Tras volver anoche a casa, pude dormir con tranquilidad. La proeza de haber salvado a esa chica sinceramente me sentó muy bien, y esta mañana he levantado de buen humor. Hasta que fui a la cocina. No tengo comida. ¡Catástrofe!
Busco un vestido corto blanco, mis zapatillas negras inseparables y me intento colocar un poco el pelo. Sí, de la misma forma en la que intentas colocar un rinoceronte en un armario. Esa forma inútil.
Tomo las llaves de la puerta y los auriculares que junto con mi móvil, hacen la mezcla más especial. Parecen Rick y Morty.
Enciendo el reproductor y pongo a Grandson, uno de los maestros de la música Indie y Rock para mí. Mientras tanto... A ver si hago una lista mental de las cosas que tengo que comprar.
Llego al súper y, ¡venga! Al ataque. Paso por las alacenas mirando los productos. Hecho chocolate... Cereales, galletas, algunas verduras... Chocolate, cosas de limpieza, legumbres... Algo más de chocolate, sushi, ramen... Y un poco más de chocolate porque nunca falta.
Espero en el cajero hasta que el trabajador me atiende. Y vaya que me atiende.
- Hola bonita, ¿Qué hace una chica como tú en un lugar cómo este? - dice mirándome coqueto mientras pasa los productos por la máquina.
- Pues esa misma pregunta se la puedo hacer al sushi. ¿Qué hace él aquí y no en mi cocina? Por eso vengo a por él - sonrío dándole algunas largas sin ser grosera. Tengo que hacer un manual de como lidiar con cajeros ligones.
- ¿Mala entrada? Lo siento, me llamo Cristh - parece que ha pillado la indirecta.
- A mí me puedes llamar clienta anónima, aunque por el barrio me llaman Keila
- Un placer Keila. Ya sabes, si quieres compartir ese sushi, llámame - hace un gesto referente al teléfono y termina de pasar todo. - Serán 22,97.
Cedo el dinero y meto la compra en las bolsas. Recojo el ticket de la mano de Cristh y se despide de mí sonriendo. Hago lo mismo. Detrás puedo oír los quejidos de las señoras mayores refunfuñando porque no se puede tardar tanto. Señora... La comprendo.
De camino a casa reviso el ticket... Sí, lo reviso, ¿Vale? Soy la típica persona que no quiere ser timada, llamarme loca. Pero no, loca estoy con el ticket. Parece ser que Cristh ha escrito su número al final para que le llame.
Va a llamarle quien yo te diga, podría ser un acosador. Río en voz alta y lo guardo en ese lugar del que nunca te acuerdas.
Llegando al vecindario miro de cerca la casa de Elías. Miro sobre las vallas lo que las bolsas me permiten y... Diviso a lo lejos a un Elías haciendo deporte en el jardín. ¿Enserio? Estamos en verano, hace un calor tremendo y ¿haces deporte en el jardín? Bueno, ¿quién soy yo para prohibírselo? Y la mejor pregunta... ¿Quién es él para prohibirme ver?
Llego corriendo a casa y dejo las bolsas en la encimera. Coloco solamente lo que se puede descongelar y salgo igual de rápido que llegué. Misión 1: Espiar al vecino potentorro.
- Pss... Capitán, no veo al objetivo - digo a mi muñeca como si fuera un transmisor. - Puede haber cambiado de area o de ejercicio. Primer paso: entrar en la propiedad. Cambio y corto.
Por suerte la valla es más baja que yo, y eso es pedir mucho. Entro en el porche y me escondo tras una pared. Avanzo de cuclillas hasta la pared trasera que da al jardín. Me asomo.
- No hay nadie Capitán, vía libre. Continuamos. Cambio y corto.
Entro al jardín. Desde fuera se veía más pequeño, pero parece ser bastante espacioso. Miro a mi alrededor pero nada parece moverse. Me asomo a las ventanas... Nada. Solamente se ve la cocina y un acceso al salón. Igual que mi casa.
Doy una vuelta y... Nada, no hay nadie.
- Capitán, objetivo perdido, abortamos misión, repito abortam...
- ¿Qué misión? - giro mi cabeza lentamente unos 180° como la niña del exorcista hasta darme la vuelta. Ah no, este es su pecho... Y menudo pecho y abdomen... Dios mío, ¿esto es real? Keila, concentrate. Más arriba... Un poco más... Más... Ahí, sus ojos. Perfecta. Ahora... Habla, si es que puedes.
- Yo... - No, no puedo.
- Sabes que esto puede ser considerado ayanamiento de morada, ¿no? Si no fueras tú, ya estarías noqueada - dice riéndose por mi mirada perdida y mi boca abierta. Cierra la boca. Bien, gracias.
- Yo... Estaba... Venía a pe-pedirte... ¿Sal?
- ¿Es eso una pregunta?
- ¿Sí? ¿No tienes sal? - Necesitaré kilos de sal para borrarme a esta dulzura de la memoria.