“Esa noche… esa noche por primera vez tuve miedo”
Aún recuerdo el sentimiento de espanto que llegó a mi cerebro cuando mi corazón le gritó que tenía motivos, que era vulnerable ¡¡que debía tener miedo!!!
Había perdido absoluta y completamente el control al dejarse envolver por la simpleza de los sucesos; y las líneas de comunicación con la razón agonizaban víctimas de algún sutil secuestro…
Esa vez solo hubo sorpresas, estupor, miedo… pero no llanto; pues la risa, los sueños, las desilusiones o las lágrimas serían consecuencias de los desvíos del tiempo.
“Impotente”, eso era… Frente a mí una última defensa, un último muro tras el cual buscar refugio; mis esperanzas puestas en un tímido rezo:
—Señor, por favor, cuida mi corazón —aún tiembla mi voz al recordar el desespero en aquellas palabras que retumbaron en mi mente aunque no se volvieron sonidos.
Aquella pequeña oración, unida a la esperanza de seguridad que consideraba debía proporcionarme ,conformaron por mucho tiempo el título de mis tristezas y mis desvelos; porque hoy solo una cosa entiendo, lo lejos que estaba yo de percibir cómo se cumpliría la promesa que tras ella había nacido…
Si, aún trato de entender, aún recuerdo, aún me aferro a:
— “Dice el Señor…yo cuido tu corazón”
Bueno, como ves este no es el principio, el día de el: “¿y si no hubiera pasado…?”; pero como para ti empezar estás líneas significan el inicio de lo que pasó hace ya tanto tiempo, para mí aquella fue la noche en la que mi corazón empezó a susurrarme: “La Historia de las Pequeñas Coincidencias que quizá nunca debieron haber comenzado”