Los secretos que nos unen

Capítulo 9 | Una auténtica mierda

9 | Una auténtica mierda

 

Reagan y yo nos hemos estado ignorando durante toda la mañana. No es como cuando Grace se enfada que se esfuma de la faz de la tierra, y hace como si ni siquiera nos conociera. Nosotras somos más de hacer como que la otra no está presente, aunque nos respondemos la una a la otra cuando estamos solas —más que nada porque el silencio que se forma entre nosotras se vuelve incómodo, a diferencia de cuando no estamos enfadadas. Al menos no solemos tardar demasiado en dar nuestro brazo a torcer.

Cuando salgo no hay ni rastro ni de Grace ni de Reagan, también es verdad que me he entretenido por el camino antes de salir. Tampoco estaba Tyson, aunque su ausencia es la que menos me sorprende porque siempre es el primero en marcharse a casa después de clase. El único que está siguiendo su rutina diaria es Tyler que está justo al otro lado de donde estoy con Bri.

Como de costumbre, me apoyo en la barandilla, como si realmente estuviera esperando a alguien, aunque en realidad solo estoy esperando a que el instituto se vacíe para ir a buscar a papá. Total, tengo que esperar a que sean las cuatro.

—¡Alex! —Escucho mi nombre a mis espaldas, como si la persona que me llama se alegrara de encontrarme por fin.

Cuando me giro, me sorprende descubrir que la persona que me busca es Lori. Lleva el pelo recogido en una trenza, que muy seguramente comenzó siendo una coleta alta, con algunos mechones rebeldes de tono rubio. Me sonríe ampliamente, como la última vez que nos vimos, y al observar a su alrededor una mezcla de alivio y quizás un leve destello de decepción, ya que pensaba que vendría de acompañada Don Quijote y su escudero, pero no es así. Ella, en cambio, parece que se siente contenta de verme.

—Pensaba que ya te habrías ido —confiesa, llevándose una mano al pecho —. ¿Recibiste el mensaje?

—Sí, claro —le respondo. —. A las cuatro en el salón de actos.

—¡Genial! —responde —. ¿Nos vemos allí?

Asiento en respuesta, mientras ella parece que está contiendo el impulso de abrazarme. Hace un pequeño gesto de despedida antes de descender los escalones de la entrada y perderse rápidamente de vista.

Miro un momento hacia donde está mi primo que le da un beso corto a Bri antes de darle una nalgada cuando le da la espalda. Madre mía. Bri se gira y se ríe antes de seguir bajando los escalones.

—¿Dónde están? —pregunta como si realmente no hubiera estado presente en la comida, y estaba allí, con Bri, lo cual podría explicar su falta de atención por las cosas que pasan en todo su cara.

—Grace está enfadada con Reagan, y Reagan y yo estamos peleadas —le recuerdo —. Bienvenido a la Tierra, Ty.

—¿Por qué has salido?

—Porque, aunque te sorprenda, no me gusta estar todo el día en el instituto.

Tyler responde con una risa burlona antes de colocarse las gafas de sol y sacar un cigarro de la cajetilla del bolsillo de su chaqueta.

—Estás aquí porque quieres —afirma con una sonrisa socarrona —. Ven a casa y luego te traigo, a tiempo para que te vayas con tu padre.

—Eres muy amable, pero tengo que estar aquí a las cuatro porque accedí a ayudar con el dichoso baile.

La risa de Tyler resuena por todo el aparcamiento, incluso echa a volar una bandada de pájaros que están cerca.

—Es coña, ¿no? —Al ver que no lo niego vuelve a reírse.

—¿Crees que por participar en esta gilipollez tendré que ir a baile de graduación? —pregunto, cuando la risa de mi primo enciende todas las alarmas ante esa posibilidad.

Llevo meses resistiéndome a la idea de ir al baile de graduación. En casa, es un tema tabú en casa porque Alice lleva meses insistiendo en que hay que encontrarme el vestido perfecto—porque no puede ser uno cualquiera, tiene que ser uno que “resalte mi figura”—, Nana quiere las dichosas fotos al pie de la escalera con mi apuesto acompañante. Incluso Sherry se ha ofrecido a peinarme. Por no hablar que mis amigos no dejan de hablar de lo increíble que será el baile y la fiesta de después. Incluso Tyler ha reservado una habitación de hotel para pasar la noche con Bri.

—Supongo que tendrás que servir el ponche o algo así —dice Ty encogiéndose de hombros con una sonrisa burlona en la cara. —. Si alguien llega con una petaca, déjale que haga su magia.

—Cállate —digo dándole un golpe en el brazo.

—¿Nos vemos luego? —pregunta después de soltar otra carcajada.

Está claro que no le he hecho ni cosquillas.

—Claro, probablemente necesitaré que me lleves a casa —respondo con mi sonrisa más angelical a sabiendas de que no dirá que no.

—Vale —dice rodeándome con el brazo y dejándome un beso en la cabeza.

Caminar por el instituto cuando se supone que no deberías estar allí tiene su encanto. Puedo entretenerme tanto como quiera en el camino porque no saldrá ningún profesor de turno para pedirme el pase para el baño o preguntarme si no tengo clase.

Sé que mi padre está en su clase y que es probable que cuando llegue me haga sentarme en una de las mesas para además de comer juntos tener “la conversación”. Una de tantas en realidad. Pero en este caso es la que habríamos tenido si Ty no hubiera estado en casa, y que tampoco habría tenido lugar si desde un principio no hubiera estado en casa. Sí, vamos a hablar de Aiden, y de mi compañía en el viaje a la nieve. Es muy probable que me pregunte por Beau, el porqué de repente he pasado de no hablar con él a que mi primo insinúe que hay algo de lo que hablar. Es probable que también insista en las pruebas de atletismo, en las actividades extraescolares, pero tengo un As en la manga: el comité del baile.




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