Los testigos

No estas sola

El carro de julio aparco frente a la mansión, mi madre y mi abuela bajaron junto a unas bolsas de mercado, al parecer iban a haber invitados esa noche, ¿quién? no tenía ni la más mínima idea.

Eran casi las 6 de la tarde y David aun no aparecía; a pesar de que estaba aún enojada con él me preocupaba que aún no hubiera llegado. Cuando yo había llegado esperaba poder encontrarlo en casa, al menos por quitarme de encima esa maldita conmoción que aún tenía en todo mí ser.

Solo deseaba ver a David y tenderme en sus brazos para que me tranquilizara, siempre lo había hecho, siempre estaba ahí conmigo, en ese momento no era así.

por mi mente se reproducía una y otra vez la imagen de mi mano traspasando a Cristian, mi piel se había puesto de gallina en ese instante, mis dedos sólo sintieron un ligero frío en las puntas, en donde se suponía que debió estar el  brazo.

Luego de pedirme perdón sin ninguna razón, Cristian se fue corriendo, no pude reaccionar, pues cuando salí de la estupefacción, él ya se encontraba demasiado lejos, fuera de mi alcance.  Dure varios minutos en shock, miraba hacia la nada y solo podía pensar en ¿cómo era posible? ¿Qué cosa era él? ¿Lo habría imaginado? ¿Acaso había enloquecido?

— ¿En qué piensas?— pregunto mi mama entrando a mi habitación, era la primera vez que me dirigía la palabra después de la discusión que habíamos tenido en el corredor. Voltee lentamente la cabeza dudando en responder.

— Quien diría que la soledad se haría más notoria con tu presencia — dije secamente— ahora me doy cuenta de ello— la había herido, lo sabía, ya no había marcha atrás.

No me respondió, al parecer me había pasado de frialdad, pero ya no tenía nada que hacer, ya había roto su corazón. Se acercó a mí, me beso la cabeza y se fue, cerrando la puerta tras de sí.

Quería sentir remordimiento, quería ir tras ella y pedirle perdón, decirle que no estaba de humor y que solo me comprendiera; no hice ninguna de las cosas anteriores, solo me senté en el sillón y seguí viendo hacia la ventana.

 

Cuando menos lo pensé estaba dormida, lo que me despertó fue el sonido de la puerta principal abrirse, David había llegado. Mi madre estaba hablando con él cuando llegue a la sala de estar; los dos parecían estar preocupados y hablando lo más bajo que podían, cuando me acerque cambiaron de expresión e hicieron como si no estuvieran diciendo nada. Ante mi confusión los mire expectante:

— Debo ir a ducharme— dijo David de repente— fue un día muy largo—.

Recordé esa mañana, su encuentro con esa chica misteriosa, su salida repentina y el dolor que me había causado su desconfianza. De nuevo todo me llevaba al instante en que pasó lo de Cristian en la playa.

—Bien, como quieras— respondí indiferente, aunque no era así, mi tono fue convincente, tanto que llegue a creérmelo yo misma; David me ocultaba cosas, eso no hacia un verdadero amigo, ¿cuantas veces más lo había hecho?, no lo sabía.

Era hora de cenar y mi abuela nos llamó a todos al comedor, era una noche especial, pues era el cumpleaños de Lorenzo. Mi abuela siempre fue muy especial con sus empleados, así que no me sorprendió en lo absoluto el hecho de estar celebrando el cumpleaños del chico.

— ¿Cuantos cumples?— preguntó mi madre luego de que todos felicitamos en coro a Lorenzo.

 

Lorenzo respondió que cumplía 19 años, eso ni yo me lo creía, pero al parecer era así; quizá el aparentaba tener más edad, pero con testimonio de mi abuela, al parecer, el tenía 19.

La mirada de mi madre me hizo sonrojar, sabía que estaba insinuando, “solo dos años mayor que tu”. Conocía a mi madre y sabía que eso estaba pensando, aunque Lorenzo era bastante simpático y agradable, el simple hecho de que mi madre lo aprobara hacia que yo lo tachara de mi lista de “posibles” inmediatamente.

 

Quise cambiar de tema radicalmente, era bastante incomodo, y más el hecho de que Lorenzo se había dado cuenta o al menos eso creía yo. Voltee a ver a julio quien se encontraba parado en la puerta del comedor, hice un gesto que dio a entender que necesitaba ayuda.

De inmediato julio cogió el celular de su bolsillo e interrumpió la cena: —señorita, alguien ha preguntado por usted— me tendió el aparato, el cual recibí gustosa sabiendo de qué trataba. vaya sorpresa que me lleve al escuchar una voz tras el otro lado de la línea telefónica, hubiera jurado que julio lo había hecho para ayudarme, pero al parecer no fue así, pues era verdad lo de la llamada.



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En el texto hay: enigmas, magia antigua, romance

Editado: 08.06.2018

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