Los Seis del Último Día

CAPÍTULO 12: LABERINTO DEL DIOS

El desierto del Témenos Rojo no tenía coordenadas. Solo leyendas.

Allí, según antiguos textos, se encontraba una estructura anterior a toda civilización humana: el Laberinto del dios, una prisión construida en otra era, por manos ya extintas.

Orien, Lyra, Pulse y Ironshade viajaron en una aeronave sigilosa, guiados por datos obtenidos del archivo robado en el capítulo 9.

—Si esto es real, puede que descubramos de dónde viene Kharon —dijo Juno, ajustando su escáner.

—¿Y si no queremos saberlo? —preguntó Kael.

Lyra estaba en silencio. Desde lo ocurrido en Tarsis, se mantenía más cerca de Orien, pero también más introspectiva.

Al llegar, el sol desapareció. Como si la luz misma rehusara tocar ese lugar.

El Laberinto emergía desde la arena como una cicatriz negra. Las paredes parecían hechas de obsidiana viva, y cada esquina susurraba lenguas antiguas.

Ingresaron.

Y el mundo cambió.

El tiempo se fragmentaba dentro. A veces veían su reflejo de niños. A veces, sus propios cadáveres. Las voces hablaban en plural. Todo era eco.

“El Destructor… el último hijo del juicio… el portador de la fractura…”

—¿A quién se refieren? —susurró Lyra.

Una cámara central se abrió. Allí, sobre un pedestal, ardía un cristal oscuro.

Juno lo escaneó. Su rostro se puso pálido.

—Esto... es un registro biocósmico. Grabado en la era pre-temporal.

El cristal se activó. Proyectó una figura imponente: Kharon… antes de ser el dios del fin.

Tenía rostro humano. Voz melancólica.

“Fui creado por el universo. Mi propósito era cerrar los ciclos que se negaban a morir. Planetas, especies, eras enteras. Yo era el fin necesario.”

“Pero un día... sentí miedo. Y el miedo me hizo resistirme. Entonces me desterraron. Me llamaron abominación. Me condenaron al vacío.”

La imagen se distorsionó. La voz se volvió fría.

“Ahora yo cierro los ciclos... incluso si no ha llegado su hora.”

Orien sintió un latido. Dentro de su pecho. El cristal lo miraba.

—¿Orien? —preguntó Lyra.

—Está… llamándome.

Una nueva proyección surgió: un niño, rodeado de fuego estelar.

Era Orien. De pequeño.

Kharon lo había tocado desde que era un niño.

Kael puso una mano en su hombro.

—No estás solo. Ni marcado para destruir. Eres más que su reflejo.

Orien asintió, aunque su mirada estaba perdida en la imagen del dios caído.

Juno cerró la grabación.

—Kharon no es solo enemigo. Es... una advertencia de lo que podrías ser si caes.

Orien miró a Lyra.

—Entonces tengo que resistir.

Ella le tomó la mano.

—Y no lo harás solo.

Salieron del laberinto.

El viento cambió. Y con él, el destino de todos.




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