El rector le encargó a Marco mostrarle el campus y explicarle todo lo que debía saber sobre el lugar. Él le pidió a Julieta que lo acompañara y empezaron a caminar para tener una larga conversación sobre nada que finalizó cuando llegaban a la zona de las canchas y la cafetería.
—...Y allá queda la cafetería. — le indicaba Marco.
—Aja… — Julieta miraba para el lado de las canchas.
—¿No te interesa nada de lo que digo verdad? — se detuvo Marco.
—La verdad es que no. — se giró Julieta con franqueza. —Si veo gente aglomerada haciendo fila y comiendo alrededor es obvio que encontré la cafetería. Hay letreros que me dicen dónde queda el Baño y la Biblioteca. También es bastante notorio que las cosas cuadradas sobre el suelo de allá, rodeadas por rejas, son las canchas deportivas. Y a decir verdad no entiendo éste comportamiento hacia mí de parte del señor Rector. ¿No puedo pasearme sin policía? ¿Y cómo está eso de “tutor”? ¿Cree que no tengo el nivel?
—Bien… — Marco paró a pensar en la forma más cortés de responder sus quejas. — Tienes razón, te trata como una niña pequeña. Perdona.
—Y también está eso, intentas ser condescendiente, pero no logras caerme en gracia.
—¿Por qué te caigo mal? — Marco intentó cambiar de rumbo la difícil conversación.
—Bueno, es obvio que eres el “niño bien” del colegio. Ya hasta cuando te hice caer se te nota que eres el hijo de papi y mami que todo lo conseguirá gratis.
—¿Gratis?
—Así es. Un sujeto de cabello castaño, tez clara, alto, ojos verdes y pinta de oficinista… además de ese terrible hábito de planchar la ropa... todo lo consigue gratis.
—Bien, tienes un punto social interesante para tu insulto. Pero eso no quiere decir que todo me ha salido gratis.
—Como sea niño nice, necesito saber dónde queda el baño, creo que la esponja está a tope de sangre. — tras esa explicación asquerosa y ausente de pudor, Marco no pudo evitar el gesto de desdén y le señaló el baño más cercano. Curiosamente hacia las canchas, y los letreros decían donde era… si era tan lista, ¿por qué no lo había visto?
Y así vamos al mundo de Julieta, en su curiosa pero interesante cabeza, donde toda este teatro de niños decentes la tenía enojada. Corrió tan rápido como pudo y encontró lo que buscaba, la siempre presente “ventanilla de atrás del baño”. Con ciertamente poca cantidad de esfuerzo, se subió con la ligereza de un ninja hasta que salió a una pared vieja y olvidada donde un par de chicos gozaban del aire libre... de vigilancia.
—¡Uy una escapista! — dijo uno de ellos.
—“Calletano” mi amigo — le rogó Julieta — necesito deshacerme del mayor nerd del plantel, me lo pusieron de policía.
—Ah, el pelmazo de Jaramillo. — infirió uno de ellos.
—Se llama Marco. — aclaró ella.
—Y se apellida Jaramillo. — le ofreció un porro el del lado izquierdo. — Es el lambón del rector. Si pudiera seguro le daba un hijo.
—Jajaja — recibió el porro Julieta y le dio un minúsculo sorbo para devolverlo. — sí, tiene cara de galleta y todo.
—Fresca, si quiere le decimos por dónde se vuela más fácil. — comentó el de la derecha señalando un corredor de árboles que iba directo a la zona de las piscinas.
—Todo bien, gracias. — les chocó los puños y salió corriendo.
Mientras se iba, nuestros finos caballeros en medio de su letargo ahumado se quedaron mirándola y el de la derecha soltó un comentario profético:
—Esa hembrita es la que necesita ese lambón para volverse hombre.
—Sisas… pero está bien enmarañada, como que no se alcanza a ver si esta buena o es un cuero bien feo.
—Jaja…. Seh…
Marco por su parte aguardaba a la chica a la entrada del baño para terminar su solemne misión entregada desde las más altas jerarquías de la institución. Pero empezó a enojarse cuando notó que entraban chicas y las mismas salían sin acompañante rapada y de piel maltratada.
—¿Qué diablos pasa con esta loca? — se preguntó y al momento salió la décima chica que entraba desde que él esperaba. — Hola.