Los sueños del cerezo (noviembre)

Capítulo 04

Capítulo cuatro: los deberes se mantienen en el corazón y los sueños en la mente, o era al revés.

ISE🌨️

Me siento algo desesperado e inestable, desde que me fuí a descansar y desperté pareciera que años se hubieran sentado sobre mí, aunque a la vez, muchas cosas volvieron. La escarcha en mi corazón que dió un paso atrás, es la más grande diferencia, pero con esa debería ser suficiente. Todo lo ajeno que me sentía en mi propio cuerpo ha desaparecido en gran medida, porque todo lo que he experimentado de verdad, está aquí, en mi mente, y nunca dejaré que quiera volver a escaparse.
Hay muchos factores que siguen sin cambiar, pero ahora los entiendo mejor; el porqué.

Sigo sin tolerar el tacto de las demás personas.

Siguen sin gustarme demasiado las conversaciones.

Y sé que no debo cruzar la línea de nada, con absolutamente nadie. Las amistades e incluso los conocidos no deben tener cabida aquí, en el espacio que me permite ser yo y respirar con tranquilidad.

—Así que aquí es donde te vienes a perder todas las tardes.

Nadie debe pasar mis barreras, pero con él parece una tarea casi imposible, solo casi. Ruh. Seguramente será mi perdición eterna y la de todo lo que conozco, incluso la de él mismo. Vibrante, inconsciente y nunca piensa demasiado nada. Y en todas sus contradicciones, demasiado intenso y espeso, consume y atrae todo a su alrededor.

—Lo entiendo, es hermoso —susurra embelesado, sin importarle que no diga nada. Camina hacia el cerezo—. Es como si te llevara a ese lugar en lo profundo de tu mente —me voltea a ver un segundo y sonríe, cuando está a mi alrededor no puedo despegar mis ojos de él y... él es totalmente consciente de eso—, ya sabes, dónde nacen los sueños, dónde la fantasía y la realidad se mezclan para hacerte... arrodillar.

Ruh es una maldición. Algún Dios miserable pensó que sería divertido crearlo con tales combinaciones.

Espera...

—¿Ah? ¿Qué fue lo que dijiste?

—¡Que te agaches, carajo! —grita espantado y se tira sobre mí, así cayendo los dos a la nieve. Maldición, ese demonio no fue capaz de sostener su peso.

Al estar tirado en la nieve y la urgencia en su voz, los recuerdos tratan de llevarme a esa noche.

Es de día, Ise. Nada pasa aquí de día. Es de día.

Cuando veo que nada se acerca a nosotros, dudo que sea verdad lo que sus ojos vieron, porque fuera de los guardias a lo lejos y los animales, no hay nadie cerca de nosotros. Tenso la mandíbula, este... siempre está aprovechando las escasas oportunidades para molestar.

—Quítate de encima —pido tratando de no tocarlo con mis manos.

Sus ojos cielo se enfocan en los míos y alza una ceja escarlata. Yo mantengo mi vista en la suya, tratando de no divagar entre sus pestañas, también escarlatas, y las casi invisibles pecas que tiene en su rostro. Frunzo el ceño al ver que no se levanta y él solo sonríe a la vez que alza un hombro, todo con una soltura que me molesta.

—Así que no te gusta estar abajo, ¿eh?

—¿Sabes cuánto pesas? —inquiero, no sé con exactitud a qué se refiere, pero su tono me indica que se está metiendo conmigo.

—Tenemos mejor dicho la misma estatura, así que debo estar casi igualado con tu peso —musita pensativo y totalmente cómodo. Por supuesto, si no es él el que está a punto de perder alguna costilla o peor aún, morir ahogado.

—Casi —gruño frustrado y él solo amplia la sonrisa—. Solo quítate —no hace caso a lo que digo y su rostro se ve divertido—. Ruh.

—Dime —responde a mi llamado, espabila sorprendido y yo quiero mirar a otro lado.

—Quítate.

—¿Por qué? Esa cosa horrible que nos miraba todavía debe estar por ahí.

—En el bosque no hay nada.

Abre y cierra la boca un par de veces.

—¿Cómo? —pregunta atónito—. Yo estoy seguro de lo que ví, confío firmemente en mis ojos.

—¡Pues yo confío firmemente en mis habilidades y en este bosque no hay nada! —vuelvo a gruñir lo que digo y él me mira extrañado—. De ser así, hubiera sido el primero en saberlo. Ahora, quítateme de encima —lo empujo con fuerza y me levanto lo más rápido posible para irme de aquí, pero antes lo volteo a ver seriamente—. No vuelvas a invadir mi espacio. Y no vuelvas a mentirme, Ruh.

Él también se levanta y me mira fijamente, su sonrisa ha quedado atrás, al igual se ese brillo travieso en sus ojos. Pienso que va a decir algo en su defensa, pero no dice absolutamente nada, así que paso a su lado y camino de vuelta al lugar que es seguro.

—Lo lamento, por lo de tu espacio, no fue a propósito —musita a unos pasos cerca de mí—, pero no supe que más hacer cuando no te agachaste —permanezco en silencio, esperando que continúe—. Aunque no te he mentido.

Me detengo en seco y elimino los pasos entre nosotros. Estoy tremendamente tentando a tomarlo por el cuello de su abrigo.

—Si lo hiciste —siseo bajo—. Ruh, yo no sentí nada. ¿Crees que no lo haría? —va a hablar, pero no lo dejo—. Por ejemplo, tu eres una maldita lámpara en este lugar, no puedes, ni aunque lo intentes, esconderte de mí. Cualquier cosa extraña que pase en este lugar soy el primero en saberlo, ese es parte de mi deber.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.