Los tesoros del Mar Prohibido

Capítulo 5

La niebla era espesa como una manta húmeda que cubría todo a su paso. Mientras La Némesis se adentraba en el territorio del Mar Prohibido, la visibilidad se redujo a apenas unos metros por delante de la proa. Las aguas calmas que habían conocido hasta ahora se tornaron oscuras y traicioneras, y la tensión a bordo crecía con cada minuto que pasaba. El silencio entre la tripulación era casi palpable, como si cada hombre contuviera la respiración, temeroso de lo que podría surgir de la niebla.

Scarlett permanecía en la cubierta con la mano firme sobre la empuñadura de su espada, observando el horizonte borroso mientras la bruma se aferraba al barco como garras invisibles. El aire tenía un frío inusual, como si la niebla estuviera viva y absorbiera todo el calor a su alrededor. Incluso los marineros más experimentados, hombres que habían navegado por los mares más peligrosos, estaban inquietos. Se hablaba en susurros, rumores sobre los barcos que se habían adentrado en este mar y nunca más habían sido vistos.

A su lado, Adrian Black mantenía una actitud de aparente calma. Su semblante tranquilo y su postura relajada contrastaba con la inquietud palpable de la tripulación. La chica sabía que era una fachada. Él no era un hombre que temiera, pero tampoco era insensible al peligro. Sus ojos, normalmente llenos de esa arrogante chispa que lo caracterizaba, estaban fijos en el horizonte, observando cada sombra que se movía entre la niebla.

—El viento ha cambiado —murmuró ella, más para sí misma que para él. Era una advertencia de que lo peor estaba por llegar.

—Lo sé —respondió él sin apartar la vista del mar—. Estamos en territorio desconocido. Aquí todo puede suceder.

La joven asintió en silencio. Su intuición no la había fallado en el pasado y ahora sentía algo más que simple inquietud. Había algo en el aire, algo que no podía explicarse con palabras. Era como si el mar mismo los estuviera observando, esperando el momento adecuado para atacar.

De repente, un fuerte golpe sacudió el barco. Los marineros se tambalearon y se agarraron a lo que tenían a su alcance para no caer. La capitana desenfundó su espada instintivamente, lista para enfrentarse a cualquier amenaza que surgiera de la niebla. Los ojos de Adrian brillaron con alerta mientras se adelantaba hacia la proa.

—¿Qué ha sido eso? —gritó uno de los marineros desde la cubierta inferior.

—¡Algo ha golpeado el casco! —respondió otro con la voz temblorosa.

La tripulación se agitó y los hombres comenzaron a correr de un lado a otro. Había una mezcla de miedo y confusión, y el sonido de las botas golpeando la madera resonaba en el barco como un eco ominoso.

—¡Calmaos! —bramó el capitán con la voz cortante como un látigo—. Manteneos en formación. No permitáis que el pánico os controle.

Scarlett se adelantó hacia la baranda de la proa y se inclinó para mirar las aguas oscuras bajo el casco del navío. No podía ver nada, solo sombras que se movían inquietas bajo la superficie. Era como si algo los estuviera acechando, aguardando el momento justo para atacar.

—¿Qué diablos está pasando? —gruñó la chica con el ceño fruncido mientras escrutaba la negrura del agua.

El capitán se acercó con los ojos fijos en el agua y dijo:

—El mar nos está probando. Aquí no solo luchamos contra los elementos, sino contra lo desconocido. Este lugar está lleno de secretos que nadie ha vivido para contar.

De pronto, una criatura emergió de la oscuridad, un tentáculo grotesco y enorme que se lanzó hacia la cubierta. La muchacha apenas tuvo tiempo de reaccionar. Con un movimiento rápido y preciso, cortó el tentáculo en el aire antes de que pudiera alcanzar a uno de los marineros, pero otro apareció para envolver uno de los mástiles y tirar con fuerza.

—¡A las armas! —exclamó Scarlett mientras desenvainaba sus dos dagas que siempre mantenía escondidas en sus botas. Los marineros, en pánico, intentaron desenvainar sus espadas y preparar los cañones, pero la confusión reinaba.

Adrian, con una sonrisa desquiciada en el rostro, desenfundó su sable y se lanzó a la pelea con una agilidad que la chica no esperaba ver. Cortaba y atacaba con una precisión mortal, como si la amenaza le produjera una especie de placer retorcido.

La joven lo vio pelear a su lado, sin perder el ritmo, mas sabía que no podía confiar en él, no en un momento de tanto caos.

Otro tentáculo surgió del agua, esta vez más grande y más rápido. Golpeó la cubierta con una fuerza descomunal, astillando la madera y lanzando a varios hombres al suelo. Uno de ellos, un joven marinero, gritaba mientras era arrastrado hacia el agua.

—¡Agárrate! —gritó Scarlett al correr hacia él, aunque demasiado tarde. El tentáculo lo había arrastrado por la borda y su grito fue silenciado por el frío abrazo del mar.

Adrian apareció junto a ella, jadeante y con los ojos llenos de determinación.

—Tenemos que alejarnos de aquí o nos destrozarán —dijo en un tono más serio.

La chica asintió, intentando mantener el control sobre la situación. No había manera de derrotar a una criatura de ese tamaño en una batalla frontal. Necesitaban velocidad, y La Némesis era un barco rápido. Si lograban navegar fuera de las aguas de la bestia, tal vez podrían sobrevivir.



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Editado: 17.03.2025

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