Estoy atrapado en medio de una extensa línea de tráfico. Debí haber llegado hace veinte minutos a la oficina de mi jefe, el jefe de redacción. Ya me lo imagino, postrado en su silla de cuero escrutando cada letra y cada signo. Cualquier fallo que encuentre sobre el papel lo hará saber desde antes que levante su mirada y lo aniquile a uno con su regordeta cara de decepción. Pero durante mi imaginación, en donde esa oficina semioscura lo atrapa a uno en un eterno atardecer, me propongo a dar una buena excusa. No sé, podría explicarle algún complot contra mi o que el universo hizo todo lo posible para retardarme, como si combatiera con mi tiempo, incluso le podría salir con algo mucho más simple, que el tráfico estaba tan pesado que treinta minutos se me habían quitado de vida esperando que el minúsculo carro de en frente, el cual lo manejaba una mujer que habla por su celular, se mueva.
Observo el tarjetón del taxista y el gesto de aburrimiento que habita en su foto también parece estar impreso en su cara. A personas de este estilo evito por todos los medios de regalarle algunas palabras. Bien pude tener una conversación amena con este tipo, pero algo me decía que estaba mejor callado. En muchas situaciones me ocurre, supongo que las personas son poco sociables por sus modos de actuar, me he llevado sorpresas. Los que menos cara de amigables son los que me cuentan las historias más curiosas. También me ha tocado que los más alegres me dejan con una carga melancólica luego de contarme sus tristes desgracias.Soy de los que pone mucho oído a la gente, dado que dan mucho material para la escritura.
Bueno, me presento, soy Nicolás Arnaú, del grupo de columnistas del diario El Dorado. El absurdo de que sea un columnista sin un cartón que certifique algún estudio sobre la materia. Soy mas un escritor por pasión a las letras y medianamente me he autoeducado y por esto mismo tengo ya una habilidad para expresarme, quizá no sea espectacular mi modo de escritura, pero bueno, Bukowsky era un alcohólico a quien muchos le rinden homenaje y no es que él fuera muy culto…
Lo bueno de estar en ésta época es que durante este embotellamiento puedo ir escribiendo en mi celular cualquier cosa que se me ocurra, sin estar buscando algún bolígrafo y encartarme con libretas estorbosas. Aunque la idea de una maquina de escribir me llama la atención. Me siento atraído por los métodos tradicionales, pienso que nací en una época adelantada y que mi espíritu esta atrapado en el pasado, por eso caprichosamente me pide volver a el.
El trafico avanzó solo dos cuadras. Ésta ciudad, si no estoy mal, es la segunda más congestionada de este lado del mundo. He decidido abandonar el taxi cuando precisamente el taxista quiere hablar sobre un nuevo auto eléctrico que se maneja autónomamente, le dije que pronto hablaríamos de ese tal carro. Me quedan siete cuadras para llegar al edificio del periódico. Solo pido que hoy no sea el último día de trabajo. Llevo unas ojeras que parecen convertir mis ojos en oscuras cuencas. Culpa toda mía, por estar bebiendo anoche y estar terminando el proyecto a presentar, a las tres de la mañana. Correr y escribir no es lo mío, asi que llegaré al periódico y ya veremos por hoy que destino me espera.