Epílogo de Namhara – El Corazón del Viento

He recorrido Namhara de sol a sombra,
de palabra a silencio,
de vida a eco.

He visto cómo la arena devora los nombres,
pero también cómo los guarda,
como una madre que no olvida a sus hijos,
aunque los llame por otros rostros.

Aquí todo lo perdido respira:
los reyes sin sombra,
los espíritus del viento,
los mercaderes que vendieron su destino,
las reinas que desafiaron al cielo,
y los amantes que se negaron a morir.

Todos viven, invisibles,
en la misma canción que el desierto canta cuando nadie lo escucha.

Porque Namhara no es arena ni fuego,
es memoria viva,
el latido que queda cuando el mundo se calla.

Y ahora, que mis pasos se alejan de sus dunas,
siento que algo de mí quedará aquí,
atrapado entre los vientos,
repitiendo las historias que me confiaron los fantasmas del sol.

*Oh Namhara, madre de espejismos,
guardiana del olvido y la esperanza,

deja que mi voz te acompañe un poco más,

hasta que el viento encuentre otro nombre que cantar. *

Me iré,
pero tú seguirás,
esperando a los que aún se pierden,
a los que aún creen,
a los que aún aman sin ser recordados.

Y cuando la noche me cubra
y el laúd calle por fin,
sabré que el viaje no termina:

porque mientras haya viento…

Namhara aún sueña.