Los tornados de Miridia.

Júpiter.

-¡Vaya! Tal vez se dieron cuenta que no iban a poder romper la protección del Ave María y decidieron enfrentarme ahora mano a mano, pues bien tenemos mucho trabajo por hacer Espada del Destino, pero antes de que te calientes recuerda que no quiero matar a nadie.

Dijo mientras se preparaba para la librar la batalla, mano a mano, el ejército del tornado azul permanecía inmóvil rodeándolo, mientras la única nube de tormenta que había quedado en el cielo, que a la vez parecía ser la que comandaba el ataque, de repente descargó un nuevo relámpago en la tierra, que lo hizo sobresaltarse y voltearse presuroso al escucharlo, de una nube de polvo y humo provocada por el relámpago al estallar en el piso, surgió una figura, un titán, un coloso, un gigante de más de 5 metros de estatura, que cabello largo de color plata y figura humana, apareció de la nada caminando de un lado a otro, sin apartar sus también platinadas pupilas de quien ya estaba de pie blandiendo la espada con las 2 manos, a la espera de los acontecimientos, el coloso vestido con la clásica toga griega, caminó hacia él, deteniéndose cuando estuvo a unos diez metros de distancia, y caminando de un lado a otro sin apartar sus platinadas pupilas, le preguntó al guerrero que ya tenía la espada en guardia alta esperando el combate mano a mano.

  -¿Cuál es tu nombre?

  -No lo recuerdo.  –le contesta con voz segura.

  -¿Qué clase de demonio mentiroso eres que dices no recordar tu nombre? ¡Dime cómo te llamas! –vuelve a preguntar el coloso con modales enfurecidos.

  -Me llamo Yurik.

  -Así que ya recordaste tu nombre, insensato, yo soy Júpiter Fidius el dios del trueno, te lo digo para que te abstengas de jugar conmigo, no me hagas preguntarte lo mismo dos veces, no provoques mi furia, miserable demonio.

  -No preguntaste dos veces lo mismo y las dos veces te contesté la verdad, no recuerdo mi nombre pero me llamo Yurik, piensa un poco en lo que preguntas y encontrarás la lógica de mis respuestas.

El coloso seguía caminando de un lado a otro sin apartar sus ojos de él, era impresionante su musculatura y mientras seguía moviéndose volvió a preguntar.

  -¿Por qué nos atacas?

  -Yo no los ataqué, tan sólo me defendí y no soy un demonio, ni pretendo robar nada, ni destruir nada, tan sólo soy alguien que está perdido.

  -¿De qué mundo vienes y a que raza perteneces?

  -Mi planeta se llama Tierra y pertenezco a la raza humana:

Dijo mientras observaba los movimientos del coloso y del círculo de guerreros a su alrededor, era desconfiado por naturaleza y temía un ataque por la espalda, como ya lo había hecho antes aquél ejército transformado en tornado de viento.

  -¿De la Tierra? ¡Y dices ser uno de los miserables humanos!

Preguntó inquisitivo y con voz amenazante el dios, y Yurik que mantenía la espada todavía activada en llamas en guardia alta, dijo con voz a medio alzar.

  -Ameeeeen.
 

Y haciendo un swing hacía el coloso, la espada despidió una media luna, a manera de boomerang de fuego que el dios apenas y pudo esquivar.

  -¿Por qué me atacas, insensato?

  -¡No insultes a mi raza! –contestó decidido. -Podemos continuar este diálogo como gente civilizada sin insultos ni amenazas.

  -¡Mientes! –dijo Júpiter visiblemente contrariado. -Si eres uno de los miserables humanos no puedo confiar en ti, porque me traicionarás cuando te dé la espalda, como suelen hacerlo todos los de tu maldita raza.

  -¡AAAMEEEENN!

Gritó el guerrero haciendo un swing en alto, que provocó que apareciera otra media Luna que incendió los pastizales a la espalda del gigante, obligando a los guerreros alineados a romper bruscamente el círculo para evitar ser consumidos por las llamas.

  -¡NO INSULTES A MI RAZA!

  -Te lo pido por favor y por última vez.

El coloso dudó un instante, algo impresionado por lo que Yurik había hecho.

  -Está bien, está bien, guarda tu espada y tienes la palabra de un dios de que dialogaremos en paz, pero si me traicionas tendrás que enfrentarte con todos los dioses olímpicos que vendrán juntos a pedirte cuentas.
 

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  -Sea pues, tú también tienes mi palabra de caballero.

Dijo aceptando la propuesta del dios, clavando a la vez a la espada en el suelo, que ya se había apagado, desactivándose por sí sola, y Júpiter, acercándose un poco más le preguntó.

  -¿Quién es tú dios?

  -Dios.  –le contesta sereno.

  -¿Dios? ¿Qué clase de dios se llama Dios? ¡Debe de tener un nombre!

Y Yurik cerró los ojos como forzando su mente, aunque recordaba el nombre de Jesucristo, él sabía que había alguien más, pero no lo recordaba, en ese momento se le vino a la mente el nombre de María y el de José, sabiendo que estaba a punto de recordar otro nombre, apretó los ojos ante la impaciente mirada del dios olímpico, que no dejaba de caminar de un lado a otro cual si fuera un león enjaulado.




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