- Violeta -
Hoy me encontraba extrañamente... desocupada. Tenía trabajo, pero no era excesivo a comparación de otras ocasiones. Si se preguntan porque, se debe a que estos días he estado enfrascada trabajando prácticamente desde el amanecer hasta el anochecer. Y es que esa ha sido la única medida viable que encontré para apartar mi mente del enredo amoroso en el que me he metido y así no terminar arrancándole los pétalos a una pobre margarita por la clásica frase cliché de me quiere, no me quiere. Aunque en este caso sería, quiero a Jared, quiero a Sebastián; no, definitivamente no quiero caer en eso, no sirve.
"Pero si el martes te acabaste una docena de margaritas por andar jugando a eso"
¡No estaba jugando conciencia! Era solo una estrategia.
Y fue justamente ahí donde me di cuenta que no servía para nada ¡¿Pueden creer que terminaron empatados?! Si, tal como lo acaban de leer, 6 margaritas terminaron del lado de Jared y las otras 6 de lado de Sebastián. Pareciera que el universo se ha alineado para conspirar en mi contra que ni las flores quieren ayudarme.
"La culpa no es de las flores sino tuya, que estas como el perro de las dos tortas. Ni comes, ni dejas comer"
La neta mejor ya callate.
En fin, ¿Que les estaba diciendo? Ah sí, el caso es que después de mi chasco con las flores opté por ahogarme en trabajo y así no tener que tomar una decisión. Llámenme cobarde si quieren y tal vez si lo sea, pero les aseguro que estarían igual que yo ¿A quién elegirían ustedes? Bueno, no importa, al fin y al cabo es mi problema y por ende mi elección.
¡¡¿Pero porqué es tan difícil elegir?!!
Dejo caer mi cabeza en el escritorio y aunque me duele no le presto atención.
"Haber si así se te acomodan las ideas"
Esta vez sí estoy de acuerdo con mi conciencia, pero no creo que chocar mi cabeza con la madera sea suficiente, creo que voy a necesitar que me atropelle un tren.
Toc, toc, toc... Los golpes en la puerta me distraen de mis planes suicidas.
- Adelante - mascullo sin ganas
Escucho la puerta abrirse pero no doy ni para alzar la mirada, la puerta suena esta vez cerrándose seguido de algunos pasos acercándose. No tengo ni una jodida idea de quien sea, pero no me importa, solo quiero que se vaya.
Siento unas manos posarse en mis hombros haciendo mi cuerpo tensarse a la vez que se acelera mi corazón y todo mi cuerpo lo siento arder. No necesito ser adivina para saber quien es, ya mi corazón lo ha reconocido. Jared empieza a masajearme con delicadeza, moviendo sus manos entre mis hombros, cuello y espalda. Suelto un jadeo involuntario al sentir sus dedos meterse por debajo de mi camisa de seda y logro escucharlo gruñir en respuesta.
- ¿Estás muy estresada? - me susurra al oído con voz ronca
- Un poco - respondo nerviosa
- Tranquila, yo te ayudo a relajarte - me dice para luego besar mi cuello
Empieza a dejar besos húmedos por todo mi cuello mientras mueve mis hombros en círculos. Yo no soy capaz de negarme ante su delicioso "masaje", inconscientemente muevo mi cabeza de un lado a otro y sujeto mi cabello para darle un mayor acceso a mi cuello.
¡Dios, que bien se siente esto!
Tengo que morderme los labios para no chillar al sentir que se aleja, pero me es imposible contenerlo cuando inclina la silla haciéndola girar y me levanta entre sus brazos. Sin decir nada me lleva hasta el diván acostándome en el, se arrodilla a mis pies y me quita las zapatillas marrones que estaba usando. Continúa con el masaje pero esta vez desde mis pies hasta llegar a las rodillas y rozar el borde de mi falda, todo eso sin despegar sus ojos de los míos.
Decir que sus caricias son excitantes sería poco, en estos momentos sus manos son como carbones ardiendo y mi piel es una simple hoja de papel. Cuando siento que esta sesión de masajes no puede llegar más lejos, lo veo bajar la cabeza para esparcir besos en mis piernas.
- ¿Qu, que... haces? - alcanzó a decir
- Te consiento - responde entre besos y beso
Su mano derecha no deja de acariciar mi pierna izquierda, mientras que sus labios pasan por la planta de mi pie derecho, besando desde el talón hasta cada uno de mis dedos, algo que me hace reír y retorcerme un poco. Después sigue subiendo por el empeine, el tobillo y hasta llegar a mi rodilla. Me tenso al pensar que podría hacer a partir de ahí, pero contrario a lo que mi mente cochambrosa se pudo haber imaginado. Jared continúa besándome, pero esta vez en mi mano derecha. Claro, que sus manos no hicieron lo mismo, pues la que aún estaba en mi otra pierna siguió subiendo muuuy lentamente por encima de la tela, acariciándome hasta la cadera.
Como él bien lo dijo, yo solo me deje consentir. Estaba tan ensimismada en lo que sentía, que ni siquiera me percaté de que Jared se había estado subiendo sigilosamente al diván. No fue hasta que llegó a mis labios, que me di cuenta que lo tenía sobre mi cuerpo, sujetando con firmeza mi cintura. Solo ahí supe lo que estaba pasando, todos sus movimientos tenían un solo propósito y este era terminar haciéndome el amor.
Eso es jugar sucio.
Pero ese juego yo también sé jugarlo. Razón por la que sujeto su cabeza con mis manos y jalo con fuerza su cabello, algo que lo provoca a incrementar la fuerza de sus besos. Sus manos van hasta mi espalda atrayéndome más a él, si es que eso es posible. De igual manera, enredo una de mis piernas con la suya acariciándola con mi talón, haciendo que él gruña de placer. Estoy jugando con fuego, pero no me importa, esta vez seré yo quien tenga el control de la situación y sé que lo he conseguido cuando le muerdo el labio inferior y su cuerpo tiembla sobre el mío.