Los tornados de Miridia.

El bosque de los murmullos.

Con la ayuda de su improvisado bastón, el fugitivo del fuego corría por la maleza rodeado de humo, fuego y brazas encendidas que volaban como incandescentes hadas a su alrededor, mientras escuchaba el crepitar de aquellos matorrales secos al quemarse, que parecían estar buscando su ruta de escape para seguir con su furiosa persecución, al ver que las hambrientas llamas buscando algo más que su mano para quemar se dirigían hacia él, buscaba la salida para alejarse de aquel furioso y voraz incendio que parecía estarlo cazando, como queriendo arrinconarlo cuál depredador a su presa, incrédulo veía ya seguro de esto como aquel fuego devorando mezquites lo seguía, había perdido ya la noción del tiempo, la ubicación del quemador y la torre de perforación en su afán por burlar el cerco que las llamas pretendían tenderle, había perdido el rumbo y la orientación, caminó incontables minutos más aprovechando el desconcierto de aquél depredador que parecía haber perdido a su presa, continuó moviéndose para alejarse del incendio, reubicarse y volver a las instalaciones del equipo de perforación, preocupado por Edgar comenzó a llamarlo, y mientras le gritaba encontró una pequeña pero bien marcada vereda en aquel ahora solitario y silencioso mezquital, lo tupido de la maleza y el humo remanente del incendio no lo dejaban encontrar algún punto de referencia que le sirviera para orientarse.

  -¡EDGAAAR! 
 

Continuó gritando y se preguntó: -¿Qué demonios pasa? Ahora ni rastros del incendio, ni de la torre, debo por lo menos estar cerca de la carretera, pero ni el ruido de motores escucho y estos méndigos mezquites que no me dejan ver.

El humo comenzó a llegar de algún lugar como dándole una señal de donde estaba o había estado el incendio y prefirió seguirlo en vez de alejarse pero sin adentrarse en él, llevaba en su mano derecha el hacha de contra incendio que había tomado del montacargas, ya que en su mano izquierda sentía el dolor y el ardor en la muñeca y el dorso, pues tenía una fuerte quemadura de segundo grado que ya le empezaba a doler, se tocó la cabeza buscando su casco de protección y al no sentirlo pensó.

  -Demonios, era nuevo.

Y precavido continuó su búsqueda en aquella niebla que ahora lo cubría todo.

  -Esto es niebla, no humo.

Pensó mientras olfateaba el aire, la vereda que seguía y continuaba llevándolo a algún lugar se partía en 2 direcciones, seguía de frente y daba vuelta a la derecha, se decidió por el camino de la derecha, ya que tenía una extraña fijación por escoger siempre el camino de la derecha en cada bifurcación en toda su vida, pensando a la vez que si se equivocaba solo tenía que volver sobre sus pasos hacia aquel entronque, la niebla se volvía más densa cegándolo completamente por momentos, mientras continuaba caminando.
 

Sin apartar sus pasos de aquél camino que parecía haber sido trazado artificialmente, siguió caminando así por el lapso de una hora más o menos, hasta que consideró inútil su avanzada por la cerrada niebla que no lo dejaba ver más allá de 1 metro, y trató de volver sobre sus pasos buscando regresar al entronque donde había tomado la derecha, pero al dar la vuelta después de unos cuantos pasos, de repente la niebla comenzó a difuminarse, pero no como si se la llevara el viento, comenzó a desvanecerse como si se tratara de un efecto holográfico, y al desaparecer completamente le asombró un poco ver al Sol a la mitad del horizonte, ya a punto de perderse en su poniente.

  -¡Vaya, está anocheciendo! Menos mal, así podré orientarme con el resplandor de las luces del equipo de perforación o con el de la ciudad.

También notó que la vereda por la que venía caminando ya no estaba.

  -¡Que me rapen!  –dijo en voz alta. -¡Estoy seguro que no me salí ni un paso de la vereda! en fin, para lo que me sirvió.

Pero tampoco estaba la selva de mezquital por la que le había sido tan difícil caminar, pero eso no era nada comparado con el asombro que le produjo el ver lo que estaba apareciendo ante sus ojos.

  -¡El Sol, sí, el Sol salía en ese momento del horizonte lejano en vez de ocultarse como él lo esperaba! En un precioso amanecer que engalanaba aquél desértico paisaje mostrándole que a la distancia.
 

Hacia cualquier punto cardinal que mirara tan sólo había arena, se dejó caer de rodillas en el suelo, aguardando unos minutos, haciendo ejercicios de respiración para tranquilizarse y poder pensar mejor en lo que estaba sucediendo, sin levantar la cabeza puso el hacha en el suelo, y sin levantarse palpó en sus bolsillos como buscando una respuesta en su vestimenta, un overol azul eléctrico confeccionado con tela anti flama, reflejantes de luz en su pecho, espalda, alrededor de sus brazos, muñecas y bastillas, en realidad no se atrevía a levantar la cabeza, en el bolsillo de su pecho, sintió un bulto duro y ligero como si una pequeña piedra se le hubiera metido ahí por accidente, lo sacó, era su celular que a la vez pendía de una cuerda de su cuello, lo encendió y el pequeño aparato empezó con su protocolo de búsqueda de señal, pacientemente observaba el comando: Buscando, que aparecía en la pantallita digital y esperando ver el comando de en servicio apareció el comando de sin servicio, desalentándolo, se sintió molesto como comúnmente le sucedía cuando necesitaba el celular y no tenía señal, levantó la cabeza como queriendo asegurarse que el Sol efectivamente estaba saliendo y dijo en voz alta:

-¡Vaya! Amaneciendo en medio de quien sabe cuál de los desiertos y para variar mi celular no tiene señal; ¿Así o más perdido?




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