Los sentimientos de Adam

CAPÍTULO 4

El melancólico cielo dejó caer unas gotas de agua fresca mientras ella caminaba. Aceleró el paso y entró en el piso de treinta plantas antes de que la llovizna la pudiera coger.

 

Dejó su abrigo de piel cerca del umbral y subió las escaleras hasta su despacho. Observó que el chico aún no había llegado y se puso a esperar.

 

—¿Quiere que le traiga algo, señora Slowsky?—dijo una chica que trabajaba junto con ella.

 

—No Samantha, gracias.

 

Salió y después de ella apareció el señor Stanford tocando la puerta suavemente.

Angeline lo miró con desaprobación e incredulidad.

 

Encima de la mesa el hombre le tira una carta delante de ella.

 

—¿Qué es esto?—le dijo cogiéndola.

Él le hizo una seña para que la abriera y la leyera—¿Qué? Pero si todavía no han pasado seis meses. Todavía hay tiempo.

 

―Te lo dije Angeline. Con los cuatro años que tuvo aquí, nada en él pudo cambiar. Ni siquiera nosotros pudimos ayudarlo.

Mi firma ya está puesta, ahora te toca a ti.

 

—Eso no es verdad. Os rendísteis con él y yo no pienso hacer lo mismo. Además, sin mi firma no pueden hacer nada con el chico. Y gracias por la visita señor Stanford—le devuelve la carta y lo hecha afuera.

 

—Lo veremos muy pronto.

 

Dicho eso, el hombre se va y ella vuelve a sentarse.

 

Al cabo de una hora, Adam aparece por la puerta empapado y se sienta en el sillón de cuero que se encuentra enfrente de la mesa.

 

—Adam...—dice la mujer. De su cajón de al lado saca un suéter azul y se la extiende al chico—Toma, puedes ir a cambiarte.

 

El chico se la queda mirando y no reacciona. Angeline se la deja enfrente de él y empieza a hablar sobre la cita con la doctora Grace.

 

—He estado hablando con una persona. Es doctora y se llama Grace, puede que la conozcas, trabaja cerca de la plaza Holland, allí se encuentra su oficina-el chico ni se inmuta ante sus palabras—Y como quiero sacarme el doctorado, había pensado en ir contigo el jueves doce de diciembre de la semana que viene.

 

—¿Y no puede ir usted sola? Además, mentir no se le da muy bien—dice alzando los pies poniéndolos encima del cabezal del sillón.

 

—Por favor Adam, no estoy mintiendo.

 

—Sabe que no vendré.

 

—Bien, empecemos otra vez. La razón por la cual quiero que vengas conmigo es que queremos hacerte unas pruebas.

 

—¿Pruebas? ¿Acaso cree que estoy loco o algo así?

 

—No es eso.

 

—¿Entonces?

 

—Es muy importante y lo tienes que entender, porque si no demuestro que...—la psicóloga se calla antes de decir esa última palabra. No podía decirle al chico que quería hacerle unas pruebas psiquiátricas.

 

—Que... Continúe.

 

—Mira Adam, sé que has estado mucho tiempo aquí y quiero que confíes en mí.

 

Se la queda mirando, inmóvil en su sitio y aparta la vista de ella sin más. Se pone la capucha del suéter en la cabeza y cambia de posición.

 

Angeline lo mira preocupada.

 

—Has leído la nota que te había dado?—el chico se mete las manos en los bolsillos y con una le tira el papel mojado y arrugado que lo llevaba. Ella lo mira y no dice nada—Sabes que es importante que las leas.

 

—¿Si es tan importante, por qué no se los das a otro? Yo no necesito que unos papeles me ayuden. Y si con esto piensa que irá mejor, no lo creas.

 

—Sé que no los vas a leer, pero esto seguirá. Y por favor, cámbiate antes de irte.

 

El reloj hace dar las nueve en punto. Adam se levanta, coge el suéter de encima de la mesa y sale por la puerta.

 

El móvil de la psicóloga se enciende con un sonido y en él aparece un mensaje. Lo toma en las manos y lo abre leyéndolo atentamente.

 

Hola, Angeline,

 

¿Cómo no recordarte?

Hace mucho tiempo desde que no nos vimos y no hablamos.

 

Leí tu mensaje y te puedo asegurar que no será fácil conseguir los papeles del 2014, ya que se han dado por perdidos. Sé que en la oficina del jefe hay una llave que abre una taquilla que se encuentra en el sótano y allí guardan los casos más importantes o los que no se han podido resolver.

Haré una copia de la llave y otra de los papeles para traertelos.

 

Recuerdo cuando te hicieron la demanda por la niña y sé que no fue culpa tuya. Todavía sé que te estás culpando por ello y que ese recuerdo te atormenta cada vez más.

 

Aunque eso pasó, solo fue un pasado oscuro que nunca volverá a suceder pase lo que pase. La psicología A.N.D te contrató porque ellos saben que eres buena y ayudarás al chico a salir adelante.

 

Sobre Stanford, miré todo su historial y está limpio. No tiene ninguna demanda y tampoco ha incumplido la ley, pero lo seguiremos investigando. Y sobre Law, ya no vive aquí, sino que se mudó hace tres años en California junto con sus dos hijas y su mujer.

 

Te entregaré todo el jueves en la oficina de Grace.

 

Hasta entonces,

 

Atentamente: Kayl Hamilton, policía de Boston número catorce.

 

Al terminar de leer el mensaje, una pizca de esperanza invadió todo su cuerpo.

 

Sabía que el hombre la ayudaría hasta el final y que nunca la dejaría.

 

Se conocieron hace diez años, en el mes de abril cuando las flores florecían en la primavera. Sus caminos se cruzaron y desde entonces fueron inseparables amigos.

 

Cuando obtuvo la respuesta que esperaba, ahora solo una persona más tenía que saberlo, Grace. Marco su número rápidamente y la llamó.




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