Los sonidos del amor

Capítulo 13

Al día siguiente, Estefan hizo la ronda de la mañana lo antes posible, ya que esperaba que fuese un día muy ajetreado debido a la epidemia. John Carpenter mejoraba lento pero seguro y pronto podría volver a casa. Sin embargo la señora Patterson era otra historia.

-No está usted reaccionando tan bien como yo esperaba -le explicó Estefan a la regordeta mujer. Vamos a tener que extraerle la vesícula.

-Me gustaría consultarlo con otro médico- afirmó Mary.

Él, que se había imaginado que diría eso, se había adelantado.

-Lo he organizado todo para que el doctor Miller, uno de nuestros cirujanos, la visite hoy y revise su caso. Si él está de acuerdo conmigo en que es necesario operar le dará fecha lo antes posible.

Ya veremos dijo Mary cruzándose de brazos al tiempo que lo miraba con desconfianza.

¿Cómo sé que no me dice eso para que el hospital me pueda sacar más dinero?

Estefan apretó los labios para que no se le escapara una risa sarcástica. Si supiera cómo deseaban las enfermeras de la planta que se la diesen pronto el alta... Algunas incluso se habían ofrecido a recaudar fondos para enviarla a otro hospital.

- Aún le duele?

-Sí, pero lo único que necesito es un medicamento más fuerte.

El reprimió un suspiro.

-El dolor es la manera en que su cuerpo le avisa de que algo va mal. Tragarse un pote de pastillas no es la solución. Operarla sí.

-Bueno, está bien -dijo Mary levantando las manos. Si no me puedo ir antes de que su gente me saque la mitad de las entrañas, vamos a pasar el mal trago de una vez. 

Estefan se negó a seguirle el juego de aquel comentario ofensivo y abandonó la habitación para encaminarse a la de Vincent Car. El estado del anciano no había ido a peor desde la última vez que lo vio, aunque había habido varios momentos a lo largo de la noche en que Estefan había pensado que la misteriosa enfermedad iba a cobrarse otra víctima.

Recorrió a grandes pasos la distancia que lo separaba de la consulta. Tras saludar a sus colaboradores se apresuró a entrar en la oficina y marcó de memoria un número de teléfono.

-¿Max, viejo eres tú?- dijo- Soy Estefan.

-Me alegro de oírte, chico -contestó al otro lado de la línea Maximiliano Coleman-. Melissa y yo estuvimos hablando anoche de ti.

-Espero que fuese cosas buenas.

-Claro, hombre. Melissa está deseando que vengas a vernos. Tiene una amiga que quiere presentarte.

A Estefan le vino a la mente la imagen de Natalie.

-No tengo tiempo para eso -dijo evitando hablar del tema-. En cualquier caso, te llamo para preguntarte algo sobre la subvención de la fundación médica de la universidad. ¿Está todavía tu padre en la junta de gobierno?

-No, se jubiló hace un par de meses. Si te sirve de consuelo, yo he ocupado su puesto.

-Mejor aún -declaró Estefan-. Necesito que me informes

Y le explicó brevemente la situación de Natalie para terminar con:

-Le vendría muy bien el dinero para mejorar el funcionamiento del laboratorio y he pensado que quizá la fundación... ¿Crees que su petición encajaría en las condiciones?

-Esa fundación es principalmente para ayudar a nuestros licenciados a establecer sus propias consultas en la zona rural del estado. Si le presentamos la candidatura al comité usando tu nombre y recomendación, dado que tú fuiste alumno de esta universidad, no debería haber ningún problema. Claro que tampoco puedo prometerte que se la concedan- le advirtió Max.

-Ni yo espero que lo hagas. Lo único que pido es que tenga una oportunidad de presentar el proyecto. ¿Hay que rellenar algún impreso en particular?

-No, simplemente explicar el caso y qué se necesita en una carta e incluir una justificación detallada explicando cómo se beneficiarán los pacientes y todo eso. Ya sabes.

Estefan sujetó el auricular entre el hombro y la oreja y pasó las páginas del documento de Natalie hasta encontrar lo que buscaba..

-Sin problemas. ¿Cuándo acaba el plazo?

-A las dos en punto de hoy- anunció Max.

Estefan silbó.

-Podéis presentarlo en la siguiente convocatoria. Es dentro de seis meses.

-Te lo enviaré todo inmediatamente -prometió anotando el correo electrónico de Max

¿Cuándo sabremos algo de la decisión del comité?

-La semana que viene, o puede que a finales de la siguiente, dependiendo de la cantidad de peticiones que se presenten.

-Estupendo. Gracias por echarme una mano. Te debo una.

-Ya te la cobraré la próxima vez que vengas por aquí amenazó amistosamente Max.

Estefan colgó e inmediatamente marcó el número del laboratorio.

-Lo siento pero Natalie no está ahora mismo -le contestó Karen-.¿Le doy algún mensaje?

-Que se ponga en contacto conmigo lo antes posible- le pidió él.

Tras escribir una carta para acompañar la memoria justificativa de Natalie, le dijo a Barbara, su secretaria, que le diese prioridad absoluta a ese tema. Para cuando firmó el documento habían pasado cuarenta y cinco minutos y Natalie no había dado señales de vida. Aunque la idea de seguir adelante sin el conocimiento y la aprobación de ella no le resultaba muy apetecible no tenía elección. Con todo lo que tenía que hacer era muy posible que perdiese la noción del tiempo y se le pasase la hora de final de plazo.

-Envíalo todo por correo -le dijo a Barbara.

La mañana pasó velozmente. Los casos de problemas gastrointestinales eran la marca de la casa aquel día.

Tras la hora de comer recibió una llamada urgente de la especialista en otorrinolaringología.

-Necesito que vengas inmediatamente a urgencias para consultarte una cosa -le dijo sin más preámbulos la doctora Allison.

¡Qué ocurre?

El doctor Larrimore acaba de enviarme una mujer y creo que tú también deberías verla.

- Voy para allá.

Estefan llegó unos minutos más tarde y lo condujeron a la sala de revisiones en que los dos doctores esperaban junto a la paciente.




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