La última batalla había dejado huellas profundas.
Kharon se había desvanecido. El dios que alguna vez amenazó con destruir el universo entero ahora era solo un eco en el vacío.
La Tierra, rota y marcada por grietas dimensionales, comenzó su proceso de reconstrucción. Las ciudades, los países, los pueblos enteros que habían sido arrasados por el dios y su ejército se levantaron lentamente, como si la propia madre naturaleza estuviera luchando por sanar sus heridas. Pero nadie olvidaría jamás lo que había sucedido.
El Último Día nunca sería solo un recuerdo.
Sería una advertencia.
Los Seis del Último Día permanecieron unidos, pero algo había cambiado.
Lyra observó el horizonte desde lo alto de un edificio destruido en la Ciudad de Londres. A su lado, Orien descansaba, aún agotado por el esfuerzo titánico que casi lo destruye.
—Lo logramos. —dijo ella, mirando al vacío. Pero sus palabras no sonaban tan certeras.
—Lo logramos —repitió Orien, con voz grave—. Pero a un costo. Los cielos están vacíos. La gente sigue buscando un propósito. Y nosotros... ya no somos los mismos.
—¿Tú también? —preguntó Lyra.
—Quizás... —respondió él, mirando sus manos. Sus poderes habían dejado cicatrices en él, como si la energía de Kharon lo hubiera marcado para siempre. Había un precio por la victoria.
***
Mientras tanto, el equipo se reunía. No había celebraciones, no había festejos. Había un profundo sentimiento de pérdida.
Ronan, el más cercano a la normalidad, había estado al lado de Titan, mirando el horizonte mientras reconstruían una ciudad.
—Esto no será fácil —dijo Ronan, sin girarse.
—No, pero estamos vivos. Y tenemos tiempo. El mundo necesita ayuda, aún cuando no sabemos cómo empezar.
Kael, parado a la distancia, sabía lo que Ronan intentaba decir sin decirlo: No todos regresarían a la normalidad. Las cicatrices de la batalla, tanto físicas como emocionales, durarían toda la vida.
—¿Algún plan para lo que sigue? —preguntó Blitz, mientras estiraba las piernas. Estaba cubierto de sangre y polvo, pero su espíritu seguía inquebrantable.
—Hay trabajo por hacer —respondió Pulse.
Pero fue Titan quien habló:
—El mundo se está reestructurando. Pero tenemos que estar allí para ayudar a aquellos que aún están sufriendo.
Orien y Lyra, juntos, tomaron la decisión de irse. No podrían regresar a la vida que tenían antes. No con sus poderes, no después de todo lo que habían vivido. Buscarían algo más.
Un lugar donde pudieran descansar, sanar. Y crear su propia paz.
Cuando Ronan los vio marcharse, sonrió levemente.
—Quizás no haya más misiones… pero aún necesitamos de ustedes. Siempre los necesitaremos.
A lo lejos, Nova levantó su pulgar, y Juno, aunque reticente, asintió con la cabeza. Sabían que, aunque el destino de la Tierra ya no dependiera de ellos, la tarea de reconstruir el mundo nunca terminaría.