Raiza Vin se había encerrado en su habitación cuando supo de la decisión que habían tomado los jefes de su poblado, sintiéndose terriblemente desolada y triste por la segura aniquilación de aquel visitante inesperado, que la había cautivado por completo, algo en su ventana llamó su atención y al ver el cielo despejado, pensó.
-Al parecer la batalla no ha empezado y tal vez pueda ir a avisarle a mi lindo caballero de que lo van a atacar, y así convencerlo para que regrese a su mundo, aunque porte la Espada del Destino, el ejército de Mirídia es muy fuerte y nunca jamás nadie ha podido derrotarlo, ni los dragones que son tan poderosos; ¡Definitivamente tendré que desobedecer a mi padre, para ir a convencerlo de que se vaya y de que no tiene oportunidad de ganar!
Pensando en esto decidió salir en busca del caballero, desvaneciéndose en el aire pasó desapercibida, más que nada por la gran conmoción y movimiento que había en la ciudad, pensando que era una fiesta en la que celebraban de antemano una fácil victoria, se aterró al pensar en esto, avanzaba rápido porque no caminaba, se deslizaba por encima del piso como lo haría el viento, tardó poco más de media hora en llegar y cuando vio el desastre que marcaba el lugar donde se había desarrollado la batalla, se sorprendió.
-¡Oh no! Al parecer llegué tarde y mi lindo caballero ha sido derrotado.
Pensó tristemente, mientras recorría aquél sitio buscando alguna señal de aquél vagabundo, horrorizada ante la posibilidad de encontrar su cuerpo despedazado, como una vez encontró el de uno de los dragones en el valle, pero nada, ni rastro de él, de pronto, al no encontrar rastros una esperanza le iluminó la mirada.
-¡Tal vez lo tomaron prisionero y está en palacio!
Pensó ilusionada y con esa bonita esperanza, se apresuró a regresar a la ciudad sin imaginar la sorpresa que la esperaba, cuando la vieron acercarse a las murallas de Mirídia que ya estaba siendo muy bien vigilada, los guardias le preguntaron extrañados.
-¿Dónde andaba Princesa? Por orden de palacio está prohibido salir de la ciudad.
-¿Por qué, que ha pasado? –pregunta algo extrañada.
-¿Es que no lo sabéis? ¡El primer bloque de defensa de nuestro ejército ha sido derrotado por un enemigo muy poderoso! Ahora estamos preparando la defensa de la ciudad, porque el enemigo viene hacia acá y pretende destruir nuestro pueblo.
Los sacerdotes de Júpiter y el consejo de guerra habían decidido solicitar la ayuda de aquél poderoso dios del Olimpo, que a la vez era el dios y guía de la gente de Mirídia, y mientras discutían la estrategia a seguir para detener al enemigo que venía en camino; Raiza llegó corriendo a hablar con la Reina.
-¡Madre, tenéis que ayudarme a detener esto! Os aseguro que yo conozco a éste caballero.
-Vosotros saberos que fui yo quien lo recibió en el bosque de pinos y os aseguro que no es un enemigo, tan solo es un caminante perdido que tan solo busca un sitio donde ir.
-¡Pero qué decís hija mía! ¿Cómo es que decís conoceros a tan peligroso demonio que ha venido a destruir nuestra ciudad?
-¡No es un demonio! –replicó Raiza. -¡Tampoco viene a destruir la ciudad! Él llegó de un país muy lejano y vino a buscarme; ¡Él mismo me lo dijo! Me trae algo de su mundo, un regalo, un sentimiento diferente, un amor como el que conocemos pero no igual, vive en su cuerpo, en su pecho, pude sentir como se mueve; ¡Como brinca! Como si quisiera escapar de él mismo y volar, es algo tan difícil de explicar, tenéis que ayudarme a detener el ataque, dadme unas horas; ¡Un día! Y os aseguro de que lo convenceré de que se regrese por donde vino.
La Reina lo pensó unos momentos y decidió hablar con su esposo de lo que le había dicho su hija la de en medio, la mandó a llamar y después de escucharla hablar con tanta seguridad, el Rey lo pensó también unos momentos.
-Mmm, es posible que nos hayamos equivocado y que el extraño visitante no sea un enemigo y si lo es, podría ganar un poco de tiempo para que el ejército que forma el primer tornado se recupere y así reforzaría la defensa; ¡Y hasta podría contraatacar! Pero también podría perder a mi hija al enviarla a dialogar con un enemigo que usa fuego, pero también es cierto que en el primer ataque no dialogamos con él y lo atacamos sin avisarle.
-Otro punto a su favor es que no usó fuego y por eso no mató a ninguno de mis guerreros, también es posible que no lo haya sabido, porque cualquier elemental del fuego sabe que ese elemento es nuestro punto débil.
Y así con estas cavilaciones en su mente, el rey Coballo de Mirídia pensaba detenidamente en su siguiente paso, y confiando más que nada en la seguridad con la que hablaba su pequeña hija, con respecto al visitante inesperado y que podría convencerlo de retirarse, así que accedió a su petición, la dejaría ir con la condición de que si no regresaba al siguiente día cuando el Sol no proyectara sombras, entonces lanzarían un ataque sin precedentes en la historia de aquél glorioso reinado del viento, cuyo ejército nunca había sido derrotado.
-Iros hija mía y que Júpiter os proteja.
Le dijo el Rey a la Princesa y Raiza Vin de Mirídia partió sola, no aceptó llevar escoltas ni que sus hermanas la acompañaran, quienes desde las altas pasarelas de las murallas de la ciudad la vieron alejarse a cumplir con su difícil misión, deseándole la mejor de las suertes en su propósito.
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Editado: 08.11.2022