Los seres del papel

Capítulo 1

El jefe de redacción me recibió del peor ánimo, tal vez pudo haber peleado con su esposa. Él cree que uno no oye como discute por el teléfono de su oficina o cuando su esposa cuarentona empieza a llamarle cada hora para saber que no se esta follando a su secretaria. En realidad Carolina (la secretaria), no es tan apetecible, pero ya sabemos como son las mujeres, una escoba con falda es digna de celos, según ellas. Por lo mismo he decidido que no me casaré y que por ahora nada de relaciones permanentes.
El jefe me había dicho que esas horas y las fachas en las que yo llegaba eran suficientes para ir firmando el despido, sin embargo, me perdonó. Mi proyecto venía dándole vueltas a su alrededor por mucho tiempo, luego de que hubiéramos publicado una columna donde exponía la vida de un sujeto que vendía drogas al menudeo en las calles del centro de la ciudad. Habíamos recibido buenas reseñas y las personas tenían como preferida esa columna ese día, tal vez por morbo o por lo real de la historia que por ser casi oculta a los que se informan, tienden a sobresaltarse y comprender como novedoso un trabajo escrito de esa estirpe. Mi columna compitió directamente con la columna de Camilo Vásquez, quien decidió hablar sobre un extraño restaurante en alguna parte del Mediterraneo y de unos vinos que sabían a frutos secos y a un no sé que de no sé dónde. Aburrido para mi, le faltaba acción y eso se notaba en las visualizaciones de ese día en cuanto a columnas, ni siquiera leí la suya, a duras penas recorrí algunas lineas. Él si leyó la mía pero hizo un gesto de desaprobación, quizá no era el tipo de historias a las que está acostumbrado, el prefiere hablar de un café que visitó en Milán y de un camarero homosexual que le contaba su libertad en tal ciudad y de cómo había descubierto que sus inclinaciones sexuales se habían sedimentado desde niño.

Abel me llamó a su oficina para decirme que la columna saldría a la mañana siguiente, que lo mejor que podría hacer ese día era darle un adelanto de mi próximo proyecto. ¿De que carajos iría a escribir yo? Simple: si algo da resultado, lo repites, en este caso, lo repetiría hasta que las personas se aburrieran de lo que yo expresaba. Así lo hice. Escribí sobre un tipo que armaba peleas clandestinas en una bodega ubicada al suroccidente de la ciudad. Quedé impactado cuando me contó que en una de esas peleas ocurrió lo que ellos evitan tanto. Uno de sus peleadores había quedado en coma por una brutal golpiza. Me contaba como la sangre quedaba en pegotes sobre los cartones que disponían para evitar que el piso quedara con material biológico. Resulta que el peleador que había quedado destrozado se recuperó y volvió a pelear, era una revancha. Ese día todos habían apostado al peleador que regalaba buenas palizas, pero ocurrió que al tercer round, el más golpeador estaba muy agotado, perdió su fuerza quedando a Merced de los nudillos del otro. Su cara resulto muy inflamada, ya no podía ver a su contrincante y se le había abierto una mejilla. La pelea terminó al cuarto round cuando ya en el piso convertido en un fenómeno, el peleador al que le tenían más fe, se desvaneció al fin. El otro, el vengador, se le había ido encima aún cuando el juez había determinado que la pela había terminado; con sevicia siguió colocando sus nudillos contra la cara inflamada del peleador hasta que salto sangre a los presentes más cercanos. Esta reacción era de esperarse pues en la pelea anterior que tuvieron, nuestro vengador quedó con el mal pensamiento de que alguna trampa se había fraguado contra él, y si, los guantes del otro peleador en esa fecha tenían una capa oculta donde habían pequeñas piedras distribuidas. Nuestro vengador se encargo de que esos guantes no llegaran a su rival esta vez y le dio su medicina. Ahora el otro peleador se encuentra en cuidados intensivos por las lesiones, además de tantas contusiones que su cerebro debió haberse llevado.

Algo de este estilo le presente a mi jefe, obviamente con mas detalles y más acción. No me pondré a ahondar en cada columna, pues esas ya están escritas, bien pueden ir a consultarlas en la página web del periódico. El jefe quedó contento y yo por rápido pude salir dos horas mas temprano de esas oficinas infestadas de papeles y personas corriendo. Le dije a Abel, que si le colocaba patines a sus escritores y periodistas, tendría más rápido sus pedidos. Abel, no tiene sentido del humor, por eso me pidió que saliera de su oficina esa vez sin ninguna sonrisa por lo menos.

¿Qué hace un tipo con tiempo libre como yo? Pues voy a beber, al mismo bar de siempre. Queda en la esquina de una bella plaza arbolada, la plaza de Aureliano. Me gusta ver las personas pasear por allí, porque quien pisa esas lozas tiende a estar contento y tranquilo. Desde el bar que mira desde una esquina hacia la linda plaza, tengo una imagen de todo su esplendor y desde el bar hago mis estudios. En ocasiones observo las personas para resolverles sus vidas. Me los imagino en sus trabajos, en sus carros, en una sala de cine los domingos, también me los imagino copulando con sus esposas, en esto no hay nada malo, es lo normal del humano. Lo malo es que también veo como copulan con sus amantes y como beben hasta que llegan ebrios a golpear a sus esposas. Ese es el mundo, cambiarlo sería quitarle lo “mundo”, seria un paraíso para personas sin historias, andarían con sonrisas de oreja a oreja y silenciosos, no sabrían como un sollozo invade el oído de alguna persona que pasa por su lado, no sabrían de ese suspiro que llena el vacío del espíritu. Si, por mi parte creo que el aire del suspiro quiere rellenar esos vacios que cargamos, que bastante eco hacen , más si son seres pensantes. Digo personas sin historia, y en realidad yo soy una de ellas, no tengo historias, comparto mi tiempo con otros escuchándolos, entonces sus cuentos se vuelven míos, me sumerjo en sus vidas. Soy un simple observador, esa es mi principal labor, de ahí en adelante soy inútil, soy como un olvido, existo desde que alguien quiera darme vida con sus anécdotas, me cuentan también verdaderas desgracias que no sería capaz de relatar. Hay palabras que valen ser calladas y enterradas en la memoria, de allí no deben salir, por respeto a quien la sufrió y por respeto a la confianza que me han otorgado. Mis columnas están permitidas por sus protagonistas, así use seudónimos, no me gusta publicar alguna cosa que no me lo hubiera permitido el individuo involucrado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.