CAPÍTULO 15: EL ARTEFACTO

Las coordenadas eran antiguas, casi ilegibles.
Una sola palabra las acompañaba: “Shambhala”.

Juno rastreó la fuente hasta el Himalaya, oculto en una zona donde la atmósfera distorsionaba la energía cósmica. Según los registros de los antiguos Sabios Telúricos, ahí existía un artefacto que podía convertir la energía divina en materia física. Si lo conseguían, podrían usarlo para darle forma a Kharon… y destruirlo.

El equipo se dividió.
Blitz, Titan e Ironshade —el trío más físico— fueron enviados a la expedición. Orien y Lyra permanecieron en la base, mientras Pulse ensamblaba el canalizador.

La montaña no perdonaba.
Nevadas eternas, temperaturas bajo cero, y grietas que parecían respirar.

—¿Estás seguro que esto no es una trampa? —gruñó Ronan mientras escalaba.

—Estoy seguro de que estamos muriendo demasiado lento como para ser una trampa —respondió Nova con una media sonrisa.

Kael no hablaba. Desde la muerte de Evan, su silencio era más profundo que el hielo que los rodeaba.

Al llegar a una cueva oculta tras una cascada congelada, encontraron algo imposible: una ciudad petrificada, suspendida en el tiempo.

En su centro, levitaba el artefacto: una esfera de cristal con anillos giratorios grabados con símbolos celestes. Parecía respirar. Parecía… consciente.

—Cuidado —susurró Titan, acercándose—. Hay energía viva aquí.

Cuando Blitz intentó tocarlo, la ciudad se iluminó.
Proyecciones de antiguos dioses surgieron de las paredes, escenas de mundos destruidos, de civilizaciones que usaron el artefacto… y fallaron.

Ironshade desenfundó su cuchilla.

—Esto no fue un regalo. Fue un juicio.

A pesar del riesgo, Titan levantó el artefacto. La cueva tembló, y una ola de energía recorrió las montañas. Algo —alguien— lo había sentido.

Pero lo lograron.
El artefacto estaba en sus manos.

Y la cuenta regresiva para el Último Día, oficialmente en marcha.