Los Templos de la Eternidad

Al borde

Durante una de tantas noches, al vuelo del viento, con gozo y serenidad pensó:

–Tal vez la causa de mis problemas es que no me encontraba en mi sitio ¡He aquí que soy libre, más allá de la normalidad! Entre hermosos árboles, bajo bellas nubes y estrellas, junto a las aves magníficas, de las cuales los Cuicacoches son los pájaros más hermosos de todos.

Sin embargo, en los siglos venideros comenzaría a extrañar un tanto la compañía de otros. En una de aquellas noches reflexionó: “Imagino que es benéfico y bondadoso estar con seres consientes, parlantes, de cuando en cuando”. Pasó que durante una mañana ventosa, en tanto comía una tuna, escuchó la llegada de un Cuicacoche que entonaba prodigioso. Zantaél volteó la mirada con grato asombro ¡Vaya pájaro tan curioso! Lo único que le distinguía de los demás Cuicacoches eran sus tonalidades verdosas, nunca antes vistas.

–¡Feliz encuentro –exclama alegre, un bonachón emplumado–! Hacía muchos años que no me topaba con hermanos de tu linaje ¿Te has extraviado acaso?

–No precisamente, buen don... ¿Ave? Tan sólo soy un nómada. Acá vine a establecerme por la dicha del lugar –concluyó con sonrisa.

–Hermano, espero que tu estancia sea benéfica –y comienza de nuevo su música, bella y enérgica, que tras concluir amerita aplauso.

–¡Cuán talentoso! Mas yo quisiera saber, si es tan amable ¿Quién o qué es usted? Jamás me había topado con un pájaro tan inteligente así como cortés.

–Mi nombre es Ésculaz –dice con tono profundo y cautivador–, también pronunciado por algunos como Éscuilaz, o Escuiláz aunque por ya muy pocos –entonces baja a tierra, de él y alrededor suyo manan luces poderosas que lo cubren todo; de inmediato se apagan y dejan ver: Verde como el musgo, un simpático emú ¡Aves que evocan días prehistóricos!–. Sólo soy amante de las artes líricas, de la Vida y sus Ciencias, especialmente la Historia Natural; mi interés son los Reptiles Glorificados –y Zantaél siente desconcierto por ese título ¿Serán lagartijas? ¿Tortugas?

–¿Y dónde es tu morada –Zantaél pregunta con semblante solemne–?

–El Mundo y allende, si bien hay sitios que visito más que otros, como este remoto aquí”, o también los Grandes Museos.

–¿Qué son esos lugares?

–Los Templos de la Eternidad, monumentos magnos como ninguno concebido por ser consiente, ni en millones de años; bueno, hasta dónde sé. Allí se resguarda el conocimiento puro, que día con día aumenta y es perfeccionado. Con frecuencia llegan visitas a los Templos, con quiénes los Tototlacas y otros entes comparten el saber resguardado.

–¿Los Tototlacas –pregunta confundido–? ¿Cuál es ese pueblo?

–“Los de la alta cultura”, han dicho algunos. Son la gente ave, relicto de antiquísimos reinos y repúblicas de un lugar hace tiempo perdido tras las estrellas. Ellos junto a otros pueblos alzaron los Grandes Museos.

–Ésculaz – se dirige, tras un rato de silencio absorto con miras al horizonte; en tanto en sus adentros las flamas de aventura queman poderosas–, me has hablado de los visitantes, y quisiera saber, si no es mucha la molestia, si yo podrìa ser contado entre ellos alguna vez.

–¡Tenlo por hecho –luminoso se eleva hacia las nubes cercanas, pero pronto la luz queda eclipsada; ahí aparece una águila colosal, cual mítico Roc, y al volver al suelo picotea la tierra, de ahí extrae una canasta gigante ¿Pero de dónde salió esa cosa?–! Sube hermano.

Sus barbas ondulan al son del poderoso viento alar. En su rostro, los espejos marrones reflejan un río cada vez más pequeño. Luego todo se vuelve confusamente blanco, hasta salir de las nubes; ahora se vislumbra el azul de los mares y océanos, como tocándose en el horizonte, y en medio andan los solitarios continentes. Llegan más arriba, cruzan al lado de los terrenos selenitas, luego las arenas marcianas y el cinturón de asteroides, hasta los territorios de los reyes Júpiter y Saturno, con sus cientos de joyas coloridas, algunas con aspecto sobrio, otras emanan la esencia del caos.

Después, los viajeros rozan las órbitas de los príncipes Urano y Neptuno, van más allá, donde los cuerpos diminutos del sistema solar. Delante está un gran cometa completamente blanco como glaciar, salvo por un coqueto y diminuto lunar, donde aterrizan. Zantaél baja de la canasta mientras que Ésculaz retoma la forma de emuliana; frente a ellos se erige una pirámide heptagonal de reluciente ónix, con un pórtico cuadrado y alta entrada de puerta basáltica, protegida por dos colosos plateados ¡Fieros dinosaurios, de labrado tan suave como portentoso y sobrio! Imponentes las garras, curvas y letales, en tanto el plumaje brilla con el reflejo estelar.



#18680 en Fantasía
#26501 en Otros
#3659 en Aventura

En el texto hay: ciencia, dinosaurios, aves

Editado: 08.04.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.