Aydan Tremblay intentaba trenzar el cabello de su pequeña prima. Pensaba que después del montón de tutoriales que había visto en internet aquello sería pan comido.
Pero no.
Sus manos seguían moviéndose en movimientos torpes y poco agraciados. Cuando terminaba era el mismo resultado del intento anterior.
—Venga Darcy, deja de moverte— el rubio le había dicho aquello a su prima a manera de pretexto de su falta de talento de estilista. —Así no puedo peinarte—
—La única manera en la que lograría moverme menos sería muriendo— se defendió Darcy.
—Último intento—
No, Aydan no logró trenzar el cabello de Darcy de una manera decente.
—¿Necesitas ayuda?— le preguntó Marisol dejando un canasto de ropa sobre el sillón en el cual estaba sentado.
—No, solo es que Darcy se mueve mucho—
—La señorita Belle dice que cada vez que mentimos enterramos una daga en el corazón nuestras madres— la niña tomó al Señor Miel y lo examinó, —¿Es por eso que mi tía tiene problemas en su corazón?—
—Ven Darcy, intentemos algo—
Marisol se sentó al lado del rubio y la pequeña rubia se subió al regazo de la castaña.
Aydan observó atento el cómo Marisol pasaba sus finos dedos por el cabello de la pequeña. Inclusive se permitía tararear mientras lo hacía.
El muchacho intentaba no ser tan obvio y mirar solo a sus manos, pero para ese momento él podría jurar que ella sabía perfectamente sus sentimientos. Cualquiera lo hacía.
Cualquiera con media neurona podría ver como él realmente se esforzaba por no sonreír como un tonto al tenerla tan cerca.
Si, Aydan estaba enamorado de la hija de la señora de la Cruz, pero no era algo recíproco. O al menos eso lo creía. Cada vez que le preguntaba si quería salir con él, obtenía la misma repetitiva y patética respuesta. No.
—¿Te gusta?— Darcy pasó sus pequeñas manos por su cabello trenzado y asintió con efusividad.
—Me encanta, muchas gracias señorita Marisol—
—Vamos, te prepararé algo rico para la hora del recreo—
—¿Pueden ser nuggets?— quiso saber poniéndose de pie.
—Mejor algo saludable y en la hora de la comida podremos ver si pedimos alguna hamburguesa de contrabando—
Ambas empezaron a caminar en dirección a la cocina, Darcy iba parloteando acerca de lo mucho que le gustaban las patatas con queso amarillo y salsa de tomate, pero no con mayonesa. Nunca con mayonesa.
Aydan sonrió entonces.
Después subió hasta su habitación, buscó un cambio de ropas y terminó eligiendo una polo negra junto con unos jeans.
Entonces cambio esos pants grises y camiseta blanca por el nuevo conjunto. Comprobó el clima en su celular y antes de salir a su habitación se colocó una sudadera roja que tenía sobre la silla de su escritorio.
Aquel chico rubio con cabello rizado bajó a la cocina y le dio un rápido vistazo a Marisol, quien estaba encerando el piso. Fingió que la razón por la que estaba ahí era una manzana y después salió.
*
Odiaba la preparatoria y se sentía bastante estresado estando en aquella clase de física hablando del movimiento rectilíneo uniforme acelerado.
No entendía ni un carajo. Ni siquiera llevaba mochila.
Sentía la mirada de Emilia Rose demasiado fija sobre él. Aunque fingía que no le incomodaba, pero sentía que no podía ni siquiera moverse.
Todos los días era lo mismo.
Emilia Rose era una Morgan más joven. Físicamente eran polos opuestos, Emilia era algo más bajita con una tez más bronceada y cabello tintado de color rubio. Pero su personalidad era idéntica a la de su prima y aquello lo ponía histérico. No la soportaba.
Pero su familia quería a los padres de Emilia como socios. Eran bastante ricos y los Tremblay pasaban por un momento demasiado difícil.
Así que Aydan mentía. Decía que Emilia tenía novio y que prácticamente lo detestaba.
Pero ahí estaba ella, mirándolo en cada una de las clases que compartían.
—Aydan— alzó un poco la mirada cuando la maestra le llamó desde el frente del salón. Todos se giraron a verlo, —¿Crees que puedas pasar a resolver este problema?—
Aydan observó las anotaciones en la pizarra y soltó un resoplido.
—No, no creo poder—
El salón entero rio. Pero, Aydan no había contado un chiste.
— Pasa a resolverlo—
Restregó un poco su rostro y se puso de pie.
Se mantuvo unos pasos apartado del pizarrón, intentando comprender qué demonios significaban los datos subrayados. Tenían que ser importantes para estarlo.
—Esto no sirve para un carajo— dijo apenas audible.
—¿Disculpa?— apretó los labios al darse cuenta de que lo había logrado escuchar.
—Esta materia para mi es de relleno— se alzó un poco de hombros y después los dejó caer. —Estudiaré medicina, he sido aceptado y juro que no me veo en un futuro calculando el movimiento perpetuo de un paciente—
—Aydan ninguna materia es de relleno y todas...—
—Serán útiles algún día— el chico resopló. —Nos lo han repetido un millón de veces—
—Ve a sentarte—
Acató la orden.
*
—Iremos a Vatroke, ¿Vienes?— le preguntó Sterling.
Aydan primero dio un vistazo al reloj de su muñeca. Si sus cálculos no fallaban aún tendría dos horas.
—Bien, voy detrás de ti—
Aydan entonces camino por el estacionamiento hasta llegar a su jeep, entonces se subió a ella y siguió a Sterling.
Aydan y el muchacho eran amigos desde el jardín de niños. Sterling no solía congeniar demasiado con otros chicos a esa edad, ya que muchos de ellos lo juzgaban por su homosexualidad. Pero no Aydan.
El chico de piel morena podía contar con un repertorio de cuatro amigos y Aydan era el primero al que acudiría si algo ocurría.
Cuando ambos empezaron la preparatoria habían hecho el pacto de entrar a la misma universidad, entonces Aydan tuvo que esforzarse más de lo que jamás lo había hecho. La universidad de Sansa era una con la mayor demanda en el área de medicina. Entonces el rubio hizo sus mejores esfuerzos para entrar. Y ahora que había sido aceptado se permitía bajar la guardia. Pero no lo suficiente como para reprobar las materias. Con pasar le era suficiente.