La lluvia no había amainado, por el contrario, caía furiosa sobre el auto que avanzaba a toda velocidad y no precisamente a la estación de policías. Estaba lejos y le urgía saber del paradero de Casandra cuanto antes. Dos homicidios en tres días era más de lo que había ocurrido en los dos años que llevaba en aquel tranquilo pueblo.
Lo llevó a una vieja cabaña abandonada, cerca de la carretera. Apolo estaba herido y caminaba con dificultad. Unas cuantas costillas rotas era lo que a Diego menos le importaba en este momento.
—¿Dónde está Casandra, Apolo? No te hundas más en esta mierda y dímelo. Si cooperas, te darán menos años.
Apolo rio y terminó recibiendo un puñetazo, que le rompió el labio.
—Golpeas a alguien esposado, eres todo un hombre. —Lamió la sangre de su labio con fastidio. Todo era una pérdida de tiempo.
—¡Y me lo dices tú! Sé que abusaste de Casandra ¡Eres un infeliz hijo de puta! —Debió contar hasta diez mil para calmarse y no terminar matando a Apolo con sus propias manos porque se lo merecía, por Dios, que se lo merecía.
—Yo no abusé de ella. Jamás le haría daño.
—¡Deja de mentir, Apolo! Escucha, hay demasiada evidencia en tu contra y dudo que tu madre esté dispuesta a encubrirte como ya lo ha hecho. Todos en la mansión saben lo que le hiciste a Casandra y no quieren saber nada de ti. Tu propio padre fue quien me dijo que lo atacaste para llevártela. —Si por la fuerza no hablaba, intentaría usar la razón.
Apolo oía con cierto temor. La vista empezaba a nublársele y necesitaba estar consciente para buscar a Casandra.
—Debe ser terrible que tu familia te desprecie. Esa fue la impresión que me quedó tras los interrogatorios. Tú lo notaste, hasta tu propia madre te creyó capaz de matar a Calíope.
Aquel episodio le seguía doliendo.
—Creo que comienzo a entender lo que ocurrió. Todos piensan que eres un indeseable y se alejan de ti, excepto Casandra. Ella es diferente, no sigue los patrones de conducta convencionales, no se deja llevar por lo que dicen los demás ni le importan las apariencias. Ella vive tranquilamente en su mundo y tú quisiste estar en ese mundo también, así que de algún modo lograste hacerle creer que la protegías cuando en realidad te estabas aprovechando de ella. Todo estuvo bien hasta que Calíope te descubrió y empezó a chantajearte.
Apolo abrió los ojos con sorpresa y supuso que Aquiles habría hablado más de la cuenta. Ya le daría su merecido.
—Aceptas el chantaje un tiempo, le das lo que ella pide, pero llega un momento en que la situación se vuelve insostenible y no tienes otra opción más que matarla. Lo que no sabías era que ella y Franco fueran amantes y debió compartir con él tu secreto. Así que cuando encuentran su cuerpo, él sospecha de ti y te encara, y viéndote acorralado, lo matas también y ocultas su cuerpo para hacer creer que ha huido porque es el asesino de Calíope. Admito que era un buen plan, pero había un cabo suelto. Casandra, con su comportamiento impredecible lo complicó todo y ahora que tu secreto se ha vuelto tan grande y turbio tienes que eliminarla a ella también ¿No? Todavía estás a tiempo de hacer las cosas bien, así que dime dónde está Casandra. Ella es inocente, no tiene nada que ver en esto...
—¡Hey, hey, para! Deja de hablarme como si fuera alguna especie de psicópata. Esos jueguitos mentales déjalos para alguien más. Debes aburrirte tanto en este pueblo que terminas inventándote historias absurdas. Tal vez como escritor te iría mejor que como policía.
La burla en su voz terminó por agotar la paciencia de Diego.
—¡Te haré hablar como sea, imbécil! —Lo sujetó de la camisa, bajando la vista a las costillas. Un oscuro pensamiento pasó por su cabeza y Apolo lo notó al instante.
—Si vas a torturarme, perderemos demasiado tiempo... —Respirar se volvía cada vez más doloroso—. De lo único que soy culpable... es de quemar el puto auto...
Pese a sus gritos, Diego no pudo impedir que Apolo se desmayara.
~❀~
—¿Mamá aún no despierta? —Orfeo acariciaba el cabello de su madre. La muerte de Calíope la había debilitado y estaba demasiado pálida.
—Es mejor que descanse. En cuanto pase la tormenta nos iremos de aquí. Tendremos que internarla en una clínica, tengo miedo de que pueda atentar contra su vida.
La sorpresa de Orfeo era mayúscula. Su madre estaba destrozada como todos, pero llegar a tal extremo, no la creía capaz. Ella era una mujer fuerte.
—Pero la policía dijo que no podemos dejar la hacienda...
—¡La policía se puede ir a la mierda! Es la salud de tu madre la que me preocupa ahora.
La extraña conducta del hombre no pasó inadvertida para el joven, que volvió a sentarse en la cama para acompañar a su madre.
~❀~
—Es el peor momento para emborracharse —regañó Antonio.
Alfonso estaba frente a una botella de whisky casi vacía.
—Creo que no hay momento mejor que éste. Todo se está yendo a la mierda.
—Y en vez de hacer algo, te sientas aquí a lloriquear. Típico de ti.
Furibundo, Alfonso le dio un puñetazo, mandándolo directo al suelo, donde siguió golpeándolo.
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Editado: 02.07.2020