Los sonidos del amor

Capítulo 16

Estefan la hizo alzar la cara y mirarlo. Sus labios se movieron.

-Tranquilízate. Dime qué puedo hacer. Ella meneó la cabeza y cerró los ojos para mantener a raya las lágrimas.

El la agarró del brazo y la meneó levemente. Natalie abrió los ojos y lo miró.

-¿Las pilas? -dijo él moviendo los labios mucho y con una mirada de gran concentración.

Claro. No se le había ocurrido. Ella, asintiendo, se quitó los aparatos. Estefan la soltó y ella saltó de la cama para rebuscar en un cajón de la cómoda. Con un paquetito en la mano se sentó en la cama y se dispuso a cambiar las diminutas pilas. Con la respiración agitada se colocó de nuevo los instrumentos en los oídos y esperó.

-¿Ya está todo bien? -dijo él.

Ella se quedó inmóvil al oír su voz y el alivio la hizo apoyarse en él.

Unos fuertes brazos la rodearon.

-Natalie, ¿me oyes?

Su tono era insistente y angustiado.

Ella asintió, mirándolo a los oscuros ojos.

-Sí, Estefan, sí. Un segundo después ella se encontró tumbada boca arriba y con los brazos alrededor de su cuello. Él la contemplaba desde arriba, apoyado en los codos.

-¿Nunca te había pasado antes? -preguntó él.

-No. Siempre he reemplazado las pilas regularmente, pero últimamente he tenido mucho en qué pensar y está claro que se me había olvidado -notó que la cara le ardía-. Me he alterado un poco, ¿verdad? Lo siento.

-No lo sientas -le dijo él mirándola con ternura-. Pero no entiendo que hayas reaccionado tan radicalmente sin ninguna razón. ¿Qué es lo que te preocupa?

Ella jugueteó con uno de los botones de la camisa de él y se mordió el labio. Aunque le hubiera gustado evitar el tema no podía.

-La semana pasada me hicieron la revisión anual. Y no ha habido mejoras. -dijo con un temblor en la barbilla.

-¿Has empeorado mucho?

Ella se aclaró la garganta y tragó saliva. -No mucho, pero si sigo así terminaré por quedarme completamente sorda.

Dijo aquellas palabras en un tono neutral y con la vista fija en la garganta de él.

-Ahora si voy entendiendo el porque que te pusistes tan nerviosa -le dijo Estefan cambiando de postura para poder tener una mano libre y acariciarle la cara-. ¿Has pensado que a mí me importaría?

Ella asintió mirándolo con atención. Al rostro de él asomó una tierna preocupación y no rechazo.

-Pues no me importa- le reconfortó él-. Te quiero a pesar de todo.

-Sí?

Alrededor de los ojos de Estefan aparecieron numerosas arruguitas y su boca se transformó en una sonrisa blanquísima.

-Sí, te quiero.

-Yo también- susurró ella con el corazón latiéndole a toda velocidad. No había nada que desease tanto como lo inevitable.

La boca de Estefan se posó sobre la suya y ella le devolvió el beso con toda su alma. sus labios se movían en sincronia, su lengua tentaba y rozaba cada centímetro. Natalie jamas penso que alguien podría hacerla sentir de esa forma. Todo su cuerpo estaba electrificado, su corazón latia desenfrenadamente. Las manos de él recorrieron su cuerpo buscando y explorando. Introdujo la mano bajo el borde de la camiseta de algodón acariciando uno de sus pechos, un gemido de apreciación sale de su boca. 

Él se detuvo un instante para murmurar:

-Al menos estamos en el lugar indicado. Ya teníamos ganas, ¿no?

¿Ah, sí? -preguntó ella.

-Desde luego -dijo él acariciándole el cuello.

-¿Entonces a qué estamos esperando?

-A nada.

Bajo sus hábiles manos, Natalie notó que aumentaba la temperatura de su cuerpo y que surgía un ansia en su vientre bajo.

Él la hizo levantar los brazos y le quitó la camiseta. Ella luchó con los botones de la camisa de él para liberarlo de la ropa. Frustrada por el poco éxito obtenido, maldijo la camisa antes de desabrochar el último y resistente botón.

Estefan se tendió sobre el costado llevándose con él a Natalie. Sin parar de besarse ni un solo segundo. Desabrocho su pantalón con una maestria impresionante. Las manos de él no dejan de tocar sus piernas desnudas volviéndola loca. La ropa de él desaparece de igual formar quedando totalmente desnudo, Natalie se tomo un minuto para tocar y apreciar cada músculo, le acaricio los hombros, el pecho, las costillas... Le ardia la piel. Dando la sensación de que cada parte que sus dedos tocaba ardia todavia mas. Joder este hombre es perfecto.

Los labios de él estaban rojos por tantos besos haciéndolo mas exquisitos a la vista. Sus besos eran húmedos llenos de pasión y deseo. Al igual que sus caricias, su mano acariciaba muy despacio la cadera subiendo hasta su cuello, hizo que sintiera un escalofrío en la columna vertebral dejándose llevar por completo.

Los recuerdos de esa noche quedarían grabados en su mente y corazón. No hay lugar más perfecto y reconfortante en ese momento que en sus brazos. Se sentia segura a su lado. Con ese pensamiento se quedo dormida apoyando su cabeza en el hombro de Estefan.

Desperto en la mañana con su brazo rodeando la cintura, lentamente camino hasta el baño mientras lo ve dormir, se ve mas guapo de lo que ya es. Al salir del baño todavía estaba dormido.

-Buenos dias bello durmiente- dice Natalie mientras besa su mejilla.

Buenos días hermosa- dice Estefan con voz ronca. -Me encanta despertar y lo primero que vea sea a ti. Hace un movimiento invitándola sentarse en su regazo. Ella cruza sus brazos por el cuello y él entierra su rostro en el hueco de su cuello, aspirando su olor a flores silvestres, mientras abraza su delgada cintura.

El teléfono suena. 

-Pueden dejar... el mensaje en el contestador murmuró ella. Sin querer salir de la burbuja que habían creado.

Sonó tres veces antes de que se pusiera en funcionamiento el contestador. La impaciente voz de Katie inundó la habitación.

-Natalie, soy Katie. Estoy buscando a Estefan. No vino anoche a dormir. Sabes dónde está?

Él rodó por la cama para descolgar.

-Sí, estoy aquí.




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