Los sueños del cerezo (noviembre)

Capítulo 01

Capítulo uno; lo que algún día fué y lo que ahora será para siempre, quizás.

ISE🌨️

Esa esfera rojiza daba la sensación de que estaba a nada de unirse con la tierra, calentarla hasta fundirla en un mar de naranja y rojo candente. Comérsela como una simple fruta verde y jugosamente deliciosa. Eso que está allá arriba y que es tan hermoso refulgía en colores quemados, como si ya hubiera probado su poder. Era tan expresivo, honesto y lleno de verdades; cielo le dicen y tal vez lo sea.

Se ve tan lindo que es una lastima que no dure demasiado. Un espabilo y ya se ha ido, es por eso que no aparto mi vista y se lleva mi total atención. Me dan ganas de estirar la mano y tocar esa imagen, pero no puedo alcanzarla por más que lo intente, eso lo entendí hace mucho tiempo atrás y aún sigo esperando el momento en el que se deje alcanzar por mis dedos, que me permita acariciarlo y confirmar si está tan lleno de paz como parece.

Balanceo mis pies pausadamente sintiendo las pequeñas pizcas de nieve y tierra caer por mi movimiento rítmico. El sol está a nada de desaparecer y la oscuridad reinará unos cuantos momentos hasta que la luna fría, melancólica y llena de esperanza se haga paso e ilumine la existencia de los corazones latentes y los que han detenido su paso los arrullada las nubes que entorpecen la luz blanca, pero no es más que equilibrio porque el universo tiene tiempo para todos. Menos para mí.

Mis palmas palpan la nieve captando mejor el sonido de unas pisadas que pretenden ser ágiles. Está cada vez más cerca esa figurita pequeña llena de colores. El ocaso. Ya se ha marchado por hoy, ya mañana regresará y mientras existo espero poder verlo cada uno de esos días.

Me levanto de un brioso salto y me adentro al bosque que aún se puede ver claramente para cualquiera. Deslizo mis pies ágilmente por la nieve, mirando atentamente las raíces de los grandes árboles para no caer. Desde donde estoy puedo ver claramente que está recostada al gran sauce esperando verme para marcharse, su cabello gris oscuro está todo alborotado sin contención alguna. Una sonrisa pequeña nace a causa de su ternura y pureza. Mi pecho emite esa extraña calidez, a la que he acabado tomándole el gusto con el pasar de los días.

Corto los escasos metros que nos separan y aparezco silenciosamente a su lado viendo la preocupación enmarcar su infantil rostro. Ella es como una evocación de sentimientos, veo en sus ojos azules la fuerza del querer, en su sonrisa, la alegría y en sus impulsos, la vida. Está tan llena de ella que me contagia y hace que mi corazón lata tranquilo, sosegado en una suave ternura que gana otra parte de mi ser con el tiempo. Ésta niña es como una pequeña fogata después de una tormenta de lluvia y nieve. Es ese humo reconfortante que reaviva las brasas de un alma congelada. Pero para la mía no es suficiente.

—Vamos, pequeña Leevf —se voltea rápidamente sorprendida.

Le doy la espalda reanudando mi marcha para salir del bosque que rodea este territorio, sombrío panorama para los que no tienen la conexión con la naturaleza. Las pequeñas pisadas se acercan rápidamente a mi y como es la costumbre desde hace unos días toma la manga de mi quimono entre una de sus manos que emite calor.

—Señor... —la vocecita tímida de Leevf hace que la mire de reojo—... ¿P-por qué viene todos los días... a ver el atardecer en el bosque?

¿Señor? ¡Por los árboles, si solo soy un adolescente!

Siento su mirada azulada como el cielo despejado, en mi rostro como si tratara de ver qué hay en lo más profundo de mi mente o peor aún, que hay en mi alma. Pero es una suerte que ella no pueda hacer ninguna de las dos, porque no la quiero decepcionar, porque no quiero que me vea igual que ellos. Y porqué quiero todo esto, no lo sé.

—Me... gusta —le respondo y es increíble como su rostro deja de estar temeroso a iluminarse con una gran sonrisa.

Mis ojos se achican a causa de una sonrisa pequeña que sale por si sola. El sendero que estamos siguiendo para salir se está templando y aunque es más fácil caminar así, también es un poco peligroso si se llega a pisar mal.

—¡Ah! Así como a mí me gustan las manzanas, ¿Cierto? —su entusiasmo hace que ría un poco entre dientes. Bajo la velocidad de mis pasos causando que ella camine a mi lado.

—No, no es lo mismo —le digo viendo como su frente se arruga y sus centellantes ojos me miran curiosos—. A mí me gusta contemplar el atardecer y a ti te gusta el sabor de las manzanas —un deje de horror atraviesa su expresión y me apresuro a quitarle el peso a mi respuesta—. Aunque los dos son similares, lo cierto es que es igual a mi gusto por los melocotones.

Su semblante se relaja pero el deje de la duda no se quita por completo, lo noto al ver cómo apreta mi manga de la que se sostiene fuertemente. Su atención está en el sendero que pisamos y aunque lleva guantes mete su mano libre entre su ropa abrigada. El frío ha aumentado demasiado rápido.

—Dime —capto su atención inmediatamente—. ¿Cómo es qué has logrado evadir la seguridad para seguirme?

—Soy muy astuta y rápida —me contesta llena de orgullo.

Mi entrecejo se frunce ligeramente por las dudas. Y es que me resulta difícil de creer el hecho de que una niña de nueve años logre escabullirse de guardias expertos y demasiado de cuidadosos. Pero al parecer es así y no solo logró una sino cuatro tres veces seguidas, no sé qué pasará hoy al llegar ya que ésta vez se ha hecho demasiado tarde. No te mientas, sabes lo que sucederá. La alejarán de mí y estaré de regreso a todos estos años pasados.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.