.

 

No sé qué es peor. Si el ambiente, la situación, él o lo que dijo Wilbur que sigue haciendo eco en mi cabeza.

—Te estaba buscando —dice Brayden.

—Y yo escondiéndome.

Su figura se yergue sobre mí. Cruzo los brazos por encima de mi cabeza para ver la camisa de raya que le queda ajustada, el cabello rubio lo tiene desordenado y la luz de luna le quita el aura inocente, o por lo menos así lo siento yo.

—Diana está visitando a Chris —comenta.

—Qué bueno.

—Edipo mordió a Zeus y ahora están en el veterinario.

—Espero no se muera —ladea la cabeza, sarcástico, esperando mi verdadera respuesta—, o si, igual el dueño seguirá jodiendo.

Esboza una sonrisa que hace que me levante de la silla yendo hacia él. Mis labios se curvan con cada paso hacia atrás que da y lo freno cuando llega al borde de la piscina.

Acaricio su camisa trazando las líneas de abajo hacia arriba, provocando que su respiración se acelera y es en su pecho donde me quedo quieta.

Sus manos suben y bajan sin estar muy seguro de que hacer. Las palabras se repiten impulsándome a enredar mis dedos en su cabello, hundir la cara en su cuello e inhalar su colonia.

Huele bien. Dulce. Suave. Me hacer sentir tranquila.

—Brayden, mañana es el día.

La frase me queda en la boca cuando se inclina a besarme, me jala por la cintura y su contacto me quema la piel.

—No tengas miedo, haz llegado tan lejos, no puedes echarte hacia atrás.

—¿Y si no funciona?

Brayden sonrió.

—No creo que algo que haya pensado salga mal.

El viento frio lo empeora todo y por un momento me pasa la mano por la mejilla, apartando los mechones que lo molestan. Me coge de la cara atrayéndome aún más hacia él. Sus labios separaron los míos con mucha facilidad, me besa sin la timidez con la que comenzó y sin el deseo voraz que le suelo añadir yo.

Era... ni yo misma podría decirlo, pero era un roce dócil, inofensivo. Bueno.

Enterró los dedos en mi piel desnuda y aquello fue como un toque que nos prendió a ambos, a mí. Le digo adiós al romanticismo, eso nunca fue lo mío.

Me aparte viendo como abría los ojos como un bobo, con los labios todavía entreabiertos, hinchados, asombrados por el resultado.

— ¿Caliente? —pase la punta de la legua por su labio.

No deje que respondiera, arrase con su labio inferior mordiéndolo, atrayendo a mí para empujarlo de espalda al agua. El impacto fue fuerte, causando un sonido doloroso que salpicó mis piernas.

—Pero ¡¿qué?!

Me rio de su cara en tanto me quito las sandalias de un puntapié. El agua fría ocasiona un escalofrío que me recorre todo el cuerpo. Me adentro intentando adaptarme a la temperatura helada sin quitarle la mirada de encima.

Mis ojos viajan por la piel de su cuello mojado, el cabello húmedo gotea en sus ojos, la camisa se le pega al cuerpo y me sumerjo nadando bajo el agua.

No necesita mover las piernas y eso me facilitar tocar lo que se me dé la gana cuando emerjo y él da un paso hacia atrás de la sorpresa.

— ¿Qué? ¿No te gusta que te toque?

— ¿Otra vez estas borracha?

No respondo. Tengo muy buena resistencia al alcohol y eso es lo malo, que tengo los cinco sentidos y estoy consciente de lo que hago. Lo que paso la última vez fue culpa de la droga.

—¿Qué te pasó en la espalda? —pregunto.

—¿A qué te refieres?

—En la casa de tu abuela vi una cicatriz, de una operación severa —paso un dedo por su columna sintiendo como se tensa—. En la cervical no hay rastro por lo cual no fue una caída en la escalera.

» No hay secuelas en otras partes de la espalda, brazos o piernas. Por lo que tampoco fue un accidente. ¿Fue tu padre?

—¿Que?

—Tu padre. ¿Fue Abraham el que te golpeó hasta el punto de destrozarte la columna con una cicatriz de casi 20 centímetros?

Niega con la cabeza.

—Mi hermano —«Christian»—. Habíamos peleado. Discutimos, fuerte, Diana es la que más salió perdiendo porque en el calor del momento yo solté lo del embarazo

—¿¡Que!? —me aparto, pero el vuelve a abrazarme.

—Cálmate —se ríe—. Era psicológico. El chico con el que había estado jugó con ella y toda la rabia que sentía se acumuló. En ese entonces no sabíamos que no era real, por lo que subió, la despertó y...

—¿Y la golpeó?

—Él jamás se atrevería, pero de cualquier forma intenté calmarlo. Él se fue de la casa, papá en ese entonces no estaba, no me acuerdo por qué, pero Gabriela sí, me pidió que fuera a buscarlo. Lo encontré no muy lejos, corrí, lo seguí, le grité hasta que me cansé y lo mandé a comer mierda cuando se negó a regresar. Pero...

—Pero ¿qué? Deja las pausas dramáticas.

—Terminaste siendo más curiosa que yo.

Golpee su pecho para que continuara.

—Unos tipos intentaron asaltarme. Me escuchó pedir ayuda e intentó defenderme, pero cuando me empujaron y caí sobre una pila de ladrillo eso... dolió. Dolió mucho. Estuve 4 meses en coma, 9 meses en cama y otros 5 meses de rehabilitación. Carlos me inscribió en la academia para continuar con la terapia.

Un año y medio.

Por eso es mayor que yo.

—¿Cuando sucedió eso?

—Cuando tenía 16, Christian 19 y Diana 13 —quise sepárame para formular una pregunta, pero él volvió a jalarme—. Sí, lo fue, él era un amigo de Chris. Y aunque Diana lo negó en ese entonces, el juez no lo pensó dos veces cuando lo declaró violación de menores; aún está en la cárcel y cuento los días para que salga y darle su merecido.

Acaricie su rostro, depositando un beso en sus labios.

—Gracias por decirme.

—Gracias por interesarte en mi vida.

No retrocedió cuando volví besarlo. El contacto ya no es como antes. Mi perversidad se le está pegando por lo que sonríe en medio del beso cuando enrosco los brazos en su cuello.



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En el texto hay: romance, secretos, drama

Editado: 27.04.2024

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