Los sueños del cerezo (noviembre)

Capítulo 02

Capítulo dos; una inesperada visita y una carta extraña, o tal vez no.

ISE🌨️
 


Puedo jurar que hay algo extraño en el viento, bueno quizás sean la cantidad abismal de las partículas que arrastra o tal vez sea que al pasar sobre el asfalto de piedra negra los sobrenaturales me ven de una manera un tanto inquietante. No es como si siempre no lo hicieran, lo cual es un fastidio, sino que... bueno hoy están más extraños que todos los días anteriores. Sí, debe ser el viento.

Dirigirme al templo es lo primordial, claro, lo es, por supuesto que irme a casa para al fin estar a solas no lo es. Hablando de cosas primordiales, creo que de manera urgente necesito un sombrero con velo incluído. De refilón confirmo lo que ya sabía con exactitud; la gente no deja de ver mi cabello con quién sabe que intenciones. Es molesto, es, es, es, es todo los sinónimos que signifiquen incomodidad.

Ahora, enfócate, estabamos en lo del sombrero, ¿no? Bueno, tengo que admitir que es una fantástica idea, la mejor, pero hay dos inconvenientes:

Número uno: no tengo dinero.

Número dos: no creo que me lo permitan.

Y, oh, hay una más.

Número tres: ¿cómo voy a ver con eso?

Así que he llegado a la conclusión de que hay fallas en esta idea maravillosa que no puedo resolver.

Estado: absuelto.

Un lazo blanco amarrado a un globo pasa al frente mío, lo sigo con la vista sin dejar de caminar y creo que no ha sido buena idea. Hay algo bastante molesto en el toque, de esa manera cuando una avispa vuela y vuela a tu alrededor aunque la estés espantando, eres consciente de que si la tocas te va picar y también lo eres de que no debes hacer tal cosa, que está mal. Pero eso no evita que de verdad quieras hacerlo.

Es una quemada fría en el pecho y es una de las cosas más desagradables así que como cosa natural no puedo evitar mi mala cara porque el niño que chocó conmigo da dos pasos atrás sin saber que hacer o que... decir, en todo caso no es que importe, eso no cambiará nada.

Pero es todo un lío si alguien de el templo logró verlo, lo último que quiero es a gente a mi alrededor como un enjambre, todos supuestamente pendientes a mí pero sin tomar en cuenta el «no tiene importancia» que diré, en cierta forma es lo que yo hago con ellos; los miro siempre, pero nunca los veo. Parece justo para mí pero no llego a saber si lo es para los afectados, supongo que no, o que sé yo.

—Lo lamento mucho, señor —la vocecita tímida y enojada del chico hace que espabile tratando de seguir el hilo de la conversación... no, de esto.

Tal parece que no es justo.

Asiento con rigidez y la mandíbula del chico entra en tensión. Bueno niño, yo precisamente no estoy feliz por esto. Hay algo como la desilusión en sus ojos negros y es entonces que recuerdo el globo blanco. Ayudar es algo que tengo que hacer, estiro la mano y una corriente de aire trae al globo de vuelta, lo dejo entre sus escuálidas manos.

Había leído algo sobre eso, parece que ha funcionado.

Desilusión: impresión que se experimenta cuando alguna cosa no responde a las expectativas que se habían creado.

Y ahora tengo la leve e incidiosa duda. Pero es solo eso. Juega con el globo y mueve una de sus piernas, yo no entiendo porque sigue aquí si le devolví lo que estaba buscando. Es pesado el peso en los hombros así que con una mueca que no sé si es una sonrisa paso lo más lejos que puedo de él y trato de llegar al templo. Casi quiero suspirar cuando estoy lo suficientemente lejos, estos momentos son molestos y no lo puedo evitar. Lo escucho decir algo que no entiendo y a modo de respuestas doy unas zancadas más grandes.

¿Este día no piensa terminar?

Estoy cansado y solo quiero dormir por varios días.

Los dos templos de roca blanca y gris se alzan frente a mí y si no conociera su historia creería que pertenecen a la montaña en la cual se apoyan, me voy por el de la izquierda y sin prestarle atención a los pergaminos y viejas esculturas subo al segundo piso donde ya me está esperando la sacerdotisa con la misma mirada de siempre... pero que aún no logro entender. El viento acá arriba es más fuerte y ella se encoge debido a que el sufíbulo² no es suficiente para el clima en el que habitamos, y de forma inusual su cabello se encuentra suelto llegándole hasta los omoplatos.

—¿Quieres pasar? —pregunta, dándome la misma opción de siempre y siendo consciente de que aquí arriba no hay nadie, además de ella y yo, declino la oferta.

Todos deben estar preparándose para escuchar al monje dar la plegaria de la tarde.

—Sabes, hace mucho que no escucho tu voz —una sonrisa amable apareció en su rostro, esa si podía distinguirla porque su alma se mantenía igual—. A decir verdad ya ni puedo recordarla —se río un poquito llevando una de sus brazos envueltos en esa fina tela gris a su boca—. Eeeh, no coloques esa cara que te van a salir arrugas.

Espabilo varias veces tratando de seguirle el ritmo. No entiendo a que cara se refiere si tengo la misma con la que nací, ¿acaso uno puede cambiar de cara con los años? ¿Podré elegirla...? No, no lo creo.

—¡Hey boy!




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