Los Testigos

Capítulo: 13

Los martes Cayden solía pilotear aviones. 

Bueno, antes de casarse. 

Aquel día, el chico estaba realmente aburrido. Sus asesores le habían aconsejado no acercarse a la empresa, ya que despertaría sospechas y arruinaría el trabajo que habían hecho por mantenerlo en cubierto. 

Así que él solo tenía que mantenerse ocupado. 

Pero aquello era una tarea bastante complicada para él. 

Imogen había ido a visitar a sus padres. Y el muchacho se había negado a acompañarla, en su defensa, los padres de la chica nunca lo habían aprobado. Así que él había decidido ir a aquella cafetería en la que habían tenido su primera cita. 

Por más cursi que pudiera sonar, cada que regresaba a la ciudad, Cayden tenía la necesidad de ir a aquel lugar. Ya fuera por los recuerdos que le traía el estar ahí, o por la costumbre que se había vuelto. Pero sin falta iba, aunque fuera una vez. 

—Es él— escuchó susurrar a una chica en la fila mientras él miraba al enorme menú colgado en la pared detrás de la caja. 

—No creo que sea él— susurró la otra. Ambas tendrían al menos unos quince años y susurraban todo en un tono de voz bastante audible. —¿O si?—

Reían de una forma demasiado nerviosa que hacía que Cayden se desconcentrara y no lograra retener las palabras que leía. De igual manera, sabía que pediría la típica bebida de caramelo que sin falta cada vez que iba ordenaba. 

—Pregúntale— ordenó la rubia a la castaña.

—Me da pena— Cayden avanzó un poco cuando la fila lo hizo. —¿Y si no es?—

—Pero se parece mucho— insistió la rubia —Quizás solo era más joven cuando salió esta campaña de Jessica Granados—

Hablaban de él. 

Con aquello, Cayden logró comprender que su conversación giraba en torno al muchacho. 

Al llegar a la caja, Cayden ignoró la conversación, ordenó su típico café de avellana con caramelo y crema batida extra, para después dirigirse al final de la barra a esperar por su orden. 

—Pregúntale— escuchó insistir a la rubia.

Le sonrió un poco a la barista y tomó su café. 

Justo cuando Cayden estaba por cruzar la puerta de aquel establecimiento, una mano lo detuvo, agarrándolo de la manga de su abrigo color guinda. Frunció un poco su entrecejo y miró a la chica extrañada. 

—Disculpa— dijo apartando su mano —¿No eres el modelo de Jessica Granados?—

—No— se limitó a decir. 

Y se hubiera ido como si nada de aquel establecimiento si las pecas del rostro de la chica no le hubieran recordado tanto a las de su prima Darcy. 

Soltó un suspiro. 

—Si—

—¿De verdad?—sus ojos reflejaron la ilusión pura de cualquier adolescente que conoce a su "crush" famoso más intenso en persona. —¿Eres él, Cayden Tremblay?—

Asintió. 

Hizo una ligera mueca y decidió que bromear con aquella adolescente seria algo divertido para su día. 

—O al menos eso dice mi vaso— dijo señalando a dónde habían escrito su nombre con un rotulador. Al final de este, la barista había anotado su número junto con una pequeña carita sonriente. No se había percatado de ello hasta aquel momento. 

—¿Crees que podamos tomarnos una foto contigo?— preguntó la castaña. Estaba tan sonrojada que Cayden ahogaba la risa que aquello le causaba con tal de que la chica no se pusiera más nerviosa. 

—Por supuesto que si—

Entonces ocurrió lo que siempre pasaba. Una o cuando mucho dos personas le reconocían, entonces algunos curiosos también se acercaban a pedir alguna fotografía. Después se juntaban aún más personas. Y aunque no tuviesen idea de quién demonios era, todos querían una foto o autógrafo. 

Generalmente alguno llegaba a casa directo a investigar quién era aquel muchacho y cuando se enteraban de que era un Tremblay, bueno, los rumores explotaban. Sobre todo con cuál de todos los "Tremblay" era Cayden. Por qué todos creían que él estaba a otro nivel. Desde el modelaje hasta los seis capítulos de aquella serie en la que había participado. 

Y bueno, las personas que no se esperaban a llegar a sus casas para buscar en internet de quién se trataba, terminaban llamando a más y más. Entonces volvía a estar rodeado y siempre dispuesto a fingir su mejor sonrisa. 

Por qué ese era Cayden Tremblay y nadie en la faz de la tierra tenía más carisma que él. 

*

Peyton pasó una mano por su cabello increíblemente lacio y después la dejó caer dramáticamente. 

—Demonios, Cayden— exclamó hundiéndose más en el sillón —Te has convertido en todo un señor y uno bastante aburrido—

—Tan solo mueve tu rey y acabemos con esto— el muchacho también estaba aburrido, pero se negaba a admitirlo. Era su séptima partida de ajedrez, hasta él tenía un límite. 

—¿Y sí vamos a la pista?— le sugirió.

—Estoy intentando que Imogen no quiera divorciarse— soltó —Eso no ayudaría—

—¿Tan mal van las cosas?—

—Solo cuando accedo hacer estupideces contigo—

—No son estupideces si te diviertes— Cayden no pudo evitar reír por lo bajo mientras rascaba un poco su barba.

—¿Qué propones?— Peyton sonrió triunfante y se puso de pie. 

—Vamos a un casino—

—No te aceptan en ningún casino de la ciudad— le recordó el rubio restregando su rostro con sus manos. 

—No necesitamos de un casino— dijo al tomar su chamarra de cuero del respaldo de aquel sillón en el que había estado sentado —Unos amigos se juntarán a jugar cartas y apostar—

—¿Amigos?—

—Si—el muchacho sonreía mucho mientras pasaba su mano por su cabello despeinándolo un poco. Peyton siempre hacía lo mismo, desarreglaba su peinado para ocultar las prominentes entradas que tenía. —Si lo analizas es un plan bastante tranquilo—

—Vamos— accedió. 

Y el otro soltó un pequeño grito a manera de celebración por su victoria. 

*

Las manos de Cayden sudaban demasiado. Y se aferraba a aquellas cartas como si su vida dependiese de ello. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.