CAPÍTULO 13: FRAGMENTOS DEL ALMA

El mundo parecía más frágil después del Laberinto.

Orien no dormía. Las imágenes del cristal —el niño, el fuego estelar, la voz de Kharon— se repetían como una marea.
“Fui tocado desde antes de nacer.”
Esa frase no lo abandonaba.

Juno y Pulse analizaban el ADN de Orien en la base móvil del equipo. Cada muestra revelaba algo inquietante: una frecuencia de energía divina latía en su interior, intermitente… como si lo llamara.

—No es posesión —dijo Juno, con la voz controladamente neutra—. Es simbiosis. Una semilla implantada en tu alma. Kharon no solo te eligió: te moldeó.

—¿Y eso qué me convierte en su hijo? ¿Su sucesor? —preguntó Orien, tensando la mandíbula.

Lyra lo miraba desde el fondo de la sala. Sus ojos eran cautelosos, pero firmes.

—No eres lo que fuiste forzado a ser. Eres lo que decides ser ahora.

Orien la sostuvo con la mirada.

—¿Y si lo que soy… es un arma?

—Entonces somos dos.

La misión siguiente los llevó a una zona devastada en el mar de Vólskaya: una base científica oculta, atacada días atrás por criaturas de Kharon.

Allí, encontraron algo más aterrador que cuerpos:

Un espejo cósmico.

Una estructura en forma de espiral infinita que proyectaba reflejos de todos los que la miraban. Pero no eran simples reflejos: eran versiones futuras, corrompidas, desatadas.

Titan vio una versión suya cubierta de sangre. Nova vio su propio cadáver entre ruinas.
Orien… vio a Kharon con su rostro.

Cayó de rodillas.

—Es inevitable… —susurró—. Soy el final.

Lyra lo sostuvo con fuerza.

—¡Mírame! No eres él. No lo serás. Porque yo estoy aquí.

Sus palabras lo anclaron. El espejo se agrietó. Y en medio del estallido, una figura apareció.

Era Elías Korr, excomandante de las fuerzas humanas, desaparecido hace meses.

Pero ya no era humano.

Su cuerpo había sido alterado por la corrupción de Kharon. Sus ojos eran pozos de vacío. Su voz, un lamento constante.

—Lo intentamos. Lo sellamos. Pero el dios vive en todos. Vive… en él.

Señaló a Orien.

Y luego, se desintegró.