Los Secretos Del Desierto: * Ecos De Los Cuatro Vientos *

SOLANTRE: Prólogo – El Reino Del Silencio Blanco

Dejé atrás los bosques de Holaguare,
donde el aire tiene perfume de raíces y los sueños germinan bajo la niebla.

Crucé las tierras que alguna vez fueron verdes,
hasta que el color comenzó a desvanecerse,
como si el mundo olvidara poco a poco cómo respirar.

Al norte, donde el horizonte ya no arde,
se alza Solantre
el reino de la nieve eterna,
donde el tiempo se detiene y la vida camina despacio para no quebrarse.

Dicen que aquí el sol solo es una herida pálida en el cielo,
y que la luna brilla con la luz prestada de los muertos.

Las montañas respiran en silencio,
los lagos duermen bajo el hielo,
y los hombres aprenden desde niños a no desperdiciar palabras,
porque cada aliento robado al frío puede ser el último.

He visto aldeas construidas con cristales de escarcha,
donde las campanas no suenan, sino tintinean como copos golpeando el aire.

He escuchado rezos que no piden favores,
sino memoria,
porque en Solantre se teme más al olvido que a la muerte.

Aquí, los corazones laten despacio,
como si temieran derretirse.

Y, sin embargo, bajo tanto hielo,
siento un calor antiguo, escondido,
la chispa de algo que aún no se rinde del todo:
la esperanza.

Algunos dicen que Solantre fue alguna vez un jardín,
hasta que los dioses, cansados del ruido de los hombres,
lo cubrieron de nieve para escuchar sus pensamientos en paz.

Otros aseguran que su hielo no castiga,
sino preserva:
guarda los juramentos rotos,
las lágrimas no derramadas,
los nombres que el viento no quiso llevarse.

Yo he venido a buscar esas voces.

Las que quedaron atrapadas en la escarcha,
esperando a que alguien las recuerde.

Porque incluso en el silencio más puro,
hay una historia que no quiere morir.

Y mientras mis dedos puedan rasgar las cuerdas del laúd,
prometo darle sonido al frío,
nombre al olvido,
y calor al invierno de Solantre.

Que los copos caigan, entonces.

Que se abran las montañas de hielo.

El trovador ha llegado,
y su voz,
aunque temblorosa,
aún lleva fuego en el pecho.




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