NAMHARA: Prólogo – Donde el Viento Guarda Nombres

El primer paso en el desierto no suena.

No hay eco, no hay sombra,
solo el silencio extendido como un dios dormido bajo la arena.

Dicen que Namhara empieza donde el mundo olvida la palabra “agua”,
y termina donde el alma aprende a escuchar el viento.

He llegado aquí siguiendo un rumor,
una voz antigua que prometía historias entre las dunas.

El sol cae como una sentencia,
y cada grano de arena brilla como si guardara un recuerdo.

El aire tiene sabor a cobre y distancia.

Algunos lo llaman reino.
Yo lo llamo herida.

Porque el desierto no pertenece a nadie,
pero reclama a todos.

He visto montañas que se deshacen como espejismos,
y huellas que desaparecen antes de ser recordadas.

Aquí, hasta el tiempo se rinde:
el pasado se disuelve, el futuro se seca,
y solo el presente respira con el pulso del calor.

Dicen los nómadas que Namhara escucha,
que el viento recoge las voces de los muertos
y las arrastra por siglos,
buscando a quien tenga el valor de oírlas.

Quizá por eso estoy aquí.

Para escuchar.
Para recordar.

Para ofrecer mi voz a un reino que no tiene eco…

y que, sin embargo, aún canta.