Los Seis del Último Día

CAPÍTULO 9: SOMBRAS BAJO LA PIEL

La misión era clara. Entrar. Recuperar el archivo. Salir.

Pero para Kael Draven, todo en esa base subterránea le sabía a recuerdos… y a sangre.

La instalación Helix-Z12, ubicada bajo las ruinas de Nueva Kiev, fue su hogar durante años. No por elección. Por condicionamiento.

—¿Estás bien? —preguntó Ronan, detrás de él, con su enorme cuerpo cubriendo la entrada.

Kael no respondió.

El pasillo por el que caminaban tenía paredes metálicas y luces tenues, exactamente iguales a las de sus pesadillas.

Habían venido por una base de datos que contenía los registros más antiguos del Programa Iniciativa, el proyecto gubernamental que había creado a varios superhumanos… incluyendo a Kael.

Juno y Nova estaban en un acceso lateral, tratando de distraer los protocolos de defensa automática. Orien y Lyra se habían quedado arriba, vigilando el perímetro.

Pero este era el infierno de Kael.

Un chirrido metálico. El eco de pasos. El zumbido de una voz grabada:

“Unidad Sombra 07, reporte al laboratorio.”

—Ese era yo —murmuró Kael, deteniéndose—. Esa voz… me decía cuándo matar. Cuándo dormir. Cuándo dejar de sentir.

Ronan lo observó en silencio.

—¿Quieres que vaya yo solo?

—No. Este es mi pasado. Y quiero verlo morir conmigo.

Llegaron al núcleo de control. Pero allí no estaba el archivo.

Estaba el Dr. Yurek Hesse, el arquitecto del proyecto.

—Kael —dijo con una sonrisa seca—. Sabía que vendrías. Como un perro que vuelve al amo que lo marcó.

Kael apretó los dientes. Su sombra se agitaba como un animal contenido.

—No soy tuyo.

—Claro que lo eres. ¿Cuántos mataste por mi orden? ¿Treinta? ¿Cincuenta? ¿Y crees que eso desaparece solo porque ahora juegas al héroe?

—No juego. Y no soy un héroe —murmuró—. Pero esta vez... yo elijo a quién le apunto.

Ronan avanzó, pero Kael lo detuvo con una mano.

—Esto es mío.

Se acercó a Hesse, paso a paso.

—¿Sabes qué me hizo libre? No fueron los años fuera. No fue el equipo.

Hesse rió.

—¿Entonces qué?

Kael activó su poder. Su sombra cubrió las paredes. Una oscuridad sólida y viva.

—Fue la primera vez que alguien me miró sin miedo.

Se giró hacia Ronan.

—Y fue él.

Con un gesto, cubrió al científico con su oscuridad.

Cuando se disipó, Hesse ya no estaba.

Solo cenizas. Y paz.

Ronan se acercó, lentamente.

—No necesitabas hacerlo solo.

Kael no respondió al principio. Luego habló, con voz baja:

—Gracias por quedarte… cuando yo habría huido de mí mismo.

Ronan sonrió con una dulzura inusual para su tamaño.

—Ya no estás solo en la sombra, Kael.

Y juntos, salieron hacia la luz.




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