Los Seis del Último Día

CAPÍTULO 18: PUNTO DE IGNICIÓN

Orien ya no era humano.

Era Aetherion.

Su cuerpo flotaba, envuelto en órbitas de energía gravitacional. Cada paso, cada movimiento, alteraba la realidad cercana. Los campos electromagnéticos de la Tierra colapsaban a su alrededor.

Contuvo a Kharon con una esfera de contención cuántica, mientras Pulse activaba el artefacto.

—¡Ahora, Juno! ¡Estoy en posición!

—¡No tienes el canal estabilizado! ¡Vas a reventar tu forma física!

—¡Hazlo! ¡AHORA!

El artefacto brilló con una luz blanca cegadora. Kharon rugió. Un torrente de energía pura empezó a fluir desde su cuerpo hacia el canalizador.

Orien gritó.
Sus venas explotaban de poder.
Sus ojos sangraban luz.
Su alma empezaba a fragmentarse.

En ese instante, Lyra llegó.

Se lanzó en picado desde un jet supersónico, envolviéndose en una armadura de hielo entropía. Rompió la atmósfera, ignoró los protocolos, ignoró el miedo.

—¡Orien! ¡Detén el flujo! ¡Te está consumiendo!

—¡No puedo! Si corto ahora, se desatará sobre todo el planeta.

Lyra aterrizó con una onda expansiva. El suelo se congeló en un radio de kilómetros.

Lo miró. Apenas podía reconocerlo. Era pura energía. Sin cuerpo. Sin forma.

—Orien, escúchame. Mírame.
—Ya no soy Orien…
—¡Sí lo eres!

Ella entró en la esfera de contención, rompiendo todas las reglas físicas. Su piel comenzó a cristalizarse por la temperatura cuántica, pero no retrocedió.

Lo abrazó.
Un gesto simple.
Humano.
Real.

—Yo te veo. No como un dios. No como un arma.
Como mi Orien.

Aetherion tembló.
La energía se estabilizó.
La conexión con Kharon se contuvo… sin destruirlo. Aún no.

—No te pierdas —susurró Lyra—. No quiero salvar el mundo si no estás en él.

Orien, por fin, cayó de rodillas.

Y lloró.

Por la primera vez desde que lo marcó el destino…
Eligió vivir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.