Los Seis del Último Día

CAPÍTULO 8: LA TRAICIÓN EN EL SENADO

La reunión del Alto Mando se celebró en la Ciudad Subterránea de Helix Prime, el último bastión político donde el gobierno internacional aún funcionaba con algo parecido a orden.

Los Seis fueron llamados como testigos y ejecutores.

En la cámara circular del Senado Mundial, rodeados de pantallas y seguridad reforzada, la tensión podía cortarse con un suspiro.

El presidente en funciones, Maalik Serano, hablaba con voz tensa:

—La pérdida de Andros no puede quedar sin respuesta. El mundo necesita ver que aún hay control.

Orien cruzó los brazos, la mirada fría.

—¿Control? Perdimos una ciudad completa. La enterraron en el tiempo como si nunca hubiera existido. ¿Y su prioridad es la imagen?

—Mi prioridad es que no cunda el pánico.

Lyra avanzó un paso. Sus palabras eran hielo puro.

—Ya cundió.

Kael se mantenía en las sombras del recinto, observando. Algo no cuadraba. Las cámaras de seguridad no coincidían con los movimientos de evacuación previos al ataque de Andros. Alguien sabía lo que venía… y no hizo nada.

Juno detectó una anomalía en la red del Senado.

—Hay un archivo encriptado. Acceso de emergencia... autorizado por nivel Zeta.

Zeta.

Solo un miembro del Consejo de Defensa tenía ese acceso: Senador Markus Veldt.

—¿Dónde está Veldt? —preguntó Nova, lista para correr.

Nadie respondió. Pero Ronan levantó la cabeza.

—Ahí está.

El senador Veldt entró al recinto. El hombre estaba demacrado, con la piel tensa sobre los huesos, como si no hubiera dormido en semanas.

—¿Por qué…? —empezó Juno.

Veldt los miró con ojos vacíos.

—Vi el futuro. En los datos. En los algoritmos. No podemos ganar. Pero Kharon… Kharon me ofreció una salida.

El silencio fue absoluto.

—¿Qué le diste a cambio? —preguntó Kael con voz grave.

—Coordenadas. Planes. Nombres.

—Traidor —escupió Ronan.

—Realista —respondió Veldt—. Él va a consumirlo todo. Pero me prometió que podría conservar una parte de mí. Mi conciencia. Mi legado.

Orien lo tomó por el cuello y lo alzó sin esfuerzo.

—¿Tu legado? Acabas de condenar medio planeta.

—Ya estaba condenado.

Lyra intervino.

—Déjalo. No vale la pena.

Veldt sonrió, incluso cuando la luz se desvanecía de sus ojos.

—Pronto lo entenderán. Cuando él los mire, también lo sabrán.

Kael se giró lentamente hacia las pantallas. Una transmisión sin origen había comenzado a filtrarse en todas las señales. Un rostro imposible. Un vacío dentro del universo.

Y una palabra, dicha sin voz:

“Elegidos.”

El Senado entero cayó en pánico.

Pero los Seis no.

Porque ya sabían que no estaban luchando contra un enemigo.

Estaban luchando contra un destino que se había escrito con desesperación.

Y el tiempo para evitarlo… se acababa.




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