Los sonidos del amor

Capítulo 17

-Mi padre te ha mandado aquí,- Por eso no fuiste a Benchwood Springs -comentó ella asombrada. Su tono se hizo más duro-. ¿Con qué te sobornó? Con dinero? Con un mejor puesto?.

-¿Qué está pasando aquí?- dijo Katie mirando alternativamente a uno y otro.

-Luego lo sabrás -respondieron los dos al unísono.

Estefan avanzó.

-No me sobornó.

Natalie agitó la cabeza. Sintiendo que su corazón se apretujaba por el dolor.

-¡No te creo una maldita palabra! 

-No, no fue un soborno -insistió él-. Más bien... -hizo una pausa- Fue chantaje.

Las lágrimas querían salir de sus ojos. Pero ella se negó a demostrar debilidad.

-Me has estado manipulando desde el primer día. -Dijo con voz llorosa.

Otro tema le vino a la memoria.

-¿Lo de la subvención ha sido idea suya también? -añadió.

-No -dijo él con firmeza-. Fue idea mía.

-Me sorprende mucho. Mi padre pertenece a la junta y ha pertenecido a ella siempre.

Estefan parpadeó y movió la cabeza despacio de lado a lado.

-No sabia de eso -dijo arrojando el sobre en una silla y avanzando hacia ella para agarrarla por los hombros. Sé lo que estás pensando, pero estás equivocada. Todo lo que has conseguido ha sido por ti misma.

-¿En serio? -preguntó ella con el amargo sabor de la traición en la boca.

-Sí: el dinero de la fundación, el descubrimiento de ese parásito... Todo.

-Eso no es lo que dice tu amigo Max.

Estefan la miró con atención.

-¿Qué te dijo?

-«De no ser por Estefan su propuesta no se hubiese tenido en cuenta», palabras textuales -dijo ella sin emoción alguna.

-Yo no usé ninguna influencia, Nat. Te dije hace mucho tiempo que no interferiría en tus asuntos y así ha sido. Y en cuanto a que esté en Rocky Hills, tu padre lo único que quería era que te diese apoyo moral.

-Protegerme, quieres decir.

Estefan se enfureció más.

¿Y qué hay de malo en eso? A todos nos viene bien que nos echen una mano de vez en cuando.

¡Qué noble! ¿Quieres que te llamé San Estefan? Donde puedo rezarte?- dijo ella con sarcasmo.

La cara de él tenía una expresión tormentosa.

-Vamos, abre el maldito sobre. Estoy segura de que te mandó el cheque y nuevas instrucciones.

-Natalie... -le advirtió él entre dientes.

-¿En qué más me has mentido?

Estefan la volvió a tomar por los hombros con ambas manos.

-Yo no te he mentido. Pero tampoco podía contártelo todo. Tenía órdenes de guardar el secreto.

-Perdóname entonces -dijo ella irónicamente-. ¿Qué más dejaste de contarme?

-Nada más.

-¿Y qué hay de las demás cosas que me has dicho?

-Es todo verdad. Te quiero.

-La confianza y el amor van juntos, Estefan -le recordó ella. Quisiera odiarte en este momento pero no puedo porque tambien te quiero y me traicionaste, por eso me odio a mi misma por abrirte mi corazón y permitir que me engañaras.

Sintió que ya no podía contener las lágrimas y miró al techo para intentarlo.

-Cuando Max me dio la noticia, lo primero que pensé era que habías faltado a tu palabra, pero había algo que me impedía creerlo. Me decía a mí misma que te merecías mi confianza, que tú no me traicionarías.

-Y no lo he hecho.

Ella clavó la mirada en el rostro de él, en sus angustiados ojos en particular. La sinceridad que vio en ellos chocaba con la forma en que ella veía la situación y tuvo la sensación de estar atrapada en un torbellino. Ya no sabía qué pensar.

Súbitamente se llevó las manos a las sienes y se las masajeó.

-Tengo que irme.

-Te llevo a casa.

Natalie negó con la cabeza y se libró de su mano.

-No -y dirigiéndose a Katie añadió-. ¿Sabes conducir?

-Sí, pero no creo... -balbuceó la joven.

-Pues vámonos -dijo Natalie ya de camino a la puerta.

Katie dudó. Miró a su hermano con asombro y preocupación y preguntó tentativamente:

¿Estefan...? Él se frotaba la nuca.

-Llévala a casa -contestó cansada mente.

Katie cruzó la ciudad sin encender la radio a todo volumen, como era su costumbre.

-Te quiere, eso no lo dudes. En todos estos anos nunca lo vi interesarse por otra persona, siempre habiamos sido mamá y yo en su vida. La forma en la que él habla de ti es impresionante, como si brillaran sus ojos.

Natalie respiró hondo y se tomó unos segundos antes de contestar.

-Ahorita no se que pensar. La mente la tengo hecha un caos.

-Es verdad -insistió Katie-, Lo sé. ¿Es realmente tan malo que Estefan no te contase algo que sabía que debía mantener en secreto?

-No sé.

Katie siguió insistiendo.

-¿O es que estás enfadada con tu padre y te estás desahogando con Estefan?

Natalie la miró.

-Eres muy perceptiva para tener sólo dieciséis años. A estas alturas ya no sé lo que siento. Me siento herida, traicionada sobre todo. Es que no puedo creer que mi padre tuviera el descaro de enviar a alguien para que me cuidase...

-Los padres hacen cosas muy raras algunas veces. Mamá siempre me decía que no lo entendería hasta que yo tuviese mis propios hijos.

Paró el coche ante la casa de Natalie. -Por favor, dales otra oportunidad a tu padre y a Estefan.

Las lágrimas de Katie hicieron llorar de nuevo a Natalie y le ofreció una débil sonrisa.

-No sé si podré.

-Inténtalo. Estefan y yo te necesitamos. ¿Ni si quiera vas a dejar que te cuente su versión de la historia? - le rogó Katie.

- Ya veremos. -Necesito tiempo para pensar.

 

Estefan contempló el maldito sobre antes de abrir lo con rabia. Observó el contenido sin poder creerlo: Harrison Pike le enviaba el original de la carta de recomendación. La que le había prometido entregarle cuando venciese su contrato con St. Mark's. Era la recompensa por un trabajo bien hecho.

Pero la victoria, si se podía considerar así, le resultó amarga. Acababa de recuperar el control de su futuro profesional pero había perdido algo que significaba tanto o más, Natalie.




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