La Isla de las Sombras se erguía ante Scarlett como una mancha oscura contra el horizonte, envuelta en una niebla espesa. Sus costas estaban plagadas de historias siniestras de piratas desaparecidos y tesoros ocultos, pero la chica había dejado de temer a las leyendas hacía mucho tiempo. En su mundo, las amenazas eran reales, y generalmente venían en forma de acero y traición, no de fantasmas.
La Tempestad Roja ya no estaba, su orgulloso barco había sido destruido por la emboscada de Drake. Ahora, viajaba en un pequeño balandro prestado por uno de los viejos aliados de su padre, un barco que distaba mucho de la majestuosa embarcación que había comandado durante años. Pero Scarlett no tenía tiempo para lamentarse por lo perdido. Había algo mucho más grande en juego, algo que le devolvería todo lo que había sido arrebatado: el Corazón del Leviatán.
***
El atardecer teñía el cielo de un anaranjado intenso mientras su balandro se acercaba al puerto principal de la isla. Las tabernas, siempre abarrotadas de corsarios, bandidos y todo tipo de criminales, ya comenzaban a llenarse con el bullicio nocturno. El puerto olía a sal, sudor y ron rancio, una combinación familiar para Scarlett. A pesar de su apariencia tranquila, la Isla de las Sombras era un lugar donde la traición estaba a la vuelta de cada esquina. Aquí, el oro hablaba más que cualquier palabra, y la muerte era solo una transacción más.
Cuando puso un pie en tierra firme, la chica miró a su alrededor con el rostro endurecido por la determinación. Se ajustó el cinturón donde llevaba su espada, la única compañera en la que aún confiaba. Adrian Black la esperaba en una de las tabernas locales, una guarida llamada La Gaviota Negra, donde las sombras bailaban entre la luz de las velas, y las conversaciones en voz baja eran más peligrosas que cualquier pelea.
Sus botas resonaron contra los adoquines húmedos mientras cruzaba las calles hacia la taberna. Cada paso la acercaba más a la inevitable reunión con Adrian, un hombre al que no podía considerar ni aliado ni enemigo…pero con quien, por el momento, compartía un mismo objetivo. El aire se volvía más denso mientras avanzaba, y el sonido de risas y gritos borrachos se intensificaban conforme se acercaba al bullicioso lugar.
Empujó la pesada puerta de madera y entró en el humo y el calor de la taberna. El lugar estaba lleno de piratas de todos los rincones del mundo, charlando, bebiendo y apostando en juegos de cartas. El hedor de ron barato impregnaba el aire, mas Scarlett solo tenía ojos para una figura, una sombra en la esquina más oscura del lugar: Adrian Black, el hombre que había salvado su vida y que ahora le ofrecía la llave para recuperar todo lo que había perdido.
Él la vio entrar y una leve sonrisa de satisfacción apareció en su rostro. Había estado esperándola. Scarlett caminó hacia él con pasos seguros, sin mostrar ninguna duda, aunque su mente estaba alerta. No podía permitirse ni el más mínimo error.
—Pensé que no vendrías —dijo el hombre mientras la miraba con esos ojos azules que parecían escrutar cada rincón de su alma.
—Sabías que lo haría —respondió la chica al tomar asiento frente a él. Mantuvo la mirada fija en los suyos, sin mostrar signos de flaqueza.
El chico rio por lo bajo, como si el desafío en sus palabras le divirtiera. Era el mismo hombre calculador y peligroso que siempre había sido y la joven no podía permitirse olvidar eso.
—Sabes, podríamos hacer grandes cosas juntos, Scarlett —dijo él mientras echaba un vistazo a la sala para asegurarse de que nadie los escuchaba—. El Corazón del Leviatán es real. Y si lo encontramos, podremos gobernar los mares como ningún otro pirata ha hecho jamás.
—No confío en ti, Black. No olvido que me dejaste a la deriva en el pasado. Pero por ahora, tenemos un objetivo común. Solo eso —espetó ella con un tono frío. La mujer no estaba dispuesta a ceder ante sus encantos ni a olvidar lo peligroso que era jugar a su lado.
—No te pido que confíes en mí. Solo que sigamos adelante juntos hasta que ambos tengamos lo que queremos —prosiguió él al inclinarse hacia adelante con expresión seria.
El silencio entre ellos fue interrumpido por el bullicio de la taberna. La chica lo evaluó por un largo momento. El Corazón del Leviatán no solo significaba poder, sino venganza. Venganza contra Drake y contra todos los que habían intentado destruirla. No tenía otra opción.
—¿Dónde está el mapa? —preguntó finalmente.
El hombre deslizó un pergamino sobre la mesa. Lo abrió con cuidado y la muchacha observó los trazos antiguos que representaban el Mar Prohibido. Los detalles eran precisos, pero algo en el dibujo la inquietaba. Había leyendas sobre ese lugar, sobre monstruos y maldiciones que mantenían a raya incluso a los piratas más temidos.
—Este mapa es la única copia conocida —dijo Adrian al interrumpir sus pensamientos—. Lo obtuve en un intercambio en las Tierras Orientales. Según la leyenda, el Corazón del Leviatán está protegido por un guardián ancestral. Nadie ha conseguido llegar a él… al menos, no con vida.
Scarlett frunció el ceño mientras estudiaba el mapa y comentó:
—¿Cómo piensas sobrevivir a algo así?
—Ahí es donde entras tú —respondió él con una sonrisa llena de arrogancia—. Siempre has sido la mejor navegante entre nosotros dos. Y ambos sabemos que, si alguien puede llevarnos allí, eres tú.